Evocados así por su propia madre, Luis y Sergio Saíz Montes de Oca son como retoños que reverdecen y se renuevan permanentemente ante la inmensa obra de la Revolución.
Así los pensó y sintió Esther, y así ella misma nos enseñó a verlos. Sus vidas fueron vilmente tronchadas en plena juventud, pero el ímpetu y el aliento que irradiaron con vehemencia y voluntad de servir se multiplican en las nuevas generaciones de cubanos.
Cada 13 de agosto deviene ocasión para la reafirmación de su legado: un pensamiento, una acción y una obra literaria tan creativa que llenan de admiración a todo el que se aproxima a sus biografías.
Crecieron física e intelectualmente en un ambiente familiar en el que el sentido de la justicia y la equidad social constituyeron siempre cimientos educativos y éticos de su formación. Y como fuente nutricia determinante, el estudio de la obra martiana cristalizó incuestionablemente en su proyección patriótica y moral.
La senda que siguieron fue también la que trazaron, razón por la que me parecen muy reveladores estos versos compuestos por Luis en su poema Senda para un tiempo:
“Hermano en el tiempo
Yo quiero tenerte de frente al sol.
Detén por un momento
Esa vana carrera sin meta,
Y escúchame.
—————————–
Ya es hora que comprendas…
Hermano en el tiempo,
Encuentra tu senda,
Olvida los ritmos exóticos,
Los finos perfumes,
Y el baile de moda”.
Evidente madurez y toma de conciencia del papel a asumir en un contexto sociopolítico marcado por el abuso, la desigualdad y la discriminación de todo tipo. El entramado de la realidad nacional que les correspondió no permitía ninguna manifestación de banalidad y de lo superficial. Con la frescura y espontaneidad de sus edades se abrió paso desde muy temprano el compromiso ciudadano.
Diversas fueron las posiciones y responsabilidades que ambos hermanos asumieron en la lucha por un futuro mejor para su Cuba. El Movimiento 26 de Julio los acogió, y el excepcional ejemplo de Fidel les imprimió una influencia orientadora única. Tuvieron a La Historia me Absolverá entre sus lecturas de cabecera.
De este modo –como apunta uno de sus investigadores más agudos, me refiero al profesor Luis Figueroa Pagés–, quien se detenga a leer analíticamente los documentos de contenido explícitamente político redactados por ellos, advertirá “el tránsito inconcluso de una comprensión antropológica, generacional, de esa misión, a una comprensión socio-clasista de la misma”.
Y su poesía también lo va demostrando. Porque en un intento de periodización concebido por este comentarista quedan bien delimitadas, al menos, dos etapas: de la más intimista a la más abiertamente social.
Obsérvese la transición expuesta:
“Tengo un pedazo de tus ojos,
Enredado en mi vida.
Es un pedazo de verde
Que dejaste en la huida.
Lo tengo guardado
Como un tesoro,
Lo beso a veces…
Otras lloro.”
(De Luis)
“¡Noches de sangre cubana!,
¡Ríos de plomo valiente!,
¡Ojos que miran al cielo!,
¡Palmas con hambre en sabanas!
Hombres sin miedo en alturas,
Temblor de madre en las calles,
Ataúdes silenciosos
Pidiendo al odio que calle”.
(De Sergio)
Son estas reflexiones un acercamiento que pudiera tornarse en motivo de provocación para cualquier especialista interesado en el tema. Lo que, sin duda, queda bien claro es el sentido orgánico y coherente que se aprecia en su producción estética.
Por estos días, la Asociación Hermanos Saíz (AHS) acaba de celebrar un evento teórico nombrado Presencias, que puede impulsar las investigaciones desde la ciencia relacionadas con estos aspectos. Pienso que una de las maneras más apropiadas que tenemos para honrar su memoria es precisamente conocerlos mejor.
A la vanguardia artística pinareña le toca una buena parte en este empeño. Mantengámoslos como retoños vivos.
Luis y Sergio Saíz Montes de Oca, memoria viva
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San Juan y Martínez: Los hermanos asesinados en la acera de enfrente
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