Esta historia tiene su inicio cuando la CIA, obsesionada con el control de la mente humana, sacrificaba personas implantándoles en el cerebro antenas para recibir órdenes por radio o aplicándoles descargas eléctricas, de acuerdo con la Operación MK ULTRA hoy desclasificada y en la red.
Pero solo se acercaron a esos resultados, sin necesidad de abrir el cráneo a la gente, al desarrollar métodos de guerra cultural y sicológica hace ya 70 años con otra Operación bajo el criptónimo de Qkopera, según recoge la investigadora inglesa Frances Stonor Saunder en su texto La CIA y la Guerra Fría Cultural.
Allen Dulles, director de la Central de Inteligencia yanqui, desde 1953 y hasta 1961, concibió el plan para actuar en la cultura y los intelectuales y enfrentar la influencia creciente de la URSS y el socialismo, en el destruido Viejo Continente de los años inmediatos del fin de la II Guerra Mundial en 1945.
En 1950 fue fundada la institución madre de una tupida madeja de tapaderas culturales de la operación, el Congreso de la Libertad Cultural (CLC), con sucursales en 35 países. Contrataron y utilizaron a miles de personas, incluyendo artistas, intelectuales y periodistas, así como casas editoras, órganos de prensa, galerías, museos de arte y todo tipo de instituciones culturales para replicar en formato cultural los intereses geopolíticos de EE.UU.
Tal despliegue de supuesto activismo cultural fue sufragado con fondos casi ilimitados del gobierno y de los provenientes de la ayuda económica de Estados Unidos para la reconstrucción europea después de la II Guerra Mundial.
Colaboraron con dedicación a los planes de los servicios especiales estadounidenses y sirvieron de cubiertas de esas acciones las principales instituciones mecenas del arte y la cultura con impacto mundial, como las fundaciones Ford, Rockefeller, el Museo de Arte Moderno de New York, (MOMA) y otros.
Además, los directivos de ese aparato de espionaje se beneficiaron de una ayuda involuntaria pero esencial, por la desacertada política cultural en curso en la URSS y sus aliados europeos que se caracterizó por la falta de diálogo con los creadores, aplicación de métodos burocráticos y represivos contra los que no adoptaban la doctrina estética oficial del llamado Realismo Socialista.
Esas desviaciones desarrolladas desde decenios anteriores crearon amplios sectores de intelectuales descontentos y opuestos al sistema institucional que caían en las redes del sistema de influencia de la Agencia, creado por Qkopera y el CLC, y que serían factores importantes en las crisis finales que conllevaron a la desaparición de la URSS y el socialismo en Europa oriental muchos años después.
En el ámbito mundial fueron ganados intelectuales liberales y críticos con la política soviética, algunos lejos de los postulados de la extrema derecha, quienes fueron calificados como la “ izquierda anti soviética” por los servicios de inteligencia, pero que resultaron muy útiles en la creación de un clima mediático anti soviético.
La revista norteamericana Ramparts y en el diario New York Times publicaron en 1966 y 1967 artículos e investigaciones respecto a varias organizaciones patrocinadas por la Central de inteligencia, lo cual reveló gran parte de su operación y provocó un gran escándalo en la sociedad estadounidense y la desarticulación de la operación.
No obstante, el legado de esa primera operación subversiva a escala universal reverdece con el uso de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) basados en los algoritmos matemáticos e inteligencia artificial con el fin de derrocar gobiernos, cambiar intenciones de votos y convertir a villanos y farsantes en líderes bajo la carcasa de las llamadas Revoluciones de Colores.
Cuba en los últimos años fue objeto de intentos de Revoluciones de Colores. En 2006 en ocasión de la muerte del Comandante en Jefe Fidel Castro, la misión estadounidense en La Habana dirigió a un supuesto líder de la oposición, Raúl Capote, en realidad colaborador de la contrainteligencia cubana, para que se lanzara a las calles junto a su organización denominada Génesis en los planes subversivos.
Posteriormente, una investigación de la agencia de prensa estadounidense AP publicitada en 2014 demostró la reincidencia de la USAID, fachada de la CIA, para lograr parecidos propósitos de “Génesis” pero por otras vías, al sufragar y preparar en el exterior a jóvenes músicos y en especial al dúo Los Aldeanos, actualmente residentes en EE.UU, para promover disturbios en el país entre jóvenes.
El foco de esas protestas sería el Festival de Rock La Rotilla, que lideraba un implicado en la conspiración que se realizaba en la Playa Jibacoa, a 50 kilómetros al este de La Habana. y que desde 2006 recibía fondos de la USAID, según la AP.
En la actualidad, funcionarios de la sede estadounidense en La Habana repiten la historia, y conforman una especie de grupo de apoyo y dirección directo al grupúsculo Movimiento San Isidro de supuestos jóvenes artistas para que realicen provocaciones y hechos violentos que justifique la agresión directa de Estados Unidos o por lo menos obstaculice cualquier cambio hacia la normalización de las relaciones entre los dos países ante la asunción de la nueva administración.
Todo ese arsenal y base teórica para la subversión heredada de la Guerra Fría nuevamente fracasará en sus intentos de dividir la sociedad cubana y convertir en su baluarte a la joven intelectualidad cubana, bajo premisas que fueron efectivas en los ya lejanos años de guerra cultural exitosa contra la URSS y el Campo Socialista, pero no en la Cuba de hoy.