El Día de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) no es una fecha cualquiera; está profundamente entrelazada con uno de los capítulos más heroicos y determinantes de la historia cubana: el desembarco del Granma en 1956, fecha en la que un grupo de hombres, guiados por un sueño de justicia y libertad, iniciaron una lucha que cambiaría para siempre el destino de la nación.
El yate Granma, una modesta embarcación destinada originalmente a otros fines, se convirtió en símbolo de esperanza y determinación. A bordo, 82 valientes, liderados por Fidel Castro, desafiaron los límites de lo posible, enfrentando un mar embravecido, la incertidumbre del destino y la promesa de un combate desigual. Cada ola que golpeaba la embarcación parecía querer apagar la llama que ardía en sus corazones, pero su fe en la causa revolucionaria fue más fuerte que cualquier adversidad.
El desembarco, realizado en las costas de Niquero, no fue el inicio de una victoria inmediata, sino el comienzo de una gesta llena de sacrificios. El terreno inhóspito, la falta de recursos y la feroz persecución del régimen batistiano hicieron de esos primeros días un verdadero desafío para los guerrilleros. Sin embargo, el espíritu combativo y la unidad de propósito los mantuvieron firmes. Lo que parecía una derrota se convirtió en una resistencia histórica, forjando la guerrilla que se asentaría en la Sierra Maestra y lideraría la Revolución.
Al conmemorar el Día de las FAR, no solo se celebra un ejército, sino el espíritu que lo forjó. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias nacieron de ese compromiso irrenunciable con los ideales de libertad, independencia y soberanía. No son solo una institución militar, sino una expresión del pueblo en armas, de la voluntad colectiva de defender a la Patria y construir un futuro digno para todos.
En Pinar del Río, como en toda Cuba, esta fecha se vive con profundo respeto y orgullo. Aquí, donde tantas familias han contribuido con hijos e hijas a las filas de las FAR, el legado del Granma resuena como un ejemplo de valentía. Desde los jóvenes que participan en actividades comunitarias hasta los veteranos que reviven las anécdotas de sus días en servicio, el espíritu del dos de diciembre une generaciones en un propósito común.
Este día también es un llamado a la memoria. Rememorar el desembarco del Granma no es solo evocar un acto de heroísmo, sino reflexionar sobre el compromiso necesario para proteger lo conquistado. En cada maniobra, en cada guardia y en cada misión, los miembros de las FAR honran aquel juramento silencioso que los 82 expedicionarios llevaron consigo al zarpar.
Esta fecha nos recuerda que la verdadera fuerza no está en las armas, sino en los ideales que las sostienen. Así como aquellos hombres del “Granma” confiaron en un sueño, las generaciones actuales encuentran en esta fecha una oportunidad para renovar su compromiso con los valores que sostienen a Cuba como nación independiente.
Hoy, mientras se escuchan los himnos y se ondean las banderas, la sombra del “Granma” sigue proyectándose sobre el presente, iluminando el camino de una nación que, como sus guerrilleros, no se rinde ante ninguna adversidad. Es un día de orgullo, de reflexión y, sobre todo, de reafirmar que la historia de lucha y sacrificio continúa siendo el faro que guía el destino de Cuba.