Marcaba con un plumón verde el tórax de una abeja reina acabada de nacer. En una jaula diminuta, taponeada con cera, la introducía en una colmena huérfana. Poco a poco las obreras se encargarían de liberarla y a través del contacto entre ellas convertirla en la nueva monarca.
Esa es solo una de las tantas tareas que realiza Reinol Díaz García cada día. Con 240 colmenas, 200 núcleos de fertilización y un centro de genética, es productor de miel, de abejas reinas, cera, jalea real, propóleo y polen, este último elemento de nueva incorporación en Pinar del Río.
UNA VOCACIÓN QUE RINDE FRUTOS
Desde hace más de 20 años Reinol se dedica a la apicultura, un actividad que fue su vocación desde niño. “No es una tradición familiar, pero siempre he vivido en el campo y desde chiquito tenía curiosidad. Después tuve la oportunidad de estudiar. Soy graduado de Ciencias Biológicas en la Universidad de la Habana. Terminé en 1995, pero desde el ‘93 hice el primer contrato con la empresa apícola, aún siendo estudiante”.
Hace varios años que logra producir volúmenes importantes de miel, cera y propóleo, éxito que se ve marcado por los avances de la tecnología y el estímulo que representan los nuevos precios.
“La miel de primera se paga a 35 000 pesos la tonelada. Este año tengo contratadas 14, ya llevo algún tiempo produciendo alrededor de 20, esperamos que a este ritmo superemos esa cifra en 2021 y rompamos el récord de producción”.
Aunque la situación de la COVID-19 ha afectado la movilidad de los apicultores para darle atención a las colmenas y escasean algunos recursos por el actual contexto económico, Reinol afirma que siempre se encuentran alternativas y soluciones para que no influya tanto en las labores diarias.
“Las rutinas son de revisión, de lograr un manejo adecuado y un cambio oportuno de abeja reina. También incluyen la renovación de la cámara de cría, alimentación de colmena, y las trashumancias que son muy importantes, pues las movemos a lugares donde haya una floración intensa y continua. En función de las trashumancias están las buenas cosechas”.
El centro de cría de abeja reina La Torre, ubicado en Entronque de Las Ovas, es uno de los tres con que cuenta la provincia. Los dos restantes se encuentran en el Cabo de San Antonio y en Consolación del Sur.
Con marcada destreza Reinol prepara los implementos para entrar a las colmenas y colocar las nuevas monarcas. Durante el proceso nos explica que el humo no aturde a las abejas, como muchos piensan, sino que para ellas es señal de que hay fuego cerca e instintivamente tratan de entrar a aprovisionarse en caso de que tengan que abandonar su hogar.
“La actividad de crianza de abeja reina es la más especializada de todas, porque lleva varios requisitos, uno de ellos es tener por lo menos 10 años de experiencia en la apicultura. Es muy importante porque de ella depende toda la producción”.
En una pequeña jaula de madera coloca una abeja reina junto a otras obreras. Esa la lleva a otro destino, pero necesita compañía para que la alimenten durante el tiempo que estará fuera de la colmena, pues recién nacidas no saben comer.
-¿No lo pican?- Le pregunto al ver cómo le camina sobre la mano.
“Las reinas no pican, solo usan el aguijón contra otra abeja reina. Las otras sí, me pican a diario, pero su veneno es medicinal”, sonríe y abunda sobre el proceso de marcaje y otras preguntas que surgen en la conversación.
“Una abeja obrera vive unos dos meses más o menos. Las reinas, desde el punto de vista productivo un año, pero en la naturaleza duran cuatro o cinco. Se marcan para distinguirlas entre las demás y para saber la edad que tienen, existe un sistema de marcaje que en dependencia del quinquenio lleva un color diferente”.
Y hablando de colores aclara otra de nuestras dudas: “Las abejas los distinguen muy bien, esa es una de las razones por las cuales los elementos de colmena se pintan diferente, pues así ellas se orientan mejor. Claro, también para protegerlos y que sean más durables y hasta desde un punto de vista estético”.
UN BUEN AÑO
En la provincia existen 44 productores apícolas vinculados a cinco estructuras productivas. Entre ellas una CSS ubicada en Entronque de Herradura que agrupa a 14 apicultores y que es la única completamente dedicada a estas labores en el país.
La UEB Empresa Apícola de Pinar del Río es la encargada de acopiar y comprar las producciones que pagan en un término de 30 días y de enviarlas a la planta de beneficio, además de vender los insumos a los productores. Este año el plan es de 532 toneladas, una cifra posible dado el buen ritmo de producción que llevan.
Aunque la mayoría de la miel pinareña es exportable, se destina un volumen a la fábrica de medicamentos y otro para la venta a la población, que en este tiempo de pandemia se lleva a los centros de trabajo para su comercialización.
“Este año ha sido muy bueno, las lluvias de finales de 2020 fortalecieron la floración. En febrero y marzo la zarza y la baría han marcado el ritmo de producción. Cerramos el mes de marzo con récords nunca antes alcanzados”, dijo Bárbaro Prieto Acanda, director de la UEB.
Añadió que ahora están concentrados en el traslado de más de 5 000 colmenas para la costa, pues en abril y mayo hay importantes floraciones de mangle y patabán, entre otras especies.
Además de la miel, la cera, los propóleos y la jalea real, incursionan en la producción de polen, un rubro con el que se tuvo una experiencia en la década de los ‘80 y que ahora se retoma dadas sus potencialidades médicas y nutricionales.
“Se comenzó en un grupo de productores, pero pretendemos extenderlo a todos a partir de que logremos elaborar las trampas utilizadas para su recolección en la industria nacional, porque son importadas”, subrayó Prieto Acanda.
Igualmente se hacen preparativos para la producción del veneno y para la cría de abejas melíponas o de la tierra, y ya cuentan con todos los manuales de capacitación para los productores que decidan asociarse a la Empresa.
Reinas, obreras y zánganos hacen su parte en las 12 000 colmenas que tiene el territorio pinareño, buscar la mayor eficiencia posible en la producción está en manos de los apicultores, quienes, sin lugar a dudas, van por buen camino.