Cuando trascendió la Letra del Año- a principios de enero- y hablaba de epidemias, nadie podía ligar entonces tal predicción con un aviso temprano del azote que tiene hoy día al mundo ante la debacle: la COVID-19.
La actual crisis planetaria rebasa con creces el ámbito sanitario y puso a la humanidad frente a un cambio de planes, de trabajo, de vida y costumbres sociales; de sueños postergados; y todo ello por una real amenaza, que hasta el sábado último había cobrado la existencia a más de 153 mil personas.
Más que comprobado está entonces que la responsabilidad- disciplina, incluida-, individual y colectiva, más el distanciamiento físico, son la vacuna a mano, por ahora, para poner a distancia la creciente letalidad del nuevo coronavirus.
Solo que los seres humanos no estábamos preparados para de pronto, de una jornada para otra, vernos condenados a la soledad, al ostracismo, sin los habituales y necesarios lazos intrafamiliares, de las amistades y los propiamente comunitarios.
Entonces, tal cambio de hábitos ha provocado reacciones adversas en nosotros, a la cabeza de los cuales está el temido estrés que desata en los individuos otros males subyacentes.
Cada cual posee sus propias experiencias y consejos que aportar a los demás.
He escuchado y leído muchas versiones acerca del tema, entre ellas me resultaron muy reveladoras la del fraile dominico brasileño Frei Betto (1944), quien sufrió cárcel y por ende está bien capacitado para asesorar a otros sobre como paliar las secuelas del enclaustramiento a que nos han convocado para evitar el contagio con la COVID-19.
En su artículo “Para enfrentar el aislamiento”, aparecido en el diario Granma, Betto sugiere mantener cuerpo y cabeza juntos, pues indica que estar con el cuerpo confinado en la casa y la mente enfocada allá afuera, ello causa depresión.
También aconseja crearse una rutina diaria, hacer ejercicios físicos, emprender tareas pendientes en el hogar, leer, en fin, diversificar sus ocupaciones; así como dedicarse a manualidades y repartir entre todos las tareas domésticas, en caso de que sea un núcleo de varios.
Algunas de sus atinadas recomendaciones las había ido descubriendo ya por mí misma: volver a las cajas de fotos, los instantes agradables conservados, hacer las llamadas pendientes y darle espacio a la televisión y la computadora, sin que ello implique estarse el día entero frente a ellos, y mucho menos en la cama.
Hay que lidiar con el tedio, el insomnio, la gastritis, la ansiedad, y hasta con la infodemia. De todo debemos sacar provecho para la salud física y mental, y evadir los pasajes negativos, desagradables y tristes, ponderando los positivos y una mejor disposición de ánimo para cuando la vida vuelva a la normalidad.
Espero que compartir con ustedes mis modestas ideas al respecto y los preclaros consejos del autor de más de 60 libros y teólogo de la liberación, les sirvan como instrumentos para adaptarse al aislamiento, que no es nada fácil. Les sugiero entonces, finalmente, aprehender de Frei Betto, cuando afirmó:
“No se convenza de que la pandemia cesará rápido o durará unos meses. Actúe como si el periodo de reclusión fuese a durar mucho tiempo. Así, prepárese para un largo viaje dentro de su propia casa”.