Aunque fue un 13 de abril cuando tuvo lugar el beso más largo del que se tenga noticias, hoy, Día Internacional del Beso, ni el besito más cortico se puede estar dando –a no ser que vivan juntos-, ni con nasobuco mediante.
La culpa es de ese dichoso coronavirus que hasta los besos nos ha secuestrado, y también los abrazos, los apretones de manos, las cercanías varias…
Aquel antológico beso fue protagonizado por una pareja tailandesa que en un concurso por el Día de San Valentín, estuvo besándose ininterrumpidamente durante casi dos días: 46 horas, 24 minutos y 9 segundos.
Tiempo después, esa misma pareja batió su propio récord al permanecer unidos por un beso durante 58 horas, 35 minutos y 58 segundos.
Si llegan a imaginar las limitaciones que nos iba a imponer esta pandemia, a lo mejor hasta se hubieran besado aún por más tiempo para darse por adelantado lo que ahora muchos no pueden entregarse.
Aunque el Día Internacional del Beso se creó a partir del mencionado beso romántico, en ninguna parte dice que la celebración excluye los otros besos: los sociales, en las mejillas o en el dorso de la mano.
Y es que los besos, de cualquier tipo, son un lenguaje universal que habla de vínculos, desde el simple saludo, pasando por el amor filial, hasta el romance más apasionado.
Sigmund Freud aseguraba que el beso «es la quintaesencia del placer oral», y además de placentero es saludable porque nos activa 34 músculos faciales y del cuello, y, en dependencia del tipo de beso que sea, tiene también otras ventajas como aumentar la temperatura corporal o el flujo sanguíneo, a la vez que ayudar a quemar calorías y a reducir la ansiedad, el estrés y mejora el sistema inmune.
No será ahora, pero esos besos, con sus beneficios para la salud, para lo afectos y para el amor, volverán, como las oscuras golondrina de Bécquer.
Y, con otras palabras pero igual intención, volverán las parejas a repetir el famoso diálogo de los amantes de Venecia:
Julieta: Ahora tienen mis labios el pecado que han tomado de los tuyos.
Romeo: ¿El pecado de mis labios? ¡Dulce reproche! Devuélvemelo.