(Versiones taquigráficas – Presidencia de la República)
Su Excelencia Ariel Henry, primer ministro de la República de Haití;
Excelentísima señora Amina Mohammed, vicesecretaria General de la Organización de las Naciones Unidas;
Distinguidos invitados:
Nos convoca otra vez la urgencia ante el drama humano que vive Haití, la nación más pobre de nuestro hemisferio y una de las más vulnerables, por su ubicación geográfica, ante las catástrofes naturales que con dolorosa frecuencia impactan al Caribe.
De los golpes de la naturaleza y de la violencia social que la han castigado como una maldición a lo largo de más de dos siglos se habla bastante. Se habla menos, como para esconder culpas, de las reales causas y las dramáticas consecuencias del abuso colonial y poscolonial de las potencias imperiales, que le hicieron pagar por más de 200 años la osadía de ser la primera Revolución liderada por hombres negros, hasta entonces esclavos; la primera república independiente de Nuestra América y la primera de todo el continente en abolir la esclavitud.
La tierra que inspiró en nuestro Alejo Carpentier la idea de lo real maravilloso y una obra original y extraordinaria como El Reino de este mundo, sobrevive apenas a las duras secuelas de tiranías militares, saqueos e intervención extranjera, que no vienen de la naturaleza sino de los hombres y el abuso del poder.
Por eso es preciso hablar duramente de la realidad haitiana y de la responsabilidad que tiene con su transformación definitiva toda la comunidad internacional, que ya acumula una enorme deuda con su pueblo noble y trabajador que merece y necesita nuestro respeto y apoyo.
Todos tenemos la obligación moral de prestar cooperación sustancial y desinteresada a Haití, y no solo para la reconstrucción de algunas zonas, sino también para impulsar de manera integral un desarrollo sostenible para todo el país.
Cuba habla aquí con la autoridad moral que nos otorga haber compartido con la nación hermana y más próxima grandes dolores y formidables empeños a lo largo de siglos.
En nuestras clases de Historia se habla de Makandal, Louverture o Dessalines como parte de un mismo patrimonio antirracista y libertario. El azúcar y el café de Cuba están tan enlazados a esas producciones en Haití como la sangre, las lágrimas, las tradiciones religiosas, los bailes, los cantos, el paisajismo, la cultura de ambos pueblos que se abrazan en la singularidad del Caribe.
La Revolución Cubana decretó en su primera década el reconocimiento de la seguridad social para los trabajadores haitianos, semiesclavos de la época prerrevolucionaria. Fue el pago de una deuda histórica y la defensa de un principio que ya para siempre sería la solidaridad incondicional con Haití en todos los órdenes.
Esa solidaridad ha alcanzado sus cotas más altas en determinadas coyunturas, como el brote de cólera y los sismos de 2010 y 2021, cuando los especialistas cubanos mostraron al mundo la hondura de su compromiso y consagración en la atención a la población haitiana.
Pero, a diferencia del resto de las ayudas internacionales, los profesionales cubanos no llegaron tras el desastre, llevaban más de una década de trabajo y cooperación allí.
La nueva etapa de esa colaboración se abrió en 1998 con el envío de una brigada médica, medicamentos y todo lo necesario para socorrer a la población afectada por los huracanes George y Mitch y con la llegada de cientos de jóvenes haitianos a la Escuela Caribeña que como extensión de la ELAM se abrió en Santiago de Cuba.
Desde que comenzó nuestra colaboración médica en Haití hasta diciembre de 2021, más de 6 000 colaboradores cubanos de la Salud habían cumplido misión, realizando más de 36 millones de consultas, de ellas casi nueve millones de consultas pediátricas, más de 721 000 operaciones quirúrgicas, y más de 194 000 partos, salvando más de 429 000 vidas. Se han administrado más de 1 649 000 dosis de distintas vacunas en campañas de prevención. Se han formado en Cuba 1 129 trabajadores haitianos de la Salud.
En agosto de 2021, a los 253 profesionales cubanos de la Salud que ya trabajaban en este hermano país, se sumó una brigada del Contingente Internacional Henry Reeve, integrada por 11 colaboradores, para apoyar la labor asistencial en las zonas más afectadas por el sismo.
Cuba ha colaborado, además, en proyectos en las esferas de la educación, el deporte, la agricultura, la pesca, la construcción, recursos hidráulicos y medio ambiente. Más de 448 000 haitianos han sido alfabetizados gracias al programa educativo cubano Yo sí puedo y otros 1 595 estudiantes se han graduado en universidades cubanas.
No citamos estos datos para presumir de nuestra cooperación. Nada más alejado de la prédica martiana y de la idea de Fidel sobre el internacionalismo y la solidaridad. Queremos dejar constancia de nuestra conciencia sobre los graves problemas que aquejan a la hermana Haití. Porque nunca hemos compartido lo que nos sobra, sino lo que hemos podido alcanzar y sostener con grandes cuotas de sacrificio, y porque en tiempos sumamente difíciles, marcados por la dura batalla contra la pandemia y contra el recrudecido bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contra nuestro pueblo, hemos decidido mantener y mantenemos nuestra irrevocable vocación solidaria y humanista.
Como prueba de esa disposición, hoy, aquí, reiteramos la decisión de apoyar la campaña de vacunación contra la COVID-19 en Haití, mediante asesoría y provisión de las vacunas cubanas. El pasado 27 de enero informamos a la Secretaría General de la Comunidad del Caribe, Caricom, el compromiso de donar 72 000 dosis de Abdala, Soberana 02 y Soberana Plus para la inmunización de 24 000 personas en el Caribe. Una donación similar ofrecimos a los Estados miembros de la Organización de Estados del Caribe Oriental.
Invitamos a todos los gobiernos, organismos internacionales y donantes, sin excepción, a movilizar los recursos financieros necesarios, transferir tecnologías, viabilizar mecanismos de creación de capacidades y cumplir los compromisos en materia de Ayuda Oficial al Desarrollo para Haití, todo lo cual debe realizarse sobre el más estricto respeto a su soberanía, al pueblo, al Gobierno y a las instituciones haitianas.
Como señalara en 1998 el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro Ruz: «Haití no necesita soldados, no necesita invasiones de soldados; lo que necesita Haití son invasiones de médicos, lo que necesita Haití, además, son invasiones de millones de dólares para su desarrollo».
Cuba no tiene millones de dólares, pero sí tiene médicos y forma médicos para sanar o contribuir a sanar al pueblo haitiano. Cuba tiene conciencia y reclama conciencia internacional sobre el drama haitiano.
La primera nación realmente independiente y libre de Nuestra América, por cuanto no solo expulsó al colonizador, sino que rompió los grilletes de la esclavitud, merece la mayor atención del mundo y el apoyo más urgente. Hagamos posibles sus derechos humanos.
Muchas gracias.