Cuando la pinareña Ana Tamara Díaz Rodríguez pasó a la jubilación laboral, sintió un gran agobio. Ese cambio radical en su vida, luego de tantos años de trabajo, además de otros problemas familiares, la llevaron a caer en depresión.
El remedio no lo encontró entonces en ningún fármaco, sino en el proyecto sociocultural comunitario Renacer a la vida, una iniciativa de la Cátedra del Adulto Mayor, que en los últimos 15 años ha ido ampliando su radio de acción hasta lograr un impacto social mayor que el que se habían propuesto sus gestores en un inicio con los talleres de manualidades.
“Empecé a ver cosas, el hermanamiento entre los integrantes del proyecto, me sentí estimulada a salir de la casa, a arreglarme, maquillarme…; he pasado cursos, he ido a exposiciones en las que ves el trabajo de otras compañeras y te surgen ideas, además de la ayuda económica que recibo por mi labor como tejedora”, cuenta Ana Tamara.
Mientras la escucha, la gestora principal del proyecto, Mireya Quintana Pereda, asienta con la cabeza para confirmar las palabras de su compañera de equipo y agrega: “Renacemos cuando estamos en el entorno del grupo, lo mismo nos regalamos un creyón que una pastilla, somos personas jubiladas, pero con una vida social y cultural”.
De las ferias de artesanías que realizan periódicamente en el portal de la casa de cultura Pedro Junco proviene el sustento económico del grupo, el cual asumen como contribución a la economía familiar y también de la provincia, pues realizan donativos al Pediátrico, a la Casa de Niños sin Amparo Filial, entre otras instituciones. Es esta una muestra fehaciente de cómo la cultura, allí donde florece, dinamiza otros procesos.
CRECER DESDE LA CULTURA
Renacer a la vida fue uno de los proyectos participantes en el taller de intercambio de experiencias comunitarias, organizado recientemente por el Centro de Intercambio y Referencia Iniciativa Comunitaria (Cieric) en la sede de la Uneac en Vueltabajo.
En ese espacio coincidieron líderes de más de una decena de proyectos e iniciativas comunitarias, promotores culturales, instructores de arte, entre otros actores de la vida en la comunidad, con la intención de debatir acerca del desarrollo local, al tener a la cultura como factor de integración e impulso.
“Cieric plantea la metodología del triple enfoque cultural, es decir, el desarrollo local, desde la perspectiva de ellos, tiene en cuenta a los sujetos, las subjetividades y las prácticas culturales, desde estas tres miradas es que se lleva un enfoque cultural al territorio”, explica Ludey Liudys Izquierdo Carballo, especialista del centro en Pinar del Río.
“Hoy las crisis por las que atravesamos hacen que la gente se desentienda un poco de lo que es lo social, lo comunitario, lo colectivo, la gente empieza a mirar su pedacito. Cieric potencia entonces un espacio para reflexionar en la importancia de que de conjunto trabajemos por un desarrollo de la comunidad en todos los ámbitos”, añadió.
Nuestra provincia cuenta con valiosas experiencias en lo que respecta al trabajo comunitario. La Camorra, El Patio de Pelegrín, Con Amor y Esperanza y El marañón se fortalece son algunos de los proyectos que destacan por sus resultados de trabajo y reconocimiento en el contexto nacional.
“También tenemos muchas iniciativas cuyos creadores están aprendiendo las metodologías para diseñar un proyecto; hablamos de buscar un impacto social, que haya una transformación de la comunidad, que se empodere su gente, que se apropien de los recursos de la propia comunidad, y entonces el desarrollo sea endógeno, sin necesidad de financiamiento externo”, apuntó la especialista.
Otra de las experiencias compartidas en el taller fue presentada por Noel Méndez Ravelo, gestor del proyecto Cultura y Participación Comunitaria para el Desarrollo Local del municipio de La Palma. Aunque con pocos años de trabajo, ya son notables los resultados de este emprendimiento, sobre todo por la inclusión de la línea sociocultural dentro de la estrategia de desarrollo del gobierno local.
“Se ha generado empleo en las comunidades, se identificaron recursos culturales y creativos que posibilitaran que las personas vieran una manera mejor de desarrollarse económica y socialmente, se consiguió un financiamiento del Gobierno para desarrollar todo este sistema de trabajo”, asegura Méndez Ravelo.
En opinión del gestor, la premisa de trabajo ha sido entender la cultura como un conglomerado mucho mayor que las manifestaciones artísticas, pues incluye también los modos de actuación, creencias, conductas sociales, entre otros rasgos que determinan el desarrollo de la comunidad.
“En el consejo popular La Jagua hemos fortalecido una finca agroecológica a partir del rescate de las tradiciones campesinas; en Caiguanabo incorporamos la minindustria de conservación de frutas y vegetales y un eco museo con instrumentos de los campesinos, y en el consejo popular Urbano tenemos una red de patios de todas aquellas personas que se dedican a fortalecer las tradiciones palmeras: el cultivo de la orquídea, el patio del catauro, el patio del repentismo y el patio de la afrocubanidad”.
CUESTIÓN DE TODOS
Hoy el éxito del trabajo comunitario en Pinar del Río no solo depende de los proyectos e iniciativas con que cuenta el territorio. Las alianzas con la Universidad de Pinar del Río, los gobiernos locales, el Centro de Gestión Estratégica para el Desarrollo Local y otras instituciones, también determinan los resultados.
En opinión de Yenicet Pupo, miembro de la Junta Directiva Nacional de Cieric, no se puede perder de vista que lo más importante del desarrollo local al que aspiramos es el bienestar de la gente. “Para eso tenemos que trabajar desde todas partes, con proyectos, programas, propuestas institucionales y personales”.
La también directora de la Editorial Cauce recordó que el trabajo comunitario en Cuba surgió como concepción gubernamental y política pública entre los años 1991 y 1994, en medio de lo que se llamó el periodo especial. “Entonces, retomarlo en este momento enlaza dos etapas muy difíciles del país, pero además, con resultados muy concretos de acercamiento a las personas, desde la gestión cultural o desde otras posiciones, pero utilizando el arte y la cultura como una vía para llegar a las comunidades”.
En ese sentido, Yenicet Pupo resaltó el hecho de que en la actualidad exista una base legal y de asesoramiento para acompañar las iniciativas que surjan, a lo cual se suman espacios como el propio taller de intercambio de experiencias.
Transcurren tiempos difíciles en lo económico y lo social. En ese contexto, la cultura comunitaria muestra sus potencialidades como factor de cambio de esas realidades. Aprovecharlas al máximo, en bien de todos, constituye una oportunidad impostergable.