La revolución digital que cambió el mundo en el último cuarto de siglo influye en cada uno de los sectores de la sociedad actual, pero en mayor potencia, sobre los medios de comunicación, por lo que asistimos a un momento peculiar de la humanidad, mediado por los desafíos de internet.
Reinventarse, adaptarse a los nuevos tiempos, asumir roles no experimentados son algunos de las acciones urgentes que deben ocupar las agendas mediáticas de cada uno de los soportes comunicacionales.
Podría hasta plantearse que constituye internet un nuevo medio de comunicación que, a su vez, da lugar a un nuevo tipo de periodismo, de ahí que ya no solo es la prensa escrita, la radio o la televisión los únicos canales para llevar la información a quien la recibe.
Nuevos públicos surgen, el ciberespacio multiplicó las audiencias y, al mismo tiempo, crecen las exigencias respecto a otras formas de pensar y comunicar la noticia, ahora hay nuevos matices y mayor cúmulo de símbolos que, en su conjunto, forman un producto comunicativo íntegro.
Un nuevo panorama comunicativo cobra auge y llega hasta nuestro país de una forma innegable y desde aquí también se entiende el asunto como en cualquier parte del mundo.
La consecuencia de tanto flujo de información, quizás el punto vulnerable, radica en la veracidad de lo que se dice, la intención de que las grandes potencias que tienen auge en internet y que son las más seguidas por los internautas, venden un producto con todos los cánones modernos, un producto pensado en penetrar en la mente de las personas desde el primer vistazo y a su vez, cambiar ideas, estilos, pensamientos, actuaciones, modos; estamos en presencia de la llamada manipulación mediática.
Con la llegada de las redes sociales a la sociedad cubana, aumentaron los desafíos en este sentido, pues, al alcance de un clic, con el dinamismo propio de las redes móviles, son aún más las diferentes vías a través de las cuales nos llega lo que buscamos, y lo que no.
Negarnos a esta realidad es imposible; la sociedad se desarrolla, las visiones cambian, el pensamiento se revoluciona y el hombre es parte y resultado del salto que se da y que como en todo, tiene dos caras.
Es en este punto en el que es preciso entender que, también en Cuba, las plataformas digitales son parte del ecosistema comunicativo que por naturaleza no se detiene y, consecuentemente, influye sobre cada persona más de lo que imaginamos. Esto ocurre en mayor cuantía ante las manipulaciones directas que ejercen su poderío con tan solo asomar a la pantalla de nuestro móvil.
Ante la impronta del boom de una internet que resulta indetenible, apremia en el contexto actual cubano, que cada medio de prensa viabilice con inteligencia sus rutinas productivas, con intenciones bien logradas, ideas verdaderamente creíbles, historias mejor contadas, tanto en la calidad de sus textos como de los gráficos. Convertir los códigos informáticos en herramientas para conseguir con profesionalidad y mesura enarbolar lo mejor del ser humano, y así lograr educar, como una de las principales intenciones de los medios de comunicación desde antaño, finalidad que no puede deslegitimarse a más de la transformación digital.
De lo anterior surge la intención de todos los que trabajamos dentro de la prensa, de investigar cómo revertir los efectos negativos de la manipulación mediática, esta última no desde la posición de negar lo que se dice, sino más bien cómo entender y repeler lo que se significa con “mala intención” o distorsión del mensaje.
Tendríamos que tocar temas comunicacionales que ayuden a contrarrestar la manipulación mediática a la que nos referimos; rescatar lo identitario sería una opción; perpetuar los valores culturales, históricos, económicos, sociales, lo cual no tiene por qué desvirtuarse ante circunstancias de la realidad que vivimos; defender las raíces, el origen, lo que nos identifica, ya que no se debe desprestigiar el mundo de dónde venimos.