Para nadie es un secreto que el deprimido sector electroenergético en Cuba, lejos está de pasar siquiera por un momento de al menos “sobriedad”, si se le pudiera llamar de algún modo. Los fallos imprevistos, los mantenimientos a deshora, la escasez de combustible y las malas y pobres inversiones en el sector anuncian que el escenario no será para nada halagüeño.
Por otra parte, –y nadie ose pensar en que el escriba es tonto– tampoco es menos cierto, que el sector privado y los lugares de lujo de ciertos personajes acaparan, utilizan y secuestran sin discreción alguna una grandísima parte de la escasa generación producida por nuestras termoeléctricas. Esto, por supuesto, acrecienta y agrava el problema de los apagones sobremanera.
Debido a lo anterior, cada cubano ha tenido, y tendrá que seguir buscando alternativas. Elecciones en base a “profundidad de bolsillos” que van desde abanicos de cartón, ventiladores recargables, convertidores e inversores y paneles solares, hasta las últimas y modernas estaciones de carga con baterías de litio incorporadas.
Sin embargo, según un censo informal, son las plantas de combustión las que gozan de mayor popularidad. Y con la adquisición de estas últimas –debido a la masividad– todo se complica, pues comienzan otros problemas relativos a la búsqueda de combustibles, aceites sintéticos y piezas de repuesto. Todos ellos rozando las reventas e ilegalidades.
A ello súmense los ruidos excesivos en los “silencios” de las noches vecinales en apagón, y… el humo a base de dióxido de carbono. Este último, un asesino silencioso, que poco a poco les está pasando factura a nuestros pulmones.
Personalmente, el escriba conoce a familias que, por su condición médica de alergia, la están pasando fatal con el asma. Y sí, es cierto que hay alternativas mejores y más limpias como las situadas líneas arriba (léanse las baterías y los paneles solares). Pero, y siempre hay un pero…, desafortunadamente, a estas tecnologías no se les ha dado ni la promoción ni las facilidades de pago suficientes para que las familias cubanas accedan a ellas.
Lo primero que no se conoce es que los costos relativos a una instalación solar son similares a los de una planta de generación media, y con un sinnúmero de ventajas, la primera opción gana con creces.
¿Dónde está lo espinoso del tema? Pues, en que el expendio de dichos paneles debe ser a través de un tercero. Sí, si usted desea adquirir estas celdas fotovoltaicas con legalidad, debe tener un amigo, conocido o testaferro que lo haga por usted.
Ojo, esta tercera persona debe ser dueño de un negocio o mipyme, y contar con tarjetas fiscales con numeraciones que comiencen por 9226. Y ahí se comienza a torcer más el asunto, pues al ingresar usted su dinero en dicha tarjeta, al término del año fiscal, usted deberá abonar, por encima del costo inicial, el fisco por dicho monto ingresado…, eso sin contar si ese tercero le cobra comisión extra por la “facilidad de compra”.
Estoy de acuerdo con que la moneda a pagar sea la fuerte, pero no entiendo ni logro comprender el porqué del antojo o malcriadez de solo venta a no estatales. ¿Por qué no vender también a personas naturales?
Es cierto que la venta debe ser en dólares estadounidenses depositados en estas tarjetas y no en el exiguo MLC, que solo existe virtualmente. Pero, se me ocurren varias interrogantes entonces: ¿por qué no aprovechar la flexibilidad de las nuevas tarjetas clásicas con las cuales, a parte de la compra de combustibles, también pueden usarse en tiendas estatales? ¿Por qué no expandir el uso de las mismas a esto?
Si indaga sobre el tema, querido amigo lector, se dará cuenta de inmediato que quienes hoy pueden acceder a estas tecnologías y efectuar las compras en lugares específicos estatales, lo hacen con el fin de reventas, de engrosar sus bolsillos y lucrar inescrupulosamente una vez más con la necesidad del cubano promedio.
De manera ferviente, creo que la solución nunca será el sectarismo o los baches en el camino. Burocratismos, mentes obtusas y malas decisiones no deben seguir empañando o dificultando los ingresos a la economía nacional y el desarrollo sostenible del nivel de vida en general.
Establecer nuevas regulaciones o decretos que favorezcan una mejor calidad de vida y el poder contar con una energía limpia a nivel de cada hogar, y por ende, inyectar moneda fuerte a nuestra economía deberá ser, tanto prioritario como urgente.