Cerca de ocho minutos fue lo que pudimos conversar. El tiempo apremiaba y la llovizna se tornaba más pertinaz cada vez.
Era el último día de mayo. En los ojos de Jesús Yumar Miranda se nota, al rememorar tiempos pasados, la emoción de anécdotas especiales que marcaron sus 83 años de vida.
Para este fundador de la CPA República de Chile, en el municipio de Viñales, recordar las visitas de Fidel cuando se construía la comunidad, le afloja aún el timbre de la voz. Apenas encuentra palabras para describir aquellos instantes que nunca se le escaparán de la memoria.
“Un día, en una recolección de tabaco, estábamos recogiendo la libra de pie, y cuando llegamos a la cabecera vimos unos cuantos yipes parqueados. Un campesino que estaba al lado mío dijo ‘ese es Fidel’, yo le dije ‘muchacho, ¿Fidel aquí?’ Aquellos caminos eran un desastre. Allí se bajó y salió rumbo a nosotros. Lo primero que hizo fue saludarnos, imagínese, yo francamente no hallaba como darle la mano, estábamos llenos de ‘meluza’, pero a él no le importó”.
En los pocos minutos con mi interlocutor no podía faltar la famosa anécdota del “Hino”. Le inquiero si estuvo presente en el suceso y lo cuenta al dedillo, mientras recalca que le parece que fue ayer, como aquel que dice.
“Resulta que necesitábamos un camión, y Plácido, el presidente de la cooperativa, que era un guajiro muy franco se lo dijo. Fidel entonces habló de asignarnos un B8, y Plácido enseguida le explicó que eso no resolvía el problema, que necesitábamos un Hino u otra cosa igual de grande.
“ ‘Bueno voy a revisar’, y al otro día por la mañana llegaba el Hino nuevo de paquete y como con 30 cajas de ron encima para que celebráramos. Son cosas que no se olvidan”.
Allí, en Laguna de Piedra, cuenta que la vida cambió para siempre después de que llegara Fidel. El bohío de piso de tierra donde vivía con su familia quedó sepultado con los malos recuerdos de aquella época en que los campesinos no valían nada para el gobierno. “Nunca pensamos en ese cambio”.
Sé que le quedaron más historias por contarme: de cuando decidió unir sus tierras a la CPA y se convirtió en constructor, junto a otros campesinos, para levantar la comunidad; de cómo también fue fundador de las milicias revolucionarias, de su militancia en el Partido, de su trabajo como auxiliar de la Policía…
Era el último día de mayo y como hacía 45 años, la llovizna pertinaz obligaba a apurar la celebración. La conversación queda pendiente para otra visita, esta vez hasta el apartamento donde reside: “Y sigo al servicio de la Revolución, guapeando para que los años no me aplasten”.