Las medidas tomadas para evitar la propagación del virus SARS-CoV2, trajeron cambios en las rutinas domésticas.
Uno de esos es que ha incrementado la permanencia de muchos papás en casa, y ya sabemos que el reto de la convivencia no siempre es un camino de rosas. Más si ante el tiempo libre, después que hicieron todo lo que tenían pospuesto, ahora les da por incursionar en la cocina, querer administrar la economía del hogar u ocupar espacios que habitualmente dejan en otras manos, así que mujeres, invoquen a la paciencia: en tiempos de carencias, ese es un magnífico regalo.
Bromas aparte, en las últimas semanas hemos visto imágenes de padres que saludan a sus hijos a través de un cristal, porque temen contagiarlos de la COVID-19 al regresar a sus casas de trabajar en sitios donde estuvieron expuestos al contagio; familias que solo mantienen el contacto a través de las redes sociales, por la misma razón; hombres que dejaron a sus mujeres embarazadas o con niños pequeños en el hogar mientras ellos partieron hacia otros lares para cumplir con el deber sagrado de una profesión: salvar vidas.
Historias que se reflejan en diferentes medios de prensa o espacios de intercambio virtual, pero desde el momento en que las vemos, leemos u oímos ya son nuestras.
Sería injusto no mencionar a los que suplen a mamá, porque ella es la imprescindible para la sociedad y aprenden en medio de circunstancias especiales a crecerse en los entuertos hogareños, orgullosos de estar en la retaguardia para resguardar a sus retoños.
Y es que esta pandemia que ha impuesto el distanciamiento físico como el método más eficaz de protección también ha demostrado que las separaciones se acortan desde los afectos, el interés emocional y la comunión de intereses. En estos primeros seis meses del 2020 aprendimos cuán vulnerables somos y la urgencia de estar unidos para vencer como especie a enemigos letales.
No llegarán precisamente en naves espaciales desde lejanas galaxias, están ahí en nuestra propia atmósfera y ante tamaña realidad se plantea una vuelta a valores primigenios de comunidad esa que se sustenta desde la familia, la sanguínea, circunstancial o elegida.
Este año la celebración del Día de los Padres está marcada por la pandemia, por lo que lo recomendable es no hacerlo en grandes reuniones sociales, evitar que los ancianos reciban muchas visitas, usar el nasobuco y dejar los besos y abrazos para tiempos en que la seguridad nos sea menos esquiva.
Habrá muchas ausencias, algunas definitivas lamentablemente y no solo achacables a la COVID-19, otras transitorias, porque papá es imprescindible en otro lugar, garantizando servicios básicos, cuidando a personas extrañas, pero necesitadas; dando lo mejor de sí fuera de casa, con un pedazo del alma en ella, ya que entre las tantas razones que lo llevan a la línea de combate contra este virus está la de vencerlo para que sus hijos queden fuera de peligro.
No menos importante es que aun sin que exista impedimenta alguna, cuando sea prudente, es preferible estar lejos antes que exponer a seres queridos a un posible contagio: el verdadero amor sabe de sacrificios y cualquiera que sea siempre será nimio ante la recompensa de gozar de buena salud.
Todos y cada uno de los días son de los padres porque llevar un hijo a la escuela, estudiar con él, dedicarle tiempo, ocuparse de satisfacer sus necesidades, darle cariño, educarlo, cuidarlo, son responsabilidades que van mucho más allá de una fecha en el calendario, estemos o no estemos en pandemia.
Tampoco precisan enmarcarse en 24 horas al año las atenciones que merece ya anciano ese que nos las prodigó en nuestra infancia.
Celebremos este Día de los padres como un canto a la vida, la que cada jornada en que no se informan muertes por la COVID-19 florece y se afianza en los ciclos que se agrandan sin nuevos casos positivos, robusteciendo el tronco y las ramas del árbol que llamamos familia, porque no hay dicha mayor que ver los pequeños brotes erguirse bajo la sombra protectora que los acuna y dar continuidad a la savia de la existencia.
Sobran las razones para desearles toda la dicha del mundo en esta y cualquier otra fecha, pero esta vez llevan una carga extra de agradecimiento porque quien se crece ante la adversidad no solo inspira afecto sino admiración. Felicidades papás…