La pandemia nos puso a pensar, vemos que la vida se transforma cada vez más, todo es perecedero, pero hay un tesoro fiable que no podemos perder, la descendencia.
El dinero surge y se evapora, las casas –las más bellas – se deprecian, los autos se destruyen, ningún bien es durable, incluso algo tan valioso como la amistad, cuando la sometes a intensas presiones se modifica o puede desaparecer, pero lo tuyo, lo que nació de tu cuerpo, siempre sigue intacto.
Un hijo lo será de por vida: bueno o malo es el tuyo; si cambia la identidad sexual sigue como tuyo; si delinque, es tu hijo; es como hallar una piedra preciosa al encontrarla en bruto la vas tallando como orfebre y al final logras tu obra.
Y pensar que todo este preámbulo es para abrirte los ojos y los oídos, para decirte lo que sabes de sobra, lo que hace un año y pico se repite, que la situación sanitaria al nivel global es crítica y tienes que evitar que los tuyos vayan a la hoguera.
Los científicos desde el principio pensaron que la Covid-19 tenía un pacto de respeto con los niños; durante meses se creyó que les tenía cierto amor; luego cotejaron y descubrieron que es mentira, que igualmente se enferman; ahora está demostrado que todos somos vulnerables y que como ocurre con todas las cosas, los más pequeños y los más viejos son los menos duraderos.
También hace más de un año que la ciencia nos viene enseñando y durante mismo tiempo nosotros empeñados en no aprender. Los muy viejos y los menores si usted no los lleva a la calle no tienen por qué enfermar, excepto que usted y los suyos le traigan la parca a la casa.
Aclaración necesaria, Cuba hasta ahora no ha tenido niños fallecidos por la Covid-19, pero caminamos por el filo de la navaja. El doctor Durán –se ha ganado que lo tratemos familiarmente- informó el dos de enero que desde que el 21 de marzo de 2020, fecha que Cuba reportara el primer paciente pediátrico positivo a la COVID-19 hasta el 31 de enero de 2021, el país acumula 2 882 menores de edad diagnosticados con el SARS-CoV2, y solo en el primer mes del año la cifra alcanzó alrededor de los 1 600 infantes, lo que representa más pacientes enfermos en ese mes que en todo el 2020.
Hoy, día tres, volvió a insistir, que de 893 PCR positivos en país tuvo 101 menores de 20 años, para hacer crecer la cifra de todo el período a 3077, y lo peor es que en estos momentos están ingresados en hospitales pediátricos cubanos 555 menores de 18 años.
Y rápidamente explicó: ninguno grave. En este calvario no se ha registrado ningún fallecimiento en la edad pediátrica, pero tenemos la gran duda ¿cuánto durará?
La epidemia sigue, visita hogares, barrios, municipios, provincias, va y vuelve, nos confunde y cuando creemos estar bien volvemos para atrás.
Por ejemplo, en Pinar del Río llegamos a estar bien, todos fuimos muy felices y pasadas unas semanas regresamos; volvimos a levantarnos y hace solo horas caímos de nuevo al fondo del pozo: primera fase de una escalera muy difícil de trepar, pero de la que caemos hasta el más bajo peldaño (estadístico) en solo unos días.
¿Y vamos a seguir con la misma cantaleta sin que el entendimiento se abra camino? ¡ Cómo explicarles a las madres que están junto a su hijo en una sala o una terapia que la culpa es de la familia! O quién le trajo el virus de afuera.
Cómo explicarle a los padres, cuyos hijos no van a clases, que no pueden continuar por las calles; es que acaso la multa monetaria gigante tiene que convencer a la gente para que se proteja, o ¿qué tipo de animal inteligente somos?, los que nos cura o convence más será el talonario del policía o del inspector, antes que nuestro raciocinio?.
¿Qué más se debe decir, explicar, de cómo hay que protegerse? No es saludable tampoco, que encima de estar enfermo crear un estado de culpabilidad a las personas. Es doloroso imputar a una familia por la muerte de su ser querido. Pero más doloroso es que haya un ejército de personas para evitar las “conductas suicidadas” de alguna gente y que ellas no aprendan.
O es que al final le van a creer más a la muerte que a los médicos, ¡fíjense, piensen, que entre ellos hay una competencia y los galenos son los que están de nuestra parte.