Este 31 de marzo – nos hace pensar: cuando los pinareños creíamos que estábamos cerca del descenso de la COVID-19, la matemática nos obliga a repensar; vimos que sin llegar a una meseta estable fuimos descendiendo, como buen augurio, pero los 98 positivos de hoy nos tuercen todos los planes.
La lógica indica que un número alto vaticina multiplicación, porque entre esos 98 develaron a 56 asintomáticos al momento de la muestra, y más que pensar en ellos nos obliga a preguntarnos: ¿cuántos pinareños más deambularan contagiados por nuestras calles? Y es natural, porque incluso en cinco no se conoce la fuente de infección. Quizás les parezca poco, pero qué estela pudieron dejar cada día a su paso.
Se estudiaron 1 239 muestras, que para la estadística es considerable, pero por otro lado tenemos que el grupo más representativo está entre los 20 y los 40 años, precisamente los más dinámicos, los de mayor movilidad y con alto número de probabilidades de contagiar a más personas.
Es de suponer que los especialistas tienen mayor visión que la nuestra y manejan variables más ajustadas a la realidad, aparte de las predicciones matemáticas, porque los grupos son integrales y no se trata de un cerebro pensando, sino de mucha gente preparada y experimentada. Confiamos en ellos.
En las reuniones diarias que nos informan por la televisión y otros medios, en las que participan las máximas autoridades del Partido y el Gobierno, las críticas son incisivas ante el mal trabajo que se hace en algunos lugares, y ya no solo se llama a cordura a la población, sino que se insiste en la labor de los cuadros y las organizaciones políticas, de masas y sindicales.
En más de una ocasión he escuchado criterios bien pensados, de cuadros y periodistas, de hallar soluciones y medidas diferentes, porque las actuales parece que no bastan.
Y me hace pensar en que tenemos que comenzar a cuidar a los demás. No sé cómo, pero lo explico: se supone que nadie cuida más a nuestra vida que uno mismo; que nadie puede ocuparse más de la familia que uno mismo. Pero ese ontológico pensamiento ha fallado.
Entonces comencemos a cuidar a los demás, quizás con persuasión, con exigencia, con ordeno y mando si es preciso, porque quien nos va a enfermar es el vecino, es el familiar alocado, es el compañero de trabajo, es el amigo que nos visita o nos aborda en la calle.
Todavía se realizan reuniones intrascendentes, de cosas que nunca serán más urgentes que la propia vida; la sociedad cubana está fortalecida y consolidada y porque se deje de celebrar un acto o una reunión nada pasará. Y si está demostrado que hay muchos eventos institucionales quiere decir que el virus está en la calle y que el puesto de trabajo no siempre es seguro.
Cómo una madre trabajadora puede cuidar a su menor –y este día las mujeres fueron más- si tiene que acudir por necesidad al trabajo, pero además sumarle cosas baladíes; el joven que tiene que acudir a la producción y los servicios, no sería mejor dedicarlo a su labor específica y no sumarle cosas que le añaden.
La economía no se puede detener, pero economía es producir, no filosofar; producen los de alimentos, los que construyen, los que fabrican útiles y no los que están metidos en papeles, discursando o haciendo planes para los demás. ¿O acaso no estamos hablando de vida o muerte?
Y soy sincero: hay gente que se justifica su permanencia en la calle por la cantidad de obligaciones reales o ficticias.
La morbilidad abarca a casi toda la provincia, salvo excepciones, como Mantua; no hay rincón que diga “a mí no me llegará”; desde febrero se aplicaron medidas de contingencia y llegamos a marzo aún peor… ¿qué esperaríamos para abril? Sinceramente los pronósticos no son buenos y ¿qué tendría que suceder para evitar la multiplicación de las estadísticas.
Se ha pensado en todo lo valioso y factible, se aplican las medidas, pero en cada despertar hay incertidumbre. La gente de la calle, el ciudadano común ha llegado a un estado que cuando ve un día el reporte de baja tasa, se pone las manos en la cabeza y expresa: ¡Ay Dios mío, lo que nos espera mañana!
Sería deshonesto decir todo lo contrario, en lugar de buscar culpables seamos más eficaces en el accionar, y eso nos toca a todos, porque cuando escribí: cuidemos a los demás, es porque conozco de gente que camina por el filo de navaja, con familiares aislados y ellos por la calle, por obra y gracia de la casualidad; otros que quizás saben que estuvieron cercanos al peligro (saben que alguien conocido esta infestado) y lo ocultan.
Las aceras, calles, parques, establecimientos están repletos cada día de niños, adolescentes, jóvenes y adultos que para nada tienen que estar fuera de casa, pero no pasa nada. El que lo dude que camine por los barrios.
La responsabilidad, la cordura, el buen sentido y el amor a la vida parece que están de vacaciones. Mantengamos el optimismo, pero para eso hay que asegurar que la masa marche en un mismo sentido.
Los especialistas, las autoridades y los que están al frente de la tarea nos facilitan el conocimiento y los útiles para hacer, llevan meses dedicados a eso, pero seguimos sin aprender. Es como si ellos estuvieran secando un pozo y todo el que pasa le abre una llave (pila) a cada rato que se descuidan. ¿Sería posible un día secar el pozo?