A los 15 años Alfonso Capone, más conocido como Al Capone, robó a un peluquero siciliano del barrio de Brooklyn, Nueva York, y además le rajó las dos mejillas con una navaja, por cuyas cicatrices le vino el apodo de Scarface (cara cosida). A los 21 años fue a Chicago y, de pistolero al servicio de John Torrio, se convirtió en el “rey de los gangsters” llegando al asesinato directo o indirecto de más de 300 personas.
Entre 1920 y 1933 entra en vigor en Estados Unidos la llamada “ley seca”, por la prohibición de vender bebidas alcohólicas, y Al Capone encontró un gran negocio en el contrabando de bebidas, monopolizándolo durante casi 10 años y llegando a tener más de 25 millones de dólares de ganancias anuales. En 1930 la justicia encontró su punto débil y le condenó a 11 años de cárcel, encerrándolo en la prisión de Atlanta y luego en la de Alcatraz, donde sufrió los primeros síntomas de una parálisis progresiva.
En enero de 1940 fue liberado por su buena conducta y desde entonces vivió retirado en su finca de la Florida, en Miami Beach, donde murió de sífilis en 1947, a la edad de 48 años. Ahora resulta, que en ese mismo territorio existen herederos de mala entraña que solicitan invadirnos.