En sus Crónicas de la Guerra, el general del Ejército Libertador José Miró Argenter, describió con grandilocuencia la última jornada de la Invasión de Oriente a Occidente: “Íbamos a Mantua. ¡Hermoso día! Aún veíamos los cerros de Guane, azules, pintorescos, y las ondas del Cuyaguateje marchando lentamente hacia el mar. Sobre nuestros flancos se alzaba la cordillera de los Órganos con sus picos cubiertos por nubes, y se descorría la espléndida decoración de Montezuelo, el paisaje más brillante de Vueltabajo. Todo es igualmente hermoso en este último lugar: el abra de los montes, el color de la tierra, el color de la montaña, las fajas de cultivos, el verde profundo de la vegetación silvestre y la alegría de sus mozas, que parecen haber tomado de la decoración el matiz y el jugo vital. Todo cantaba en Montezuelo: el río, el aire, el rumor del bosque, la tropa voladora y la gallarda juventud”.
Eran aproximadamente las cuatro de la tarde del 22 de enero de 1896 cuando la tropa mambisa se adentró jubilosa por las calles de Mantua. La gente los vitoreaba desde los portales ubicados a ambos lados de la calle Real y el constante repiquetear de la campana de la iglesia, traída desde Barcelona dos años atrás, anunciaba que algo muy trascendental estaba ocurriendo en aquel pueblo sencillo.
“A la vanguardia cabalgaba el abanderado, Panchito Figueroa Hernández, seguido muy de cerca por el ‘Regimiento Vueltabajo’; inmediatamente detrás, erguido en su brioso corcel cabalgaba el general Maceo rodeado por sus ayudantes, su escolta y el Estado Mayor; después, el ‘Regimiento Las Villas’, encabezado por su adalid el joven brigadier Juan Bruno Zayas; luego el ‘Regimiento Céspedes’ cuyo jefe, el coronel Pedro Ramos, había caído en el combate de Las Taironas, por último la infantería oriental del coronel Quintín Bandera y el resto de las unidades mambisas, incluidas las de logística”.
Contó el capitán mambí Israel Consuegra Guzmán, partícipe de aquella contienda.
El museo de Mantua atesora testimonios de pobladores que atestiguaron la llegada del Titán de Bronce y sus hombres a la villa:
“Yo vi entrar al general con su columna en Mantua. Si para todos fue una fiesta su llegada, para mí, un niño de ocho años, eso sí, muy despierto, fue la realización de un sueño ver de cerca al personaje del que contaban hazañas prodigiosas los que venían de Vueltarriba”.
Relató el vecino Paulino Cáceres hacia 1960.
“Lo vi entrar en su caballo”, prosiguió el locuaz narrador, “el cinturón terciado, un machete al cinto, armado de fusil, el sombrero con el ala virada y en el centro una estrella. Vi a mi general saludar al pueblo que lo aclamaba con auténtico júbilo…”
“De la entrada al pueblo lo seguí en tumulto, tras la tropa en perfecta formación; no lo vi más después de que desmontó frente a la casa de Ildefonsa Izquierdo, una anciana muy humilde vinculada a la insurrección que luego resultó abuela de mi mujer”, concluyó Cáceres.
El grueso de las huestes libertadoras acampó en la finca Mangos de Roque, cuya arboleda ofreció abrigo y reposo a los extenuados combatientes.
Cuentan que los voluntarios españoles huyeron del pueblo por temor a una represalia; pero Maceo los instó a volver a sus hogares y aseguró que nadie sería lastimado.
A las tres de la tarde del 23 de enero de 1896, en el Ayuntamiento de Mantua, se celebró un consejo abierto donde fue signada el Acta Capitular que dio por concluida la Invasión.
Tres meses atrás, el 22 de octubre de 1895, desde el histórico sitio conocido como Mangos de Baraguá, se puso en marcha la estrategia de Gómez y Maceo de extender la lucha hasta el extremo más occidental de Cuba y obligar a los españoles a dispersarse y combatir simultáneamente en las seis provincias del país.
Abrir las costas a expediciones, aumentar los hombres y efectivos del Ejército Libertador, destruir la economía de Occidente, eliminar las manifestaciones de caudillismo y regionalismo, extender la República en Armas y lograr reconocimiento internacional fueron algunos de los objetivos propuestos con dicha gesta.
El mando español de Holguín intentó bloquear el paso de Maceo, pero este logró entrar victorioso en Camagüey. Sin que su contingente lamentara una sola baja cruzó luego la trocha de Júcaro a Morón y se unió a las tropas del Generalísimo en territorio villareño.
En dicha provincia los patriotas libraron importantes combates en los cuales se logró arrebatar considerables cantidades de armas y parque al enemigo.
Luego avanzaron hasta Matanzas, defendida por unos 30 000 soldados españoles dirigidos por el general Arsenio Martínez Campos.
Haciendo gala de su astucia los jefes mambises simularon retroceder hasta Oriente, aproximándose con sus tropas hasta el límite con Las Villas, pero giraron nuevamente hacia Occidente en lo que se dio a conocer como el Lazo de la Invasión.
Los insurrectos avanzaban a un ritmo de 16 horas de marcha diaria. Llevaban los ojos llenos de asombro por los paisajes nuevos de su Isla que descubrían en el trayecto.
Tomaron ocho poblados importantes de La Habana. Allí se separaron Gómez y Maceo. El primero permaneció en ese territorio, mientras el Lugarteniente General avanzaba hacia Pinar del Río con apenas 1 500 combatientes.
Para respaldar las acciones armadas del Titán en Vueltabajo e impedir que las tropas españolas de La Habana se abalanzaran sobre su compañero, Gómez usó su ingeniosa táctica de la lanzadera. Iba y venía constantemente sobre el enemigo, confundiéndolo totalmente; entretanto Maceo atravesó Pinar del Río, libró con éxito brillantes batallas, tomó poblados y plantó la bandera de la estrella solitaria en Mantua, el humilde terruño donde se concretó el éxito de tan intrépida empresa, considerada por varios expertos militares de la época como el hecho de armas más audaz del siglo XIX.
Los propósitos de la Invasión se cumplieron cabalmente. Los mambises atravesaron 1 800 kilómetros en tan solo 92 días. Durante su fatigoso viaje libraron 27 combates contra huestes superiores en hombres y efectivos. Se dice que “la fuerza invasora nunca sobrepasó la cifra de 4 500 efectivos, mientras las tropas del ejército colonial español desplegadas en su frente sumaron cerca de 200 000 soldados regulares y paramilitares”.
El arte militar cubano se lució en aquella gesta descrita con justeza por el periódico norteamericano The Sun: «La habilidad de la estrategia del jefe revolucionario jamás ha sido sobrepasada en una guerra (…) se acerca más a los prodigios de la leyenda que a los anales auténticos de nuestro tiempo…”
Por su parte el general estadounidense Sickles, veterano de la Guerra de Secesión, la calificó así: «La marcha de Gómez, desde el punto de vista militar, es tan notable como la de Sherman (…) debemos poner a Gómez y a Maceo en la primera fila de la capacidad militar».
Fuentes consultadas
- Boza, Lázaro (2018). Acta capitular, banquete y baile del general Antonio Maceo en Mantua. Reviviendo los hechos. Ecos de Mantua. Recuperado de http://www.ecosdemantua.cu/index.php/2018/01/24/acta-capitular-banquete-y-baile-del-general-antonio-maceo-en-mantua-reviviendo-los-hechos/
- Consuegra y Guzmán, Israel (1930). Mambiserías. Episodios de la Guerra de Independencia 1895-1898. Imprenta del Ejército. La Habana, p. 145.
- Mayor General Máximo Gómez Báez. Sus campañas militares. Tomo II Editora Política. La Habana, 1986.
- Miró Argenter, José (1970). Crónicas de la Guerra. Ediciones Huracán. Instituto Cubano del Libro, La Habana. Tomo III, p.101.
- Portal del Ciudadano de Pinar del Río (2019) 22 de enero, conmemoran en Mantua entrada de la Columna Invasora del Titán de Bronce. Recuperado de https://www.redpinar.gob.cu/es/actualidad/noticias/328-mantua/5045-22-de-enero-conmemoran-en-mantua-entrada-de-la-columna-invasora-del-titan-de-bronce
- Testimonio ofrecido por Paulino Cáceres al historiador mantuano Danilo Pulido Correa a finales de la década de 1960. Archivo del museo de Mantua.