Guido no parece venir de donde vino ni haber sido el líder que fue durante tantos años para el profesorado de la unidad Tres del IPVCE Federico Engels. Su actitud escurridiza ante la cámara delata aquel empeño de no ser centro de atención y quizás hasta el recogimiento que el campo provoca, cuando la satisfacción viene menos del reconocimiento de quienes lo rodean y más de la sensación que provoca sentirse útil y dichoso de lo que las manos pueden cosechar.
Guido Bencomo Concepción tiene 66 años y hace muy poco necesitó de un descanso para recuperar fuerzas cuando su espalda no le respondió bien; pero aún conserva el espíritu para velar por la parcela familiar junto a su esposa y su suegro.
¿CÓMO RESULTÓ EL TRÁNSITO DEL AULA A LA TIERRA?
Recuerda con curiosidad y entusiasmo aquel momento en que, con seis años y después de irse al campo muchas jornadas con su abuelo a acopiar tabaco, recibió 11 quilos del dueño de las tierras; aunque nunca después en su vida habría considerado el beneficio de plantar, hasta 1996.
“En la ‘Vocacional’ fui director de la unidad Tres desde 1979 hasta 1993. Antes había estudiado Carpintería en el ‘Primero de Mayo’ y técnico medio en Dibujo Arquitectónico en el ‘Pedro Téllez’, porque me apasionaba la Arquitectura; pero finalmente me decidí por la licenciatura en Psicopedagogía.
“Mientras me desempeñaba como director, asumí la tarea de supervisar el huerto de autoconsumo y creo que ahí nació mi interés por la tierra.
“Por otra parte, en la casa de mi suegro existían 2.6 hectáreas de herencia familiar. Oslirio nació y ha vivido siempre aquí, por lo que cuando mi esposa y yo nos casamos ya existía un precedente de aprovechar el terreno para sembrar”.
Esta propiedad, ubicada en el kilómetro tres de la carretera a La Coloma, cuenta con abundantes frutales, molinos de pienso, arroz y maíz, una cochiquera y una laguna de oxidación.
Quizás a Guido también le impulsó internamente la necesidad de producir y autoabastecer a la familia en tiempos en que el periodo especial arreciaba y todos los caminos, como hoy, apuntaban a apostar por la sostenibilidad agrícola.
“En 1996 comencé la labor con 20 cochinos y la siembra de caña, aunque mi hijo se encargó de eso después. Yo encontré otras perspectivas y potencial en las formas de la agricultura urbana que se promovían desde hacía años en el país e inicié mis actividades como productor de frutales y vegetales frescos en una especie de organopónico semiprotegido, en el que hoy contamos con 27 canteros”.
PRINCIPALES RESULTADOS DE SU PATIO
En el 2019 esta propiedad fue declarada de Referencia Nacional, debido a la variedad de cultivos, las técnicas agroecológicas utilizadas y los resultados productivos revertidos en beneficio comunitario.
“Algunas de las especies que más plantamos son la lechuga, el pimiento, la col, la habichuela y el quimbombó; pero el fuerte de estas tierras está en los frutales, de los cuales nos faltan pocos ejemplares por tener. En el patio hay 400 matas de guayaba y 45 de mango de diferentes tipos, además de otras un poco menos comunes como el caimito y la nuez”.
La mayoría de las semillas necesarias para mantener la producción, según cuenta este productor, las obtiene de la tienda de semillas de la Agricultura Urbana, en tanto también producen algunas en sus tierras, como las de habichuela y quimbombó, para aprovechar al máximo las potencialidades de los sembrados.
Acerca de sus conocimientos sobre agronomía, confiesa que los ha aprendido paso a paso, con el interés y la preocupación que pudieran evocar a sus antiguos escolares; pero multiplicados porque le va en ello el esfuerzo de más de 20 años de trabajo.
“Entre los beneficios que he recibido, provenientes del sistema de la Agricultura, está el molino de viento situado justo a orillas de la laguna de oxidación donde vierten los residuales de la cría de cerdos. El propósito de este emplazamiento consiste en utilizar el agua, enriquecida de nutrientes orgánicos, para realizar el fertirriego, cuya potencia de irrigación está garantizada por la energía eólica”.
De forma armónica, los elementos que componen la propiedad de Guido y su familia se conjugan para la producción y comercialización de más de una tonelada de productos semanales.
“Hace aproximadamente ocho años construimos el punto de venta de donde se surten los vecinos y viajeros que transitan por la carretera.
Ahí vendemos de acuerdo con los precios topados en la provincia. También compramos, regidos por las normativas de la Agricultura Urbana, producciones como maíz para moler y convertir en harina, que ha constituido una alternativa a la escasez de arroz.