Entre los grandes nombres de la literatura cubana, Dora Alonso se alza como un baluarte de creatividad, amor por la naturaleza y compromiso con su tierra. Nacida en Matanzas en 1910, esta escritora, dramaturga y periodista dejó una marca indeleble en la cultura cubana, especialmente a través de su conexión íntima con Pinar del Río.
Aunque su lugar de nacimiento no fue esta provincia, su corazón encontró en los paisajes y en la gente de Viñales un hogar espiritual que transformó en musa.
El Valle de Viñales fue mucho más que un escenario para sus obras; fue su refugio y salvación. En una entrevista recordó cómo, tras una gran conmoción moral, halló en el paisaje pinareño la fuerza para reconciliarse con la vida. Este lugar, con sus mogotes y verdes infinitos, inspiró su famosa obra El valle de la Pájara Pinta, un tributo a la niñez, la naturaleza y los valores humanos. La novela, ganadora del Premio Casa de las Américas en 1980, no solo capturó la esencia del lugar, sino que también rompió moldes al presentar a una heroína femenina, Isabela, como símbolo de audacia e igualdad.
La relación de Dora con Pinar del Río no fue casual, sino profundamente emocional y simbólica. Su obra refleja un compromiso con el cuidado del medio ambiente y una devoción por las tradiciones locales. En cada descripción, desde los paisajes naturales hasta los caracteres de sus personajes, transmitió una visión que dignificaba lo rural y lo autóctono. Para ella, esta tierra era mucho más que un lugar; era un microcosmos donde la humanidad y la naturaleza se encontraban en armonía.