¿Qué cosa es la vida? Preguntaba un joven a su maestro de gran estatura y piel negra como el carbón, mientras a pleno sol, en el estadio Cinco de Septiembre de Cienfuegos, realizaba el calentamiento previo al juego del día.
“La vida es un compendio, si te duermes te lleva, pero si luchas triunfas, así que tira para la mascota, concluye bien el ejercicio”, decía el avezado entrenador.
Aquel muchacho confiaba ciegamente en la leyenda del montículo, en uno de los seis cubanos que, en nuestros campeonatos nacionales, ha ganado la difícil triple corona de pitcheo. Fue líder en victorias con 12, ponches con 60 para las gradas y promedio de carreras limpias (PCL 1.67).
Reinaldo Costa Acosta veía en la superación un arma constante. Por eso cuando aconsejaba, lo hacía desde la sapiencia de aquel grande del box. El mismo que en el Campeonato Mundial de 1984 derrotó con sus estrategias a las selecciones de Venezuela, Japón y Puerto Rico.
Hoy, cuando ya no está físicamente, para su alumno Alex Pérez, aquellos consejos fueron esenciales para lograr la segunda blanqueada alcanzada por él en la actual campaña.
Parte de sus logros tienen el sello del pinareño ilustre que sigue siendo su profesor. Hace ya dos años que no lo tiene desde la lomita para corregir la mecánica de lanzar. La maldita Covid-19 le arrebató la vida.
Como buen alumno recuerda esos tiempos en los que el hijo de una familia deportista en el central Manuel Sanguily alentaba, emitía consejos y lo convidaba por las sendas del trabajo diario.
Precisamente, en la tierra que vio nacer a su maestro, ante los ojos de su viuda Maribel y los de su hija Maridelsys, volvió a tirar duro a la mascota. Esta vez dominaba a su antojo a cada pinareño que, impetuoso, buscaba la conexión que pusiera delante al equipo que hoy lidera la actual Serie Nacional de Béisbol.
Pero Alex no olvida, tampoco lo hacen sus compañeros de equipo. Hasta la tumba donde reposan los restos mortales de un hombre historia, acompañó a familiares y amigos. Justo delante de ella secó el sudor, retiró de su cabeza la gorra que lo protegía del sol y, en silencio, le agradeció todo lo alcanzado en la pelota cubana. De su mano salía la bola que en la jornada anterior había dejado mareados a los vegueros.
Justo entre las costuras resaltaba grande y firme un GRACIAS PROFE estampado con su puño y letra. En un lugar sagrado, donde solo pueden llegar los imprescindibles, en el sitio que abraza la admiración y compromiso, ahí está Reinaldo Costa. Nadie puede retirar su impronta, nadie acabará con la admiración que despierta en sus discípulos, incluso estando muerto.
Costa vuelve a levantar la mano. Señala hasta el montículo, indica con gestos un nuevo lanzamiento, y ahí, agradecido, Alex Pérez lo capta y convierte en victoria.
Un nuevo éxito en su incipiente carrera deportiva sobrepasa todo. Nada es comparable con el abrazo de un símbolo del pasatiempo mayor de los cubanos. Por eso para el profe Costa, siempre serán las gracias.