Omar apenas puede sacar de su memoria los días tormentosos en los que sus pacientes, alrededor de 50, necesitaban oxígeno permanente y él, médico cubano, integrante de la brigada Henry Reeve que prestaba en ese momento servicios en Ciudad de México, no podía hacer más que ofrecer tranquilidad a las personas y echar mano a la pericia obtenida en sus años de formación.
“Imagina una sala de 50 adultos en la que todos llevan oxígeno. Sabíamos que no existían balones de reserva y lo informamos con tiempo a la dirección del hospital, pero nos decían que había que esperar unas horas, a veces hasta más de un día. El país vivía una crisis enorme, los hospitales públicos estaban colapsados. Se montaron hospitales en las unidades militares para atender a su personal y a la población civil, pero siempre se pensó que recibirían en ellos enfermos leves y moderados.
“El propio caos hizo que hasta allí llegaran pacientes en estado grave y crítico. Lo que más nos preocupaba era que no teníamos condiciones para atenderlos, tampoco todos los antibióticos que llevaban para cubrir las neumonías y, además, se sumaba la escasez de oxígeno”, así nos cuenta el doctor Omar Díaz Barrios, médico especialista en Medicina General Integral, quien, como parte de la “Henry Reeve” cumplió misión internacionalista contra la COVID-19 en dos ocasiones diferentes el año pasado en México.
“Cuando llegaba el camión que llevaba los balones, la sala parecía un hormiguero. Nos lanzábamos a todo correr a cambiarlos y a ponérselos a los pacientes, los cuales muchas veces ya estaban desaturizando, y presentaban mucha falta de aire, desesperados…”.
Omar evoca que en esos días fallecieron varias personas, no pocas: “La coyuntura creó en nosotros mucha ansiedad. Había solo un hombre, al que llamaban el afanador, que era el encargado de distribuir y cambiar los cilindros, pero no daba el tiempo. Cargamos muchos balones. Por suerte, aquello pasó y de forma progresiva las autoridades dieron respuesta a la situación del oxígeno, no era un caso puntual de nuestro hospital, escaseaba en el Distrito completo”.
EL AGRADECIMIENTO COMO MAYOR RECOMPENSA
El galeno hace un repaso en su memoria y asegura que ello puso a prueba la capacidad de respuesta de los médicos cubanos, pues en esa etapa hubo que dar atención especializada y diferenciada a cada uno.
“Son cosas que aquí no se ven porque siempre se hace un esfuerzo para que el paciente que llegue a un estadio grave tenga su cama y sus medicamentos. Aquello nos impactó grandemente”.
Señala que después las cosas mejoraron: “En el último mes y medio no lamentamos más muertes de pacientes. Lo más gratificante era ver cómo nos agradecían. Sus familiares se comunicaban por teléfono o les hacían videollamadas y ellos siempre mostraban su afecto y gratitud.
“Nos dejaban carteles en la cerca perimetral de la unidad militar, nos escribían cartas, se tomaban fotos… también es que el cubano tiene una forma muy particular que lo distingue en el trato. Uno les preguntaba a cada rato cómo se sienten, si están mejor, si necesitan que se les ayude en algo”.
Esta misión que Omar describe se corresponde con su estancia en México en el último trimestre del 2020, cuando se le preguntó su disposición para volver a ese país a combatir la COVID-19 ante un rebrote inmenso que azotaba la nación azteca.
Antes, justo al inicio de la pandemia en el mes de mayo, había contribuido con su labor en Veracruz. “Allí se quiere mucho a los cubanos. Se notaba un incremento de los casos activos y nos llevaron a trabajar a la terapia intensiva de un hospital de alta especialidad. Los médicos MGI nos desempeñamos en la atención primaria, por lo que laborar en la atención secundaria, específicamente en la sala de terapia, no fue nada sencillo”, dice sin tapujos.
“Tuvimos que estudiar mucho y prepararnos en muy poco tiempo. Nos cuidamos en extremo porque el riesgo de contagio era elevado, pero sabes que tienes que hacer hasta lo imposible por no enfermar; te sabes lejos de tu país y de tu gente y aquí uno tiene una familia, esposa, hijos, una madre que te espera.
“Hubo colegas que enfermaron, incluso uno estuvo grave, pero por suerte todos regresamos juntos y sin problemas. Ya en el segundo momento, las cosas fueron más complejas. Hacíamos turnos de seis horas. Uno se prepara psicológicamente; predispone al cuerpo para no orinar ni tomar agua en ese tiempo; las gafas y la careta se empañan del calor, se usa mascarillas, el traje de protección y varios pares de guantes”.
“Los médicos epidemiólogos te enseñan a retirarte todo eso en el orden que indica el protocolo y tratas de descansar. Pero dormíamos en un local tipo albergue y cuando uno trataba de dormir a otro le tocaba entrar de relevo y así las cosas eran difíciles.
“Éramos más de 200 entre médicos y personal de enfermería y debo destacar, porque lo considero absolutamente importante, la labor en equipo que fuimos capaces de desarrollar allí. Primó una compenetración entre unos y otros que lo mismo veías a un enfermero apoyando a un médico que a este desarrollando procederes de enfermería”.
ANÉCDOTAS PARA CONTAR
Omar cuenta su historia, la misma que narrara en un encuentro por videoconferencia con el presidente Miguel Díaz-Canel, en representación de su brigada y de los pinareños.
Pero tendrá mucho más para contar a quienes deseen saber de los avatares de un médico que combate a la muerte fuera de su Isla. Anécdotas como cuando vivió en carne propia los desvelos por el golpe de estado propiciado a Evo Morales en Bolivia en noviembre de 2019. Por esos días cumplía misión internacionalista nada más y nada menos que en El Alto, La Paz.
“Es increíble cómo agredieron a los cubanos física y verbalmente. Nos perseguían. Fueron jornadas muy complejas y de gran estrés. No se podía salir de la casa, hasta que por fin logramos volver a Cuba”.
Y de Brasil se lleva también un recuerdo, esta vez uno muy grato: el de cuando lo declararon persona ilustre de la ciudad de Barras en el estado de Piauí. Allí Omar estuvo tres años y cuatro meses, después de que los vecinos no vieran un solo doctor en el puesto médico de la localidad por un periodo de seis meses.
Son memorias gratas que lleva consigo, y no deja de mencionar una muy especial: entre 2003 y 2011, mientras prestaba servicios en Venezuela, tuvo la posibilidad de conocer a Hugo Chávez, pues trabajó en Sabaneta de Barinas, pueblo que viera nacer al líder y que lo recibía con frecuencia.
Este médico no quiere cerrar esta entrevista sin antes llamar la atención sobre la necesidad de que las personas eleven la percepción del riesgo ante la COVID-19, de que los padres protejan a sus hijos, de que seamos responsables y ayudemos a frenar los contagios.
Y que lo diga este hombre que vio morir a personas a causa del coronavirus, a personas sin comorbilidades, que no constituían alto riesgo ante la enfermedad, ya es bastante.
“El coronavirus mata, nos dice, y son miles los que pierden la vida cada día por esta causa y ya no solo adultos mayores, sino también personas jóvenes. Las nuevas cepas que circulan son muy virulentas y agresivas. Mueren más personas ahora que cuando empezó la COVID-19. Lo más importante es prevenir”.