Que los precios en Cuba andan disparados, que la carne de puerco se volvió una quimera, que el salario real fue destrozado y la canasta básica de bienes y servicios referencial calculada antes de la Tarea Ordenamiento (TO) ya no se satisface con eso que devengamos, y mucho menos logran hacerlo quienes tienen una pensión mínima, no, nada de eso es ya noticia.
Como tampoco lo es que la tasa de cambio de divisas informal está por encima de los 100 pesos y que es ella, sin dudas, la que marca en gran medida ese encarecimiento astronómico de cuanto alimento, calzado, ropa u otro bien que se comercializa en la Isla, mucho menos si es traído desde otras fronteras.
Tampoco existe un mercado mayorista que satisfaga las necesidades de compra de los trabajadores por cuenta propia, esos que después tienen en sus cafeterías una pizza en más de 50 pesos y un paquetico de galletas en 35 o 40, porque básicamente están adquiriendo sus materias primas en las tiendas en MLC.
Pero es que de precios especulativos hemos pasado con mucha naturalidad a precios abusivos, y la línea entre unos y otros es tan fina y a la vez tan cruel que deja a no pocos desprotegidos.
Esa misma tasa de cambio desmedida que existe en las calles hace que un vasito de yogur natural ascienda a 50 pesos, un pomo de refresco a 150 y una manzana… ¡uffff!, mejor no decir cuánto cuesta una manzana en un puesto de venta particular ni cuánto llegó a costar en los días cercanos a fin de año.
Es verdad que no son productos de primera necesidad, pero a quién no se le ensancha el pecho cuando puede llegar a la casa de cuando en vez con una golosina para los más pequeños, y hasta para los más viejos.
Rigen los principios del mercado de oferta y demanda, según se ha explicado, y como la oferta ha sido insuficiente, por todas las cuestiones que ya se conocen de crisis económica, bloqueo, sanciones a Cuba, efectos de la pandemia, encarecimiento de las navieras, entonces una persona paga el precio que sea por aquello que más necesite o en última instancia, que más desee.
En diálogo reciente con profesores del departamento de Economía Global de la Universidad de Pinar del Río, estos señalaban que el proceso inflacionario que hoy existe en Cuba refleja no solo los desequilibrios monetarios, sino también los desequilibrios productivos.
Según el criterio del doctor en Ciencias Hermes Jiménez Ortega, profesor titular en Ciencias Económicas de esta casa de altos estudios, ello pudiera entenderse como una inflación estructural, que refleja incluso, un cambio en las relaciones sociales de producción y nuevos problemas que se han creado en la economía.
Culpar a la TO, que ya preveía en su diseño una devaluación de la moneda, no sería justo. Cuba tiene hoy muchas reservas de índole productivo y empresarial: existen plantillas sobredimensionadas; personas sin contenido de trabajo para ocho horas que justifique después un gasto de salario; en muchos casos se es eficiente, pero no se es eficaz, y en no pocas ocasiones se traslada la ineficiencia y la ineficacia a los precios de los productos que propone la entidad. Paga entonces el buen cubano de a pie.
Y quedan reservas también en las propuestas de los nuevos actores económicos y en el aprovechamiento óptimo de materias primas, en los encadenamientos productivos, en la elaboración de las fichas de costos, en el empuje de directivos y empresarios, en la inversión extranjera… quedan reservas muchas veces en las trabas y burocratismos que entorpecen el camino más sencillo para la comercialización de determinado bien.
Recuerden que justo con la llegada de la TO, a la hora de poner los precios “desde y hasta”, fueron varias las empresas que se fueron, en ese afán de garantizar ganancias y utilidades, siempre por el “hasta”. Justo por el precio mayor, incluso cuando fueron producciones que se hicieron con materias primas adquiridas antes de la TO y, por tanto, a precios bajos.
Alejandro Gil Fernández, viceprimer ministro de Cuba y titular de Economía y Planificación, señalaba que el camino no está en topar precios, y que, al menos, un grupo de productos básicos se habían protegido para que llegaran a todos de manera asequible.
Sin embargo, en lo que se ajustan las riendas de la economía cubana y se hacen par de vueltas de rosca a ese entramado que hoy fatiga a no pocos mientras otros aprovechan para especular, urgen medidas a mediano y corto plazos, que, si bien no van a resolver todas las carencias, ausencias y vacíos en las ofertas, al menos limiten el abuso. Pues un bombón, porque no se produzca en Cuba, no puede costar en la mesa del particular 55 pesos ni un caramelito de chocolate de esos que llaman “kiss” debiera costar 30. No hay profesional con salario digno que pueda, desde su trabajo, adquirir semejantes chucherías para su hijo, posiblemente ni el día de su cumpleaños.
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