Ya saben mis lectores habituales, que detrás del refrán tan popular con que he titulado este comentario se transparenta una intención comunicativa bien marcada. Hablaremos hoy sobre la crítica cultural, o mejor, artística y literaria. Un tema muy llevado y traído, pero que no acaba de cuajar en la práctica. Empleemos, entonces, otra frase del refranero: hay que agarrar “al toro por los cuernos”, de una vez y por todas.
Hace unos días la televisión nacional lanzó como novedad dentro de su programación para la etapa estival un espacio que me motivó precisamente a compartir estas ideas que suscribo. La Tertulia lo han nombrado, y puede convertirse en la concreción de un proyecto que responda y satisfaga al incuestionable déficit que se percibe en esta área del conocimiento que, a mi modo de ver, bien ejercida, puede salvar a la creación artística de la inercia y la autocomplacencia.
Al menos la primera emisión de este nuevo programa, transmitido por el canal Caribe, a las 10 de la noche del jueves, dejó la promesa tan halagüeña de que sí se puede. Con 30 minutos de duración demostró rigor e inteligencia en el tratamiento del asunto, que para debutar abordó sabiamente “la crítica sobre la crítica misma”.
Para comenzar me pareció muy encomiable. Y sin cantar victoria de manera anticipada, confieso que esa noche pude degustar, en la parrilla televisiva, un producto dulce et utile, o sea, agradable e interesante.
Claro… los invitados fueron garantía de calidad. Los destacados intelectuales Norge Espinosa y Omar Valiño, con merecido prestigio en este campo, supieron dejar la mesa servida a modo de provocación para que el televidente quedara positivamente enganchado. Por su parte, Dayana Natacha Romero, en la conducción, hizo lo suyo con dignidad y prudencia.
Quizás el reto mayor que tenga que enfrentar su colectivo de realización se encuentre en el formato, pues el esquema utilizado no escapó del marco tan manido de la entrevista -café por medio- con la consabida sucesión de preguntas y respuestas.
Para que La Tertulia sea una verdadera tertulia, su factura no debe construirse a través de la dicotomía entrevistado versus entrevistador: hay que conseguir una conversación natural y movida, que vaya materializando imperceptiblemente la progresión temática. ¡Ah!, algo muy importante, no olvidar la presencia de los tertuliantes. De lo contrario, quedaría sin justificarse el rótulo del espacio.
Pero, por encima de estas debilidades en lo formal, se produjo una fuerte descarga de ideas, las cuales enunciaré sucintamente a continuación, como declaración manifiesta de mi coincidencia plena con todas.
En primer lugar, se plantea como presupuesto que la crítica no siempre es bienvenida -si dice la verdad-; por eso, ejercerla no es fácil, lo que provoca que tampoco sea respaldada en todo momento por quienes deben hacerlo. El propio público está desentrenado para recibirla y, por tal razón, la rechaza. Además, debe aportar una visión plural de cada problemática.
Acompaña y defiende lo cultural, lo que no contradice su función de evaluar como ejercicio de mediación. No es solo opinión, aunque esta no puede faltar.
Entre las diferentes manifestaciones artísticas, en Cuba existen sensibles desbalances, ya que unas son más favorecidas y otras menos por la crítica. La teatral muestra un nivel más estable; sin embargo, la musical tiene una situación más necesitada. En el caso de las artes plásticas y la literatura, el panorama se torna con mayor complejidad.
Ante la interrogante que pretendía discernir tajantemente si puede hablarse en nuestro país de un sistema de la crítica, los especialistas no vacilaron en responder con una aparente ambigüedad: SÍ Y NO, porque se comporta defectuosamente.
También se habló de la sólida formación que exige el crítico de arte, así como el oficio de su ejercicio con dos requisitos básicos para no caer en el conocido intrusismo profesional, tan dañino y hasta destructor. En este sentido, se afirmó que lamentablemente nos faltan personas que de veras tengan la calificación necesaria para la crítica en cada especialidad.
Casi en el epílogo, se dejó esbozada la idea de las interacciones, a veces traumáticas, con el sistema institucional de la Cultura y con las reconocidas jerarquías que se van estableciendo. Como revelación final se aseveró que necesitamos espacios de debate crítico, en los que haya, incluso, contraposición de criterios.
Hasta aquí, esta especie de sumario sobre el referido programa, que rompió el silencio casi absoluto sobre estas cuestiones, y que tanto activó mi competencia reflexiva. Estarán ustedes de acuerdo conmigo en que puede convertirse en una plataforma idónea para sostener cualquier temática vinculada con la creación artística y cultural en general.
Lo cierto es que la crítica implica la voluntad de juzgar una realidad dada. Su misión es la de justipreciar el valor estético de una obra en todas las fases de realización, emitiendo juicios de valor.
Una mirada holística identifica en perfecta armonía su carácter interpretativo, orientador, analítico, enjuiciador y valorativo. Y es incuestionable que el crítico intenta persuadir al destinatario para que acepte un punto de vista concreto sobre el significado de la obra. Es, de hecho, un educador, un formador de públicos.
Sin obviar los esfuerzos parciales e individuales que en nuestra provincia se han empinado, ojalá aprendan bien la lección nuestros medios comunicacionales para que otras tertulias se multipliquen. Así podremos ir transitando entonces de lo dicho a lo hecho.