Ángel Lorenzo González González es médico especialista de primer grado en Cirugía General y especialista de segundo grado en Medicina Intensiva y de Emergencia en el hospital provincial Abel Santamaría Cuadrado en Pinar del Río.
Hace 44 años se graduó, y desde entonces no ha hecho más que entregar lo mejor de sí en cada institución de salud a la que ha pertenecido.
Por sus méritos y resultados de trabajo fue acreedor este miércoles de la medalla Jesús Menéndez, reconocimiento que lo llena de orgullo y constituye un motivo más para continuar en su labor.
Emocionado aún por la medalla que ahora cuelga en su bata, recuerda, como quien hurga en la memoria, que a finales de la década del 70 del pasado siglo empezó a trabajar en el hospital León Cuervo Rubio como cirujano general, donde estuvo hasta 1980.
Del ‘80 al ‘82 cumplió misión internacionalista en la República Popular de Angola, a su regreso se reincorporó al “León Cuervo” y allí estuvo hasta el ‘87, fecha en la que es escogido para un curso de cuidados intensivos en el hospital Hermanos Ameijeiras. Al año siguiente se reincorpora, esta vez al “Abel Santamaría” como médico intensivista, labor que ha desempeñado hasta la actualidad.
“Cumplí misión internacionalista nuevamente en el año 2006 en la República Bolivariana de Venezuela hasta el 2009, y de 2014 hasta 2016 estuve en la República de Mozambique. Desde entonces permanezco laborando de forma ininterrumpida”.
Pero los méritos de este hombre que habla pausado y bajito no quedan solo en su dedicación a los pacientes, sino que ha dejado su huella como docente en la formación de las nuevas generaciones.
“En 1984 me incorporo a la docencia, transité por las diferentes categorías, y hoy soy profesor consultante. He integrado el elenco que ha impartido clases donde continúo formando médicos en la especialidad”.
Muchas anécdotas llegan a su mente este día de reconocimientos. Lo más importante es ver a un paciente recuperado:
“Recuerdo a Gustavo, de Viñales. Estaban empezando los años difíciles del periodo especial, 1992 o 1993. Trabajaba en la construcción de túneles. Quedó atrapado entre ocho o 10 horas tras el derrumbe de uno. Estuvo en la sala alrededor de dos meses y a pesar de que tuvo múltiples complicaciones, logramos salvarlo. Siempre que vemos pacientes con peligro para la vida recuperarse, se siente mucha satisfacción. Todavía nos visita en el hospital con su familia.
“La mayor experiencia es la dedicación a los cuidados intensivos. No solo en la atención al paciente quirúrgico grave, sino en sentido general, hablo de toda la medicina de emergencia y la medicina intensiva; es una tarea que es polivalente e incluye cualquier tipo de afección que pone en peligro inminente la vida del paciente”.
Al referirse a las limitaciones de recursos que en la actualidad atraviesan alega: “De cierta forma es una situación de la cual no escapa el sector, y específicamente el área de medicina intensiva y de emergencia. No obstante, esta es una especialidad algo privilegiada por atender a pacientes críticos o muy graves, por ejemplo, maternas que tienen su proceso gestacional muy comprometido. A pesar de las limitaciones siempre hemos podido satisfacer las necesidades que han requerido esos pacientes.
“En este sentido lo que más nos golpea es el déficit de equipos, pero con los que tenemos suplimos las insuficiencias existentes. Creo que hemos sido privilegiados, eso es cierto”.
No pasa por alto los acontecimientos de los días recientes, en los que un grupo de contrarrevolucionarios intentan desestabilizar al país: “¿Qué criterio voy a tener de esas personas? Son fechorías lo que cometen. Mancillan con sus actos la historia”.