A veces me pregunto –conociendo de antemano la respuesta– por qué nos empeñamos tanto en hacernos daño a nosotros mismos como individuos de una especie racional y pensante.
Y es que no me cabe en la cabeza, cómo algunos, quizás por embullo, o por la estúpida razón adolescente de no quedarse atrás en el grupo o “marcarse” como el miedoso, caen presas y presos de sustancias psicotrópicas que ningún beneficio aportan a la salud, mucho menos a la autoestima.
Sí, hablo del consumo de drogas entre la población adolescente y adulta joven. Un fenómeno en ciernes, que poco a poco ha ido in crescendo, y como una enemiga invisible nos ha atacado por sorpresa. Sí, la droga está en nuestras calles y nuestros jóvenes la consumen.
No es un delito hablar de ello, tampoco debe considerarse tabú, ni debemos tener miedo a comentarlo con nuestros familiares cercanos como terapia o charla preventiva.
A modo personal, quien suscribe siempre ha sido partícipe de llamar a cada cosa por su nombre y de no andar con rodeos cuando de cierto asunto importante se trata. Una política esta un tanto agresiva para algunos, o quizás contraproducente para otros si de imaginario hablamos.
Sin embargo, sin entrar en enfrentamientos directos, le aseguro, querido amigo lector, que es una buena estrategia para hablar los más espinosos temas. Y sin duda, el consumo de droga por parte de los jóvenes, lleva mucho más que una conversación seria.
Ahora bien, sabemos que es un fenómeno que crece y se propaga en la sociedad actual; no obstante, y en plena consonancia con los criterios de muchísimos colegas, lo que más preocupa al escriba, es la indolencia de terceros ante el asunto, ante el mero hecho de preferir grabar y transmitir contenido en sus redes sociales antes que asistir a un compañero en estado de enajenación.
Esto también es un fenómeno que crece, tan peligroso como las drogas mismas. Y pregunto: ¿cuán dañino y nocivo resulta para todos una grabación de este tipo? ¿No es acaso ofensivo, irresponsable y cruel que alguien “suba” a la red a un amigo o colega en un estado de intoxicación que pudiese ser mortal?
Para padres, amigos, colegas, familiares… es importante recordar que el cerebro de un adolescente está más centrado en recompensas y en asumir riesgos que en posibles consecuencias.
Por ende, es importante, querido amigo lector –ya sea usted joven o viejo–, recordarle que las drogas conllevan en sí riesgos vitales como la insuficiencia hepática o cardiaca, deterioro de la memoria y del aprendizaje, riesgos de psicosis, además de la llamada depresión post efecto alucinógeno. No olvidemos las muertes por sobredosis.
En conversaciones y sondeos recientes, muchos creen que es solo deber de las autoridades competentes el combatir este mal. ¡Qué absurdo! Nada más lejos de la realidad.
Todos y cada uno de nosotros podemos y debemos ser partícipes de esta batalla que se nos intenta presentar cotidiana, ya sea ofreciendo información sobre quienes venden y consumen, como ayudando a quienes se intoxican.
Poseemos la misión de construir una Cuba mejor, pues aun cuando tengamos caminos y sueños diversos, creo que hablo por todos cuando digo que no existe logro mayor que el de vivir en un país seguro, próspero y libre de estas sustancias.
Recordemos, igualmente, que quienes prefieren popularizar los episodios vergonzosos de compañeros “estimulados” con el mero fin de ganar seguidores en la red, hoy pecan por partida doble al incurrir en delitos diversos y, por tanto, sancionables.
No le sigamos el juego a la apatía y a la banalidad, mucho menos a las modas del consumo o a las tendencias sociales de “viralizar” lo ridículo y mortal. Piense siempre, querido amigo, que lo que actualmente puede ocasionar risas, mañana pudiera convertirse en un recuerdo doloroso.