“No nos podemos cansar de decirlo”, expresaba a esta periodista en el mes de febrero el doctor Yatson Cabrera Sánchez, especialista en segundo grado en Pediatría, máster en Atención Integral al Niño y presidente del Capítulo Pinareño de la Sociedad Cubana de Pediatría, al referirse a la información que debíamos mantener y ofrecer sobre la COVID-19 y las medidas higiénicas que podían ayudar a controlar la pandemia.
Por eso, aunque a muchos huela a “más de lo mismo”, nos hemos dado a la tarea de seguir comunicando el riesgo que representa la enfermedad para los grupos más vulnerables y la población de manera general. El contexto lo exige, abril fue el mes más fuerte de la pandemia.
El doctor Durán, con ese ángel de abuelo preparado en el tema, unas veces es más fuerte en su regaño cuando las cosas no se están haciendo bien, y otras más compungido cuando son muchos los casos de fallecidos que debe dar a conocer, más si se trata de personal de la salud y cercano, como ocurrió al informar del deceso del eminente científico pinareño Gustavo Sierra.
Los niños de La Colmenita han aportado su granito, y noche por noche nos hacen reír con sus ocurrencias ante la vacuna, y nos recuerdan que debemos mantener entre unos y otros la prudencial distancia de dos Chamaquili.
Sin embargo, todo ello no conduce a nada si no somos lo suficientemente responsables como para cumplir lo que está establecido.
¿Por qué nos cuesta tanto trabajo ser disciplinados si en ello nos va la vida?
A no pocos las medidas adoptadas por la provincia en días recientes han parecido extremas, pero con ellas más de 14 000 personas han dejado de asistir a los centros de trabajo, y precisamente es allí donde se daban hasta el momento los principales eventos de transmisión.
Ahora el mayor cuidado debe estar en la casa. He visto con tristeza a familias enteras dividirse y marchar a sus integrantes a diferentes centros de aislamiento. Familias que han sido, incluso, muy cuidadosas con la higiene, y, sin embargo, la sombra de la COVID-19 los ha sorprendido.
El bisabuelo en el hospital por ser de alto riesgo en lo que se confirma un PCR, los hijos positivos en una institución de salud adaptada para recibir pacientes asintomáticos o con sintomatología leve, los niños por el pediátrico con la madre, la tía y el padre en otro centro según su condición de contacto; y todos sabemos cuánto duele el temor más por la vida del ser querido que por la propia.
Este caso que les describo puede ser su vecino o el mío, y ha ocurrido tantísimas veces que a una se le estruja el alma de saberlos separados y con esa incertidumbre de no saber qué podrá pasar.
Por eso cuando el Consejo de Defensa Provincial preparaba la organización de las medidas de limitación de movilidad por centros de trabajo y por hogares, yo pensaba: “Quizás sea esta la estocada final a la transmisión”.
Así lo pidió el 13 de abril Díaz-Canel en la reunión del Grupo Temporal de Trabajo para la Prevención y Control de la COVID-19, cuando sugirió en el análisis por provincias “precisar un conjunto de acciones, bien organizadas, que ayuden al territorio occidental a dar un golpe final a la enfermedad”.
Y si bien es cierto que la idea ha tenido sus errores en la implementación, sus desaciertos a la hora de aplicarla, también muestra resultados.
Pinar ha descendido notablemente su tasa de incidencia y esperamos con ansias la hora de hablar nuevamente de desescalamiento, de cambio de fases, de abrir municipios y establecimientos, de quitar fronteras y cierres, pero todo ello será posible cuando el peligro de la pandemia haya pasado.
Más que nunca las vacunas están cerca y aunque no sean un remedio santo, el solo hecho de que te permita ante un contagio no llegar a las formas graves de la enfermedad es ya un gran paso de avance.
Quizás no sea necesario asumir otras nuevas medidas, como se había planteado por la dirección del país, sino cumplir con rigor lo ya establecido.
Siempre habrá que decirlo una y otra vez. Nadie puede pensar que repetir hasta el cansancio que la prevención está en nuestras manos “es más de lo mismo”. No se podría ser más injusto con quienes no duermen en las salas de terapia intensiva velando por la vida de aquellos que han enfermado.