La tarea que realizan los estudiantes de diferentes carreras vinculadas al sistema de Salud Pública, resulta invaluable en la prevención dentro de las comunidades en Pinar del Río.
Abraham, Magela y Anita, no han perdido ni por un segundo esa picardía que caracteriza a los jóvenes, a pesar de las responsabilidades contraídas y los tiempos de solemnidad que se respiran estos días. Ellos son estudiantes de laboratorio clínico, fisioterapia y medicina, que en las jornadas que transcurren, han suplido su deber de estudiar con labores de pesquisa activa para la prevención de la COVID-19.
Detrás de los nasobucos, sus ojos se tornan pequeños entre sonrisas cuando no entrevistan a algún vecino de la comunidad, porque allí donde se saben útiles, parados a más de un metro de las puertas, solo preguntan con respeto y profesionalidad sobre síntomas respiratorios y personas llegadas del exterior. Saben la importancia del trabajo que realizan.
El personal médico de la atención primaria de salud confía en ellos, en los registros de datos recogidos en las comunidades; las autoridades han depositado en estos jóvenes y en la población, la tarea más importante para afrontar la amenaza del virus en Cuba.
Antes de salir de casa cada padre les recomienda mil veces los cuidados que deben tener, hoy, más epidemiólogos que los propios profesionales, porque saben que sus hijos están en el primer frente contra el virus y todas las precauciones son pocas; ellos también han asumido el reto con la conciencia de un país que intenta salvar vidas.
“ESTE ES UN DEBER DE TODOS”
Abraham David Díaz tiene 22 años, ha pesquisado mucho desde que comenzara sus estudios en el Politécnico de la Salud, considera que esta experiencia le ha hecho valorar aún más su participación social en la prevención de las enfermedades.
“En casa, mi mamá tiene pulmones débiles. Cada día que salgo a la pesquisa lo hago pensando que, a mi regreso, tengo que seguir un procedimiento estricto para entrar, mi primer objetivo es protegerla de cuanto germen pueda traer de la calle.
Con los médicos trabajamos codo a codo, mi especialidad es la de laboratorio clínico, pero sé que esta labor de campo contribuye a la prevención y es mi deber como estudiante. Los vecinos son bastante receptivos y colaborativos. Nos reciben con respeto, brindan toda la información que necesitamos; depende de ellos la veracidad de nuestros registros.
Por eso creo que prevenir es una necesidad para todos los que somos afectados, cada uno pone un grano de arena: nosotros pesquisamos, la población tiene que ofrecer datos confiables, ser conscientes de que es nuestra mejor arma.
Al principio, como joven inexperto, subestimaba la enfermedad. Los datos lamentables me han hecho ver lo vital de la labor que realizo. Mi abuela, tías y mi mamá hacen nasobucos para todos, también soy portador orgulloso de esa tarea que realizan las mujeres de mi familia”.
“LA JUVENTUD NO ME RESTA RESPONSABILIDAD”
Magela Somoano tiene solo 18 años, cargados de mucha alegría y energía que canaliza para tomarse muy en serio las visitas a las viviendas en su comunidad.
“Cuando salgo, llevo mil recomendaciones de mi familia, mi pomo de agua y mi nasobuco. Cuando nos convocaron, las indicaciones fueron tocar la puerta y alejarnos a un metro de estas, no tener contacto con nadie en las viviendas; no entrar; preguntar si alguien presentaba fiebre, tos o falta de aire, e informar el deber de acudir al consultorio ante cualquier síntoma.
Todos los datos los entregamos al consultorio, además del rango de edad de las personas en la casa. Cada día visitamos en pareja, al menos a 80 pacientes en el barrio que nos asignaron; aunque una vez por semana, vamos hasta lugares más alejados, de forma rotativa, para asistir y controlar también el estado de salud de las personas que viven distantes del centro de la comunidad”.
Magela lleva con ella a cada pesquisa, material para realizar anotaciones, mucha seriedad porque entiende que su labor es imprescindible en estos tiempos, y bendiciones y ruegos de su mamá para que transcurra ese breve tiempo lejos de ella cada mañana, lo más a salvo posible.
“HACEMOS LO QUE NOS CORRESPONDE COMO ESTUDIANTES DE CARRERAS DE LA SALUD PÚBLICA”
“Esta situación y mi obligación moral y social de pesquisar para prevenir, hasta me ha hecho conocer vecinos que ni sabía que tenía”, comenta Ana Lilian Lugo, estudiante de medicina.
“Las personas ya nos ven venir y nos dicen que están bien, que no hay nadie con síntomas respiratorios, siempre insistimos en eso y en el registro de individuos mayores de 60 años y aquellos ancianos que viven solos, por la vulnerabilidad que presentan ante la enfermedad. También recalcamos que deben mantenerse informados por los canales oficiales, porque consideramos que el conocimiento nos pone alertas ante el peligro de la COVID-19.
Muchas rutinas me han cambiado; además de la interrupción de las clases, también se ha modificado la forma en que llevo mi relación de pareja, porque él está encargado de garantizar que las condiciones idóneas estén creadas para el aislamiento de aquellos casos sospechosos que se encuentran en la facultad de cultura física «Nancy Uranga Romagoza». Los dos tenemos funciones inaplazables e imprescindibles que cumplir para el bien de nuestro país, eso, lejos de separarnos, nos ha unido más”.