Javier Sotomayor confiesa: “Le tenía miedo a las alturas. Godoy, mi entrenador de entonces, me quitó el susto.” Siento a mi lado a mi amigo José Godoy. Fue progenitor del as más allá de lo atlético. Con ninguno de sus alumnos se limitó a batirse por incrementar la fuerza, la rapidez, las habilidades. Esculpía las almas.
A su hogar honesto, apabullado por la miseria y el racismo, le llegó la alegría de 1959. Le hizo “suín” al lanzamiento proporcionado por la nueva vida: desarrolló su pasión por el atletismo, estudió en Cuba, en centros de cultura física del campo socialista. No se amarró a las aulas: creo en la práctica desde lo aprendido. Convencía con el saber y el ejemplo, sin contentarse con la búsqueda de superiores conquistas en lo deportivo.
En una carta que me envió durante una de sus giras con el Soto, me contaba cómo les iba, y recordaba aquella hambre de alimento y de horizontes ya vencida pero que dejó huellas: no olvidaba que caminó varios kilómetros para oír una pelea de Joe Louis en el radio más cercano a su casa. Mientras leía sus frases, le sentía esa sonrisa triste: “…ahora Joe, arruinado, abre las puertas de un restaurante para ganar algo mientras Javier y yo viajamos por Europa para conquistar medallas para Cuba”.
Su deceso, algunos años después de aquella misiva, resultó un gran dolor para mí: imagínense para Sotomayor. Para dicha del genial as olímpico, Guillermo de la Torre, otro destacado preparador, tomó el batón de mano de Godoy.Incrementadas las virtudes, a partir de las potentes raíces dejadas por José, el joven se convirtió en el mejor saltador de altura de todos los tiempos, más allá de los 2.45 de su vigente récord mundial.
Soy incapaz de pintar perfecto a Javier. ¿Quién lo es? Su victoria en las lides del músculo y en la vida estriba en haber sabido imponerse a las dificultades, incluso a deslices propios, a los ataques injustos, y sobre esas cenizas continuar adelante en el estadio de la existencia. En Godoy y De la Torre tuvo magnífico apoyo.
De otro deportista agobiado por el temor deseo hablarles, Se trata de Mando Ramos, campeón mundial de boxeo atrapado por el miedo. El púgil estadounidense de origen latinoamericano, arrasaba en los cuadriláteros desde muy joven. En la prensa, los cantos lo inflaban, sin profundidad ni reales conocimientos. Al ganar en 1969 la corona ligera del planeta entre los profesionales, en su segunda pelea como aspirante frente al dominicano Carlos, Teo, Cruz, el padre, su primer guía en la dura disciplina declaró: “El nuevo titular es tan ágil como 8ugar Robinson y tan fuerte como Marcel Cerdán”. El periódico se hizo cómplice de la exageración.
La realidad era ocultada con las frases. Al caer desde las alturas, Mando lo dijo sin rodeos:”Yo no quería ser boxeador. Es más, no me gusta el boxeo; no me gusta que dos hombres se peguen y no quiero que mis hijos sigan mis pasos”. Nacido el 18 de noviembre de 1948 en una barriada miserable y violenta, quería salir de allí de alguna manera, jamás por la vía de las trompadas. Pero el padre le exigió a encontrar la solución de la familia entre las cuerdas: “Mi papá me obligaba, hasta me golpeó”.
Era tanto el pavor que el púgil declaró en una ocasión: “Algunas veces quise romperme los puños pegándole a la pared antes de un combate. Salía a acabar rápido de tanto miedo que tenía. Después me refugiaba en el alcohol y las drogas. Entrenaba por las tardes, me emborrachaba por las noches “
Con 17 años y 3 días debutó como profesional. A puñetazos arribaron la fama y la destrucción de los rivales y la propia.”Por mi jeta fácil me pusieron el Muñeco de Long Beach”. Y al Muñeco la corona le comenzó a bailar sin ritmo sobre la testa. Borracheras- era más que eso-, escándalos por doquier, la floja preparación. Periodistas retozaban con los sucesos para obtener plata y renombre.
En 1970 perdió el cetro frente al panameño Ismael Lagunas: el istmeño le duraría pocos rounds en los días de esplendor del chicano. Recuperó el cinturón. Lo cedió el 9 de noviembre de 1971 al hispano Pedro Carrasco, por un foul inexistente a pesar de propinar una paliza. Los negociantes en acción. En la revancha, se lo arrebató al año siguiente. De nuevo a su vida licenciosa y lo dejaron sin el fajín. Derrotó a Carrasco por decisión y subió al trono.. Hecho un desastre, se quedó sin el título en 1972 cuando el mexicano Chango, Carmona lo anestesió en el noveno.
Cuesta abajo es la rodada, más duro en el boxeo que en el tango. Al retirarse, cansado de ser peldaño, este anciano de 27 abriles; acumulaba 37 triunfos (23 por KO) y un empate en 49 encuentros. Al poco tiempo, noticia otra vez: Ingresado en un hospital de dementes el ex campeón mundial Mando Ramos…
De alta aunque no curado la enajenación no lo soltó. Falleció el 7 de julio de 2008 en Los Ángeles. “Padecía de diabetes entre sus males, provocados por el exceso de bebidas alcohólicas y las drogas”, publican. Ni siquiera al morir los periodistas lo salvan de lo hiperbólico: “Mando Ramos había nacido para ser campeón, con 19 años era un genio, un peleador explosión, con una esgrima perfecta Era una maquinaria para pelear, pero las juergas lo derribaron antes de tiempo”.