En el año 2008 muchos tildaron de loco a Pedro Augusto Geli Arroyo cuando decidió pedir un área para producir alimentos. ¿Qué logros podría tener en aquella “bola de barro”?, dijeron algunos.
Ubicada en las cercanías de un tejar, donde antiguamente se extraía el material para hacer ladrillos, se extiende por más de seis hectáreas la finca La Barrosa, nombre que le dio el campesino luego de prácticamente hacer un milagro.
ENAMORARSE DEL TRABAJO
“Nací en el campo, por aquellas lomas que ves allí (señala), de Bolondrón para atrás, y desde bien chiquitico hacía araditos para trabajar la tierra. Eso se quedó conmigo.
“No soy un guajiro improvisado, eso viene de papá y mamá. Mi familia siempre ha sido campesina, y si hoy estoy acá en este tipo de suelo, y además con estas pendientes, es porque me gusta el oficio. Todo hay que hacerlo con amor, tienes que estar enamorado de lo que haces para tener éxito”.
Después de limpiar el terreno, cuenta Pedro que para que algo naciera en aquel lugar tuvo que ponerse a hacer materia orgánica y empezar a aplicarlo al suelo.
“Siempre trato de mantener compost para incorporarlo a las plantas y a la siembra, de otra forma aquí no se da nada, pues este suelo es infértil completamente. Las plantas están vigorosas porque ya he conseguido que haya un equilibrio en la tierra.
“Yo no sabía que esto que hacía tenía que ver con la ciencia, y un amigo ingeniero me dijo que lo podía presentar en un foro, y con su ayuda comenzamos. Desde el 2014 hasta la fecha he participado en muchos eventos, municipales, provinciales, nacionales y hasta internacionales, incluso con premios”.
En La Barrosa, Pedro cultiva mango, coco y piña, y en el caso de las viandas tiene boniato, frijoles y piensa sembrar yuca. También se dedica a la cría de conejos, patos y gallinas. Por si fuera poco, en un área de la finca su hermano fabrica materiales de la construcción.
“Mis producciones van con destino a las ferias del municipio y a la cabecera provincial. Cuando veo que algo está de cosecha yo mismo lo llevo hasta el pueblo, no pierdo tiempo en esperar a que vengan a buscar los productos.
“Aquí todo es agroecológico, sin ningún tipo de químico o fertilizante. Es un alimento sano y de alta calidad, además, en total armonía con la naturaleza”.
Las piñas de la finca de Pedro han llegado a alcanzar hasta seis libras y su masa cunícola, antes de la última venta a la capital cubana, rondaba los 200 ejemplares. Con orgullo comenta que La Barrosa funge como aula anexa para contribuir a la capacitación de estudiantes del politécnico Frank País del municipio. “También tengo ese privilegio”.
CUIDAR LAS CONQUISTAS
“Lo que más me gusta de mi finca es que el proyectista he sido yo. Y si me preguntas qué hace falta para conseguir esto, te diría que lo primero es tener el objetivo claro. Como campesino pedí este pedazo de tierra para producir alimentos para mi familia y para el pueblo. Esa es mi misión”.
Así les explica, en cada oportunidad que tiene, a los productores de la CCS Menelao Mora, a la que pertenece: “Si todos cooperamos con al menos un poquito para el pueblo, las cosas pueden mejorar.
“Hay algo que me ha dado mucha fuerza y también se lo digo a la gente: a nuestra generación le tocó cuidar esto. La tarea más difícil la tuvieron el Comandante y todos esos jóvenes que dieron su vida para que la Revolución triunfara. Los padres de esos muchachos tenían un corazón de acero, porque se despedían de sus hijos sin saber si los volverían a ver.
“Cuando paso por la carretera y veo el monumento a los hermanos Saíz me da un dolor tremendo. No puede ser que por lo que aquí se guapeó tanto, ahora nosotros lo vayamos a dejar perder. Lo digo de corazón, tengo que ser fiel a esto”.