Dicen que el amor entra por la cocina y es verdad, al menos el refrán se cumplió con los abuelos paternos del chef de Pinar del Río, Rigoberto Azcuy Álvarez.
“Abuelo fue un gran cocinero en la pizzería La Terrazina y abuela cocinaba para los mineros en Minas de Matahambre”, cuenta sobre la pareja y menciona además a su abuela materna, que no cultivó el arte culinario de forma profesional, pero tenía una sazón irresistible.
Evoca la maestría de la anciana para preparar dulces y los secretos que le transmitió cuando de chico, se colaba en su cocina a olisquear el arroz con leche, todavía humeante en los platos y a comerse la raspa.
Otro referente imprescindible para él es su padre, Dagoberto Azcuy Izquierdo, chef internacional que a menudo observamos por Telepinar compartiendo las recetas de sabrosos platillos.
En un principio nuestro entrevistado se inclinó por los estudios militares, llegó a graduarse de especialista en Combustibles; pero sentía que algo le faltaba para estar del todo satisfecho con su vida, una motivación que nació con él y que le corría por la sangre y el corazón. Entonces no lo dudó más:
-Quiero ser chef -comunicó a su familia, y todos lo apoyaron en el proceso de concretar su sueño, lo cual le llevó años de esfuerzo.
Empezó a trabajar como ayudante de cocina en una unidad militar, donde lo promovieron luego a jefe de cocina. Más tarde prestó servicios en un restaurante privado y actualmente labora en el restaurante el Pío Pío, perteneciente al Grupo Empresarial de Comercio de Pinar del Río.
“Este lugar es mi segunda casa. Aquí me han ofrecido todo el apoyo para asistir a cursos, algo que valoro mucho, porque no en todos los centros de trabajo uno se encuentra con personas flexibles que entiendan la importancia de la superación”, comenta.
En el 2019, se presentó a un examen de ingreso para matricular al programa de formación de Chef Internacional, que se ofrece en el restaurante-escuela Artechef, situado en el vedado habanero.
Ante prestigiosos especialistas de La Federación Culinaria de Cuba, tuvo que demostrar su dominio de diferentestécnicas de manipulación y cocción de alimentos, además de presentar su currículum, donde constaba que había vencido pruebas de nivel I, II y III de cocina, además de cursos de higiene, lunch, salsa parrilla, dulcería, cocina cubana y área fría.
Al jurado le gustó su desempeño y lo admitieron para estudiar a lo largo de un año y medio en el referido centro gastronómico, donde depuró los conocimientos que ya traía consigo e incursionó en nuevas áreas de su oficio.
“Allí aprendimos de gerencia de cocina, marketing, economía, calidad de los servicios, evaluación sensorial, inglés y francés. También se nos impartieron clases de repostería internacional, etiqueta y protocolo, creatividad, cocina gourmet y cocina molecular, entre otras materias”.
En noviembre de 2020 se recibió finalmente de chef internacional, título que se lee en su camisa blanca de trabajar, adornada con botones blancos, rojos y azules como los colores de la bandera cubana.
La prueba final consistió en la exposición de un plato fuerte y un dulce. Rigo preparó chilindrón de cordero y un postre de leche frita, que, según sus palabras, se elabora a partir de la mezcla de leche, maicena, piel de limón y canela, ingredientes con los que se hace una crema. Esta se refrigera y posteriormente se empana y se fríe.
“Los chefs somos parecidos a los médicos. La cocina evoluciona todo el tiempo y ello nos demanda estar actualizados y estudiar otras experiencias; es por ello que a menudo me comunico con amistades de Perú, México y otros países, que no dudan en compartir sus formas de hacer y las novedades de su trabajo”.
Con tu titulación de chef internacional, superaste una meta alta, ¿qué viene ahora?, le preguntamos.
“Pienso que hay que seguir perfeccionándose. A mí me gusta incursionar en lo que no he hecho. Quisiera escribir un libro de recetas propias, pero antes debo probarlas con los clientes, ver si les gusta. El mayor placer para mí es que los consumidores se sientan complacidos con lo que hago”, dice y nos muestra en el celular fotos de más de 19 platos que preparó recientemente para una exposición.
Nos habla orgulloso de como prepara sus frituras de malanga con jamón, el pollo Farola de Baracoa, recubierto con salsa criolla y el filete de pescado, rebosado con puré de boniatos, así como tantos otros platos, aprendidos de sus mayores; exquisiteces a las que agrega iniciativas de su propia cosecha.
Incluso cuando escasean los productos originales, se las arregla para sustituirlos por otros y las cosas le salen bien a este hijo y nieto de maestros culinarios, porque no falta la pasión en su cocina.