Cuba evoca hoy el genio militar y compromiso patriótico del Mayor General del Ejército Libertador Ignacio Agramonte Loynaz (1841-1873), al cumplirse 148 años de su caída en combate.
Abogado de profesión El Mayor, como es también conocido, fue fundador de la Junta Revolucionaria que organizó las actividades conspirativas en la región de Camagüey (centro-este), y uno de los principales líderes de la guerra de independencia cubana iniciada en 1868.
Desde las llanuras de ese territorio organizó la legendaria caballería que puso en jaque al ejército colonial español en la región central del país.
Frente a las corrientes anexionistas y reformistas que acechaban a la voluntad emancipadora de los cubanos apuntó: ‘Que nuestro grito sea siempre independencia o muerte, y que cualquier otro sea mirado en lo adelante como un lema de traición’.
El Mayor fue además uno de los principales protagonistas de la Asamblea de Guáimaro, sitio donde se aprobó en 1869 la Primera Constitución de la República de Cuba en Armas.
Al caer en combate, con 31 años, en Jimaguayú, 32 kilómetros al suroeste de la ciudad de Camagüey, había dirigido más de 100 acciones militares entre las que destaca el rescate del General de Brigada Julio Sanguily, apresado por tropas españolas.
La sorpresiva carga al machete con la que enfrentó junto a 35 de sus hombres a una columna de las fuerzas de la metrópoli el 8 de octubre de 1871, liberó a Sanguily y anotó de paso una importante victoria política para las filas mambisas.
De acuerdo con el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, ese combate pasó a la historia como ‘una de las más extraordinarias acciones de armas; un hecho que levantó el ánimo en el campo cubano en momentos difíciles, que electrizó prácticamente a todo el mundo’.