Dice un antiguo proverbio chino que todos venimos a la tierra con un propósito oculto, con una misión específica; sin embargo, es a nosotros a quien nos corresponde descubrir lo que verdaderamente nos apasiona, lo que nos hace brillar y elevarnos hacia el cielo.
Lamentablemente esta búsqueda no siempre se cumplimenta, y a pesar de que muchos parten de regreso al creador, aun con una sonrisa, lo hacen sin descubrir ni por asomo ese don oculto con el que supuestamente nacemos.
A Juan José Cordero Díaz, campesino dela CCS “Manuel Cordero” en la finca “La Central” perteneciente al municipio de Consolación del Sur, tal pasión le llegó junto al amor de su vida, y aunque confiesa que un poco tarde, no hay día que no la disfrute a plenitud.
A 20 años de comenzar a dar pasos para hacer producir la tierra, este hombre es hoy un referente para el movimiento cooperativo campesino en la provincia, pues no cesa en la superación constante y la aplicación de la ciencia y técnica a cada cultivo.
EL CAMINO
Sus primeros estudios los cursó en la escuela vocacional “Federico Engels”, y según cuenta al culminarlos iniciaba en Cuba una etapa de posible desarrollo nuclear. Por aquel entonces estudiaba una carrera que se ajustaba a ese perfil, específicamente la de electrónica nuclear a estudiar en Checoslovaquia.
“En ese país estudié durante dos años hasta la caída del campo socialista en la antigua Europa del Este entre los años ‘89 y ’91, por esa fecha retornamos a Cuba a culminar estudios”.
“Entonces comenzamos un grupo de compañeros y yo en la Universidad de Pinar del Río con la parte de equipos y componentes electrónicos, carrera de la cual me gradué en el año ’94 y de ahí salí graduado como ingeniero”.
Pero la historia de Cordero Díaz en el campo comenzó un poco antes de su graduación, al contraer matrimonio con su actual esposa, quien era de origen campesino y de pura cepa.
“Por aquel entonces comencé a dar algunas vueltas como decimos en buen cubano por las tierras y a vincularme a las labores agrícolas. Ese fue mi primer contacto, y lo vi como una nueva forma de trabajo, de mejoras económicas para mi incipiente familia”.
“Vi en el campo posibilidades y vías de desarrollo personal que no tenía entonces en mis manos. No sabía que lentamente me estaba enamorando, y estar en la tierra me hacía sentir muy bien conmigo mismo”.
CUANDO LA TIERRA CLAMA
Según recuerda, las primeras etapas en el campo fueron durísimas. La falta de conocimiento, y de prácticas en las labores lo hicieron cometer muchísimos errores. Rememora que el primer año que sembró tabaco quedó, como se dice en buen cubano, empeñado hasta los codos, pero manifiesta que siempre primó el apoyo de su familia, sobretodo de sus padres y su hermano.
Y aun cuando su voluntad flaqueaba, siempre recordaba que sus raíces también contenían tradición, pues sus abuelos y sus padres trabajaban la tierra con mucho amor antes que él.
“La primera yunta de bueyes me la prestó mi suegro y con ellos comenzamos a hacer cosas. Empezamos a crear las bases, siempre con una percepción optimista y pensando en que los tiempos futuros debían ser mejores. Con una confianza en el fututo enorme aun cuando hubo momentos en los que parecía que no iba a resistir y me iba a asfixiar por todo lo que sobrevenía.
“Fueron momentos muy duros económicamente hablando, decenas de cosechas perdidas por desastres naturales, los ciclones del 2008 nos dejaron sin casas de tabaco y sin vivienda prácticamente; pero no importaba cuantos males nos acosaran, siempre volvíamos a levantarnos y comenzábamos de cero.
“Desde mi primer paso en el campo, siempre tuve la claridad necesaria para saber hacia donde quería ir y quién quería ser. Eso me ayudó muchísimo”.
Al principio Juan José solo sembraba alrededor de 20 000 posturas de tabaco, mientras soñaba con algún día poder llegar a una caballería. Soñaba con grandes empeños.
Su meta era entonces la de diversificar sus producciones, y evitar los monocultivos. Le horrorizaba el cerrarse las puertas a otras oportunidades que pudieran darle las alegrías soñadas.
“Siempre recuerdo las palabras de un gran amigo y ejemplo para mí, que una ocasión me confió estas palabras: “Alto productor cualquier puede serlo algún día si se lo propone en serio y le pone empeño; el asunto está en todos los días ser ese gran productor y sostener esos resultados con el paso de los años e ir creciendo e incrementarlos”.
“Ese productor fue Rogelio Ortúzar. No se diga más”.
EL ÉXITO
Aunque no le gusta hablar mucho de ello, y considera que aun le faltan muchísimas cosas por hacer, afirma que la base para lograr éxitos en el campo tiene que estar sustentada en el amor a cada cosecha, a cada palmo de tierra. “La voluntad de hacer debe primar. Debemos vencer las supersticiones y deshacernos de los temores que cada día que nos hacen vulnerables”.
“Las plantas sienten y entienden cuando uno les habla y los animales cuando se les trata con cariño. Todo el resultado es fruto del amor que cada uno sienta por su trabajo”.
Ante la pérdida de cosechas y la escasez de alimentos en el país Juan José comentó que los métodos empíricos nunca fueron sostenibles, al tiempo que insistió en que se debía dedicar mucho más empeño a la parte científica, a la literatura, a la academia.
“El cuidado de los suelos es lo único que nos puede llevar a mejorar cada año los resultados productivos. Por supuesto, en esto también va la autopreparación diaria y el no sentirse satisfecho nunca con lo logrado o los conocimientos adquiridos hasta ese momento. Tiene que existir esa sed eterna de conocimientos hacia la labor que hacemos.
“Pienso que el trabajo del campo está subvalorado y muchas veces las personas lo ven como algo no tan valioso. Están equivocados. Es un trabajo con un gran valor humano, pues no hay mayor logro que darle vida a una planta o a un animal.
“Puede ser que una vez al año necesitemos del concurso de un médico, de un abogado, de un arquitecto, pero tres veces al día mientras comemos y nos alimentamos, necesitamos la mano de un campesino en nuestras mesas. Lo más hermoso de la vida y la más digna de las labores, es la de sacarle el fruto a la tierra que me he ganado”.
Por el momento Juan José Cordero solo piensa en seguir labrando la tierra, e incorporar en ella más fuentes de tecnologías y conocimientos.
“Me he esforzado mucho por cumplir el rol de un cubano de estos tiempos y creo que siempre seré un eterno inconforme con lo que hago, que algo me falta por hacer, por concebir, por contar, por crear.
“Creo que solo las personas que tengan la voluntad infinita de hacer, son los que logran verdaderos resultados y dejan su huella en este camino que es la vida. A eso venimos a este mundo, a tratar de dejar nuestra huella en él”.