Muchas veces no somos plenamente conscientes de la grandeza del personal médico cubano hasta que el mundo aclama por ellos, y a riesgo de su propia vida parten a cumplir un deber sagrado; como sin pensarlo dos veces hizo el doctor pinareño Norge Jesús Martínez Ramírez.
Especialista en primer grado de Medicina Interna, de 49 años de edad, sabe de sobra lo que significa la solidaridad, ese valor inculcado en Cuba por Fidel Castro Ruz y que es capaz de sobrepasar barreras idiomáticas e ideológicas.
Hoy brinda sus conocimientos a la lucha contra la COVID- 19 en la ciudad de Crema, provincia de Cremona, en la región italiana de Lombardía; un sitio fuertemente afectado por la pandemia y cuyos habitantes acogieron con beneplácito a los integrantes del Contingente Internacional de Médicos Especializados en Situaciones de Desastres y Graves Epidemias Henry Reeve.
Resulta estimulante escuchar a un trabajador de la salud pública de la Mayor de las Antillas, referirse a su ayuda a otra nación como un deber con la humanidad, más allá del peligro inminente y la distancia de la familia.
Esto no es más que una continuidad del pensamiento del Comandante en Jefe, al cual le agradezco mi formación como médico; y expresamos al planeta que somos capaces de compartir lo poco que tenemos, aseveró en declaraciones mediante la aplicación WhatsApp.
Hemos estado en aquellos países del tercer mundo con más necesidades; ahora, en el primer mundo, donde quizás nunca antes habían escuchado de nuestra presencia en este tipo de contiendas, precisó quien desde el pasado 26 de marzo labora en un hospital de campaña adjunto al Hospital de Crema, en unión de un equipo integrado en su gran mayoría por profesionales cubanos.
Porque Norge Jesús es uno de esos hombres a los cuales agradecen los italianos por su trato y cuidados esmerados, por sus palabras de aliento y optimismo en esta situación compleja, por su paciencia para alimentarlos incluso cuando la enfermedad los torna inapetentes.
Nuestro vínculo con ellos supera el idioma, es muy estrecho, pues además del proceder de enfermería y médico que realizamos, los bañamos, y asistimos en sus necesidades fisiológicas; la mayoría son mayores de edad, indicó.
Los mejores momentos aquí han sido al ver salir de alta a los pacientes, luego de pasar la etapa aguda de la enfermedad; la risa reflejada en sus rostros, los ojos que les brillan y no encuentran modos de expresar su afecto.
Muchos nos dan las gracias, hacen gestos de solidaridad con las manos, se tocan el pecho, nos saludan en forma de gratitud; y todo eso es muy reconfortante, detalló Martínez Ramírez.
Lo más difícil, es cuando alguno se agrava y debemos asistirlo con oxígeno, dijo quien anteriormente puso su empeño en la salud de personas de Mali, Bolivia y Sierra Leona, en ese último lugar, desafiando al virus del Ébola.
Cualquiera de las dos constituyen enfermedades a tener como gran rival, el cuidado siempre es poco para enfrentarlas; más si te ajustas al protocolo ciento por ciento puedes salir adelante como lo hicimos en el Ébola.
Claro que tengo miedo de enfermarme- señaló a una pregunta de esta periodista-; pero el cumplimiento de todas las normas establecidas para mantenernos sanos, nos hace fuerte ante ese temor.
Aquí tenemos un local donde nos vestimos sin entrar al hospital y otro en el que nos desvestimos, desinfectamos y cambiamos de ropa una vez concluida la jornada, la cual está organizada por turnos de trabajo- acotó-; es algo muy dinámico y bien planificado, añadió.
Al salir de Cuba, Norge dejó a su esposa, madre y tres hijas.
El instante más temido por mí siempre fue darle la noticia a mi mamá.
Tiene 79 años y ya pasó por la primera experiencia con el Ébola. No sabía cómo lo iba a tomar, independientemente de que en aquella ocasión lo asumió de forma positiva.
Cuando la llamé- pues no se despidió personalmente y ella vive en el municipio cabecera de Pinar del Río- me preguntó para dónde iba, al responderle que a Italia, cuestionó para qué lugar y cuando le contesté me dijo: “iYa me imaginaba yo!”
Con esa frase se me abrió el pecho en dos, y me advirtió que debía cuidarme para regresar, de una forma muy rígida, muy fuerte, contrario a como normalmente es su carácter; porque siempre ha sido valiente y nunca me ha reflejado flaqueza, apuntó.
Precisó que en sus comunicaciones diarias con su familia no existen las lágrimas, solo palabras que dan fuerza.
Mi esposa- también doctora- siempre ha sido el hombro donde he podido descansar. Y como le dije hace poco cuando le escribía, siempre ha sido mi pedestal para que yo me mantenga firme.
Un mensaje claro ha dejado la COVID- 19 al mundo y ojalá todos lo interpreten: no existen ricos ni pobres, ni primero ni tercer mundo, todos somos seres humanos; y no se debe discriminar a las naciones con pocos recursos pues las desarrolladas padecen la misma enfermedad.
La prepotencia y el orgullo no conllevan a nada, y debe comprenderse que somos una sola raza por la cual hay que luchar, remarcó.