Es el primero en llegar al Hospital. Desayuna y entra a la zona roja, sin dilaciones. Dicen, a modo de jarana, que siempre es el primero en la cola del comedor; cuando otro brigadista llega muy temprano solo pregunta, ¿hay alguien más además de Osiel?, pero la verdad es que también es el primero en trabajar, que cada comida es un trámite que ejecuta con rapidez.
Osiel Capote Porras, es de Pinar del Río y sus padres son campesinos, “tuve la oportunidad de estudiar y hacerme Licenciado en Enfermería”. No fue la carrera la que lo seleccionó; él fue a buscarla: “Siempre me gustó la enfermería, eso viene en la sangre, es algo natural en la persona, me gustaba hasta el uniforme, todo lo que se relacionara con la enfermería” –afirma.
A sus 42 años, es enfermero intensivista y además de los diplomados que se corresponden con esa especialidad, cursó otro de Cuidados a Pacientes Quemados.
Trabaja en el Policlínico Raúl Sánchez. Es internacionalista, y por lo general, no viaja a parajes apacibles: ha vivido grandes conmociones sociales –revoluciones en marcha, como la venezolana y la boliviana, y golpes de estado como el que sufrió el Presidente Evo Morales–, y grandes conmociones epidemiológicas, como la epidemia del ébola en Sierra Leona o la pandemia del coronavirus en Italia.
“Yo estaba en el Departamento de Oruro –cuenta de su estancia en Bolivia–, en un pequeño pueblo de la zona, como enfermero intensivista. Era un pueblo pobre, una zona campesina. Teníamos que atravesarlo para llegar al hospitalito. Y por el camino veíamos los carteles de los que estaban en contra y de los que estaban a favor, los mítines en contra y a favor, se habían construido muchas tarimas, y se sucedían los discursos. Si escuchabas algo, y veías los colores, ya sabías quiénes eran.
Nunca falta quién viene a hacerte preguntas o quién viene diciéndote que tiene una intención y es otra, pero estábamos preparados para eso.
En ese período adoptamos algunas precauciones, ya no salíamos, solo al trabajo, compramos comida y aseo para unos cuantos meses”. Y un mal un día se consumó el golpe de estado. “Cuando detuvieron a la jefa de la brigada nos concentramos todos en una casa, y a las dos horas, también quedamos detenidos, se llevaron a algunos compañeros para la estación de policía, y rodearon la casa, estábamos detenidos.
Llegué a Cuba en el segundo vuelo. Mi mayor satisfacción es que contribuí a elevar el nivel de la salud de ese país, y estuve allí, hasta que el gobierno golpista nos sacó, lamentablemente”.
Del ébola no hablamos, pero su meticulosa observancia de las reglas epidemiológicas es parte de aquella experiencia.
“Pensé que ya no me tocaría enfrentar otra epidemia tan agresiva y mortífera, pero ya ves, volvió a pasar y ha afectado a una gran cantidad de países, y nada, aquí estoy en Italia, cumpliendo una misión riesgosa de nuevo, y de nuevo voy a regresar sano a Cuba”.