Conozco a una mujer, ha vivido más de ocho décadas, cuando su madre falleció, el padre al no saber cómo cuidar de aquella “mujercita” de 11 años que tenía en casa y temeroso de que perdiera la virginidad fuera del matrimonio le buscó un esposo, 18 años mayor; ella ni siquiera había tenido su menarquía, lo que la tuvo a salvo durante un trienio de partos, luego tuvo seis seguidos en poco más de una década.
Eran finales de los ‘50 y principio de los ‘60 del pasado siglo, su historia no era atípica ni mucho menos; pero que en la Cuba de 2023, de cada 1 000 adolescentes hembras 50 tengan al menos su primer embarazo en esa etapa, es cuando menos, desconcertante. Al cierre de junio de 2022 representaban poco más del tres por ciento de las gestantes del país, y en igual periodo del presente ya superan el cinco.
El tema, debatido en las comisiones de Salud y Deporte y de Atención a la Juventud, la Niñez y la Igualdad de los Derechos de la Mujer de la Asamblea Nacional del Poder Popular (ANPP), puso al desnudo una evidente regresión social en ese ámbito.
La disfuncionalidad de las familias, escuelas, sistema de Salud y organizaciones políticas y de masas incide en que nuestras niñas pasen del juego de muñecas directo a la maternidad, aunque lo más apropiado sería decir a la procreación.
Tras ello está el exceso de permisividad, errores en la educación que van desde la sexualización temprana, deficiente comunicación hasta desconocimiento de los riesgos de la concepción prematura y métodos anticonceptivos, sin ignorar que no en pocos casos hay motivos económicos tras ese inicio precoz de las relaciones sexuales.
Una vez más nos muerde la misma serpiente, la inoperancia de la legislación vigente. Un adulto que sostiene relaciones con un menor de 12 años incurre en un acto de violación, y hay niñas de 11 y 12 años embarazadas, ¿qué esperamos para protegerlas? ¿Qué responsabilidad tienen las familias? ¿Hasta cuándo estaremos mirando esto como un problema social y no desde el prisma jurídico? ¿Para qué aprobamos un Código de las Familias en aras de institucionalizar la protección a los desvalidos?
Legalizar un matrimonio requiere 18 años o más, aún con esa edad la organización Mundial de la Salud (OMS) les considera como adolescentes; entonces, ¿cuán mal estamos trabajando la Educación Sexual desde el sistema de Educación, Salud y la red de instituciones sociales que hemos llegado a este punto?
Frecuentemente se ha hablado de lo inadecuado de ciertos bailes en actividades escolares, frente a maestros y padres. En lo personal nunca he visto ninguna nota oficial en la que se ofrezca una explicación sobre las medidas adoptadas para que no se repita, no ponerle límite ha propiciado su generalización. Y sí, los niños no solo están dentro de las instituciones, porque esa es la música que oyen en la calle, en el barrio y hasta en sus propias casas, pero hacerles saber que es vulgar, es un modo de empezar.
Otro problema es que mensajes encaminados a la prevención terminan siendo de incitación o que el machismo entronizado nos lleve a preguntarle a un niño de tres años cuántas novias tiene y que el elogio para una infanta hermosa sea decirle que ya parece una mujercita. Con respecto a las nenas, igualmente está la tendencia de “adultizarlas”: uñas postizas, maquillaje, uso de tacones… Hay temas que no se hablan delante de ellos, tampoco es crearles tabúes, hay que buscar un punto medio de sentido común, ese que parece habernos abandonado.
Resulta contradictorio que con un sistema de oportunidades para el estudio y la superación, más de 800 000 jóvenes en Cuba estén desvinculados del estudio y el trabajo, ¿con qué preparación van a ser y hacer el futuro de este país en tiempos en que el conocimiento es la puerta hacia el desarrollo?
No menos importante es que esos embarazos en la adolescencia tienen su mayor tasa de prevalencia en zonas rurales e identificadas como vulnerables, lo cual genera una cadena de insolvencia económica hacia el mañana de una nación, apremiada por el reemplazo poblacional que hace décadas no se logra.
Esas púberes son más propensas a complicaciones en el parto, a que los niños nazcan con prematuridad o bajo peso al nacer y aquí, un signo de alarma, Pinar del Río es hasta el momento la única provincia del país que figura entre las que reporta un alto índice de neonatos con menos de 2 500 gramos y; sin embargo, la mortalidad es de 2,5 por cada mil nacidos vivos, lo que habla a favor de la labor realizada por el personal de la Salud, pero estos indicadores suelen ser proporcionales y estamos, como diría mi bisabuela, “en remojo”, porque el riesgo es alto y aquí no se trata de estadísticas, sino de dolor, duelo, pérdida, experiencias traumáticas y secuelas físicas y psíquicas.
Esos niños con bajo peso son una manifestación de los problemas económicos, deficiente alimentación y también indisciplina social. Incluso, con capacidades y condiciones en los hogares maternos, las gestantes se niegan a permanecer en ellos y se alejan de la posibilidad de recibir cuidados especializados y la adecuada nutrición.
Las carencias de estos tiempos también inciden sobre otros males como son el embarazo adolescente, abandono escolar y desempleo, porque a veces el transporte desde una comunidad aislada hacia un centro educacional de enseñanza Media o Superior es incosteable para la familia, y hasta la permanencia en modalidad de interno, opción que no siempre existe.
El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA, por sus siglas en inglés) informó en el 2021 que el 18 por ciento de los embarazos en América Latina y el Caribe corresponden a mujeres menores de 20 años, lo que limita su potencial de desarrollo, posibilidad de obtener ingresos dignos y futuro, con probabilidades de quedar en un círculo vicioso de pobreza y exclusión para ellas y sus hijos, y dada la magnitud del embarazo adolescente en el área, incidirá en comunidades y países.
Al compararnos con las estadísticas de la región no estamos mal, pero al hacerlo con nosotros mismos y los recursos que cada año se dedican a Educación y a Salud, es innegable la regresión.
Sirva la mirada crítica dada desde el órgano supremo del poder del Estado como acicate para revertir, no los indicadores, sino la calidad de vida de nuestras niñas y adolescentes.
Pero no nos engañemos, ahora destapamos la olla, el caldo ebullía hace tiempo, asociado al resquebrajamiento social de los valores: desde dentro de casa se tolera la prostitución, el robo, la corrupción, definiendo tales prácticas como “la lucha” cotidiana; se convive con el fraude, la mentira y la doble moral sin el menor rubor, y hablo de los hogares, porque la educación de cualquier individuo empieza desde la cuna, pero fuera está la misma sopa.
Sazonada con promociones perfectas, con el afán de meter bajo la alfombra la falta de ejemplaridad y preparación de los educadores; males que también aquejan al sector de la Salud, protagonistas de heroicidades fuera de fronteras e incapaces de realizar visitas a terreno a sus conciudadanos.
Sirvan estos dos sectores de ejemplo, son los que nos hemos empeñado en mantener intocables dentro del sacrosanto templo de conquistas de la Revolución, y lo son, la accesibilidad a ambos es plena, pero ya no ostentan la calidad que antaño les distinguió. Aclaro, no son conductas absolutas que apliquen a todos, el respeto y admiración para los que están ajenos a tales prácticas y siguen enalteciendo las tizas y las batas blancas.
José Ángel Portal Miranda, titular de Salud Pública, reconoció en la ANPP que la carencia de insumos y medicamentos actual es superior a la de los años del período especial, así como el éxodo de profesionales, las deficiencias organizativas hacia lo interno…, eso lo sabíamos, pero reconforta que se pongan las cartas sobre la mesa, única manera de saber la magnitud del problema e irle para arriba a solucionarlo.
También sabemos que en muchos de nuestros barrios los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) y la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) no funcionan ni desempeñan el rol que les corresponde, y mucho tienen que ver con la prevención. Que no todos los delegados representan a sus electores o están al tanto de ellos, que hay trabajadores sociales ajenos a la realidad de personas residentes en su demarcación… y la lista podría ser innumerable, pero no dejemos afuera a las administraciones radicadas en cada localidad, la responsabilidad que poseen, junto a los colectivos laborales encabezados por sus sindicatos, en el acompañamiento a jubilados y a obreros con situaciones complejas en el orden doméstico.
Hay mucho por hacer, palabras como intersectorialidad, prevención, integración tienen que salir del discurso y de los informes hacia las calles y cambiar los modos de obrar; han de acompañarse de legalidad, civismo, disciplina, autocrítica y reconstrucción.
Somos una nación herida, con fuerza y sabiduría para sanar; por nosotros mismos, los que nos antecedieron y los que vienen detrás, para que esa Cuba deseada pase de ser un sueño a la cotidianidad de cada amanecer, yo, sigo alimentando la esperanza de que es posible.
Vea tambien: Aristas del embarazo en la adolescencia en Pinar del Río