A Cuba le «llueven» razones a diario; en todos los minutos de cada hora, sin exclusión de meses ni de años; sin excepción en la geografía. En todas partes, invariablemente le llueven.
De motivos son también esos «aguaceros». Y más profusos se advierten en el comienzo de un mayo que, plagado de gloria, renueva los empeños de hoy y los del mañana.
El quinto mes del año nos espera de nuevo en su primer día. Tendremos otra vez, y seremos, desbordamiento proletario. Retocadas calles y plazas de la Isla se abren al orgullo de aquellas manos de empuñar azada o fusil, que pasarán ahora portando un cartel, una bandera, un afiche.
Se estremecerá el archipiélago, y la resonancia hará vibrar otras latitudes, con este encanto que viene de la unidad, cuando pase, como una sola, la multitud con los brazos en alto y apretados los puños, y diga el pueblo a una sola voz: «¡Manos sionistas e imperialistas, fuera de Palestina!» y «¡Abajo el bloqueo contra Cuba!».
Niños y niñas pasarán también, sonrientes, acaso agitando banderines, unos de las manos, otros en los brazos o sentados sobre el cuello de una madre o de un padre.
Pie con pie caminarán con nosotros amigos del mundo, a cuyo lado hemos sabido andar y andaremos. Otros nos admirarán desde lejos, cuando vean las imágenes del insólito espectáculo proletario. Tal vez repitan un «viva» o un «gracias, Cuba». Y quizá vuelvan a escuchar a Fidel: «Adelante, vencedores, que esta humanidad tiene ansias de justicia».