Quizás a las nuevas generaciones de pinareños el nombre de Roberto Hernández Moseguí no les resulte familiar. Sin embargo, cuando se habla de la historia del Partido en Pinar del Río, no se puede prescindir de su labor.
A sus 83 años, sigue siendo el primero que llega a su centro de trabajo y el último que se va. Confiesa que no le interesa en lo absoluto quedarse en casa sin hacer nada útil. “Mientras la salud lo permita seré un trabajador del Partido”.
Aunque hoy funge como asesor, Roberto Hernández Moseguí estuvo, por casi 30 años, al frente de la UEB de Pinar del Río perteneciente a la Empresa Comercializadora, Importadora y Exportadora de la Industria Ligera (Encomil), entidad que ha sido Vanguardia Nacional en múltiples ocasiones.
PARA TODA LA VIDA
El 16 de abril no solo marca en Cuba la proclamación del carácter socialista de la Revolución cubana, sino la fecha en que, como dijera Fidel, nació el Partido Comunista de Cuba en estrecha unidad de los revolucionarios y el pueblo trabajador.
En aquellos primeros años de la Revolución, cuando se transformaban las Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) en el Partido Unido de la Revolución Socialista (PURSC) estaba en primera fila Roberto Hernández Moseguí, un jovencito de La Palma que con 16 años se había unido a la lucha clandestina y al Ejército Rebelde.
Se emociona cuando rememora sus días de infancia y juventud, de sus estudios hasta solo sexto grado y de la vida humilde que vivían la mayoría de las familias cubanas del campo.
“Después del triunfo revolucionario me mantuve en el Ejército hasta finales de 1961. De ahí, no sé por qué, me eligieron, junto a otros compañeros, para trabajar en la organización y construcción del PURSC. Luego se fueron creando las distintas regiones y estuve en Bahía Honda, Guane, San Cristóbal…”
De su trayectoria por el Partido tiene mucho que contar, desde sus inicios como miembro del Buró para atender diferentes esferas, su labor como primer secretario del municipio de Viñales hasta su trabajo en el Gobierno, pero sin dudas hubo momentos que marcaron su vida y que atesora con mucho cariño.
¿Cómo recuerda trabajar junto al comandante Camacho?
“Maravilloso” -hace una pausa y retoma el aliento-. “Quizás, después de mis padres, fue de ese hombre de quien más aprendí. Para los pinareños es un símbolo, nos enseñó mucho a todos. Camacho rehízo el Partido, que en aquel momento había quedado lastimado por situaciones que se dieron en la provincia. Él fue capaz de organizar y rescatar la autoridad, la admiración, el respeto.
“Siempre estuve con él. Fue la etapa más linda que tuvo el Partido en esta parte del país. Esos arbolitos políticos que sembró se han cultivado y se mantienen hasta hoy. Como pinareño y como persona, me siento muy agradecido de él y de todo lo que hizo”.
También estuvo al lado de Jaime Crombet…
“Jaime…” -hace otra pausa y se le escapa un suspiro-. “Creo que fue un leal continuador del trabajo de Camacho en el Partido. Era un joven con muchísima preparación. Ambos tenían características personales muy similares, a pesar de la diferencia de edad. Él también se ganó el respeto y el cariño de la sociedad pinareña. Éramos muy buenos amigos. Para identificarme aún más con él, tenemos la coincidencia de haber nacido el mismo día y el mismo año”.
Para Robertico, como aún le llaman los más allegados, hubiera sido muy bueno haber llegado al Partido convertido en ingeniero o licenciado. “Pero no pudo ser. No fue hasta 1983 que me licencié en Ciencias Sociales.
“Hicimos la Facultad Obrero Campesina, casi totalmente desde nuestros despachos. Los profesores se sacrificaban para ir a darnos las clases a las cinco de la mañana, y la familia jugaba un papel muy importante.
“Como miembro del Buró atendía muchas esferas. En los tiempos de zafra azucarera, cada sábado salíamos a un central distinto, y como estaba tan poco tiempo en la casa, lo que hacía era montar a mis tres hijos en el carro ese día y los llevaba conmigo. Era la manera que tenía de compartir con ellos.
“De esa etapa de mi vida me siento satisfecho. No creo que lo haya hecho todo bien, pero lo que sí puedo decirle es que, si no lo hice mejor, fue porque no sabía cómo hacerlo. Hacíamos lo que creíamos que era correcto.
¿Dónde cree que esté la clave para ganarse el respeto que siempre le han profesado?
“Eso es algo que va en el transcurso de la vida. Quizás un poco por lo que aprendimos de nuestros padres, pero fundamentalmente por la enseñanza que a diario recibíamos de Fidel, de la dirección del Partido. Esa falta de intelectualidad y preparación académica que le mencionaba se sustituía por el vínculo cercano, el cariño y el respeto al pueblo.
“Éramos muy estrictos en cuanto a normas y ética. No es que no exista hoy. Pero el desarrollo, la tecnología nos ha distanciado, nos ha deshumanizado un poco. Antes todo se hacía de manera presencial, mirándose a los ojos, y cuántas cosas pueden decirse con solo mirarse a la cara”.
¿Cómo recuerda los momentos que compartió con Fidel?
“Lo mejor que me pudo pasar en la vida. Fueron muchas veces las que compartimos durante sus visitas a la provincia, y siempre demostraba una sensibilidad y una sencillez increíbles. Con nosotros se sentaba a almorzar, incluso luego de un recorrido tenía el detalle de enviarnos las fotos que nos tomábamos juntos”.
“¿Qué significa el Partido para usted?
“Estoy aquí por el Partido”, -la pausa es más prolongada esta vez- “Y me siento con la misma responsabilidad con la que me puso aquí. Si sale algo mal siento que es culpa mía por no haber sido capaz de preverlo, de alertar, de ayudar”.
Roberto Hernández Moseguí tiene muchas anécdotas guardadas, momentos memorables que atesora como parte indispensable de su existencia, que irremediablemente está ligada a la organización que ayudó a crear y a la que ha dedicado todo, como él mismo asegura: “El Partido significa la vida”.