Hacía 14 años que Pinar del Río no recibía los embates de un huracán de gran intensidad; Ian rompió ese periodo de calma. De sus huellas en nuestro paisaje y el esfuerzo por deshacerlas hablaremos durante semanas, meses e incluso años, sin embargo, es pertinente preguntarnos, ¿tomamos las suficientes medidas para mitigar su impacto?
Siempre presumimos de la experiencia atesorada por los pinareños en el enfrentamiento a este tipo de eventos, pero indudablemente hay una diferencia entre saber y hacer.
Las historias comienzan a rodar de boca en boca, sitios en los que la evacuación no se hizo con la antelación prevista, casas e instituciones de cubiertas ligeras que no aseguraron sus techos, mercancías y materias primas cuya protección no fue la idónea.
Instituciones que no trasladaron el mobiliario y equipamiento hacia los locales en pisos más bajos y de mejor estructura, entre otras medidas, cuya implementación es elemental, pero no faltaron los empecinados optimistas quienes apostaron a que se inclinaría marcadamente al oeste: «Aquí lo que va a dejar es lluvia y vientos plataneros», otros: «Eso va a pasar como categoría uno», «Siempre es lo mismo, dicen y dicen, luego no pasa nada».
Lo cierto es que Ian no solo nos impactó con fuerza, sino que lo hizo a un paso lento que maximizó sus efectos y durante varias horas nos tuvo en vilo; creo estar en lo cierto al asegurar que miles sentimos miedo, temimos que las puertas y ventanas de nuestros hogares cedieran ante el empuje de los vientos y la lluvia; lamentablemente muchos vieron hacerse realidad ese pavor.
Ahora podemos hacer una extensa lista de los «si hubiese…» y «no pensé…». Demasiado tarde, y aunque, al parecer, algunos no recuerdan las desoladoras imágenes que vimos tras el paso de Gustav y Ike, por citar a los últimos huracanes de gran intensidad en Pinar del Río, debería bastar, solo una experiencia de ese tipo en la vida, para no minimizar la amenaza que representan los ciclones tropicales.
Y sin importar el contexto en que se ciernan sobre nosotros, han de constituir prioridad, porque como bien reza un refrán popular: «Más vale precaver que lamentar».
Es doloroso que tras una tragedia de tal magnitud personas inescrupulosas encuentren margen para su beneficio individual, en algunos barrios hubo quienes aprovecharon las primeras horas para recuperar fibras y ventanas reutilizables, su propósito no era ni buscar a los damnificados para dárselas ni contribuir a la higienización de las calles, sino apropiárselas, dicho claramente: robárselas para su posterior venta, quizás hasta a los mismos propietarios originales que acuciados por la necesidad recurrirán a cualquier solución disponible.
Vergüenza ajena causan tales actitudes, la solidaridad y empatía nos acercarán a superar estos momentos difíciles, no podemos permanecer indiferentes ante la vileza y ruindad.
Ian es pasado, contabilizar daños es indispensable, como también lo es que se unan las voluntades de instituciones, individuos, organizaciones, entidades, en fin, cada uno de los actores de nuestra sociedad en función de restañar los más apremiantes.
Recuperar, es nuevamente la palabra de orden, y hacerlo en un contexto económico como el actual, será una tarea de titanes, pero no imposible.
Es muy difícil encontrar palabras para insuflar ánimos a los que perdieron sus hogares y bienes cuando al mirarles al rostro tienen la mirada velada por miedo, incertidumbre e impotencia, cuando sabes que ya estábamos lidiando con un cúmulo de carencias que no pocas veces nos llevan al agobio, pero es preciso que busquemos las fuerzas en cada uno de nosotros y las juntemos en aras de renovar la esperanza, esa que según la sabiduría popular no debe abandonarnos mientras haya vida.
Aboguemos por hacerle sitio al ingenio y a la creatividad, que impere la justeza en cada decisión, librémonos de todo pensamiento de frustración y desánimo, porque no se puede deshacer el pasado, pero sí reconstruir el futuro a partir de las acciones del presente.
Especialmente démosle espacio a la laboriosidad, será ella un pilar para paulatinamente borrar las huellas de Ian, pero no olvidemos lo que nos hizo, para que en tiempos por venir, prestemos mayor atención a los riesgos y sean menos los daños; nunca es tarde para aprender y si algo es innegable es que podemos sacar muchas enseñanzas esta vez.