El pasado año la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA) le otorgó a Ebenecer Ballart Ramos el premio Manos, por su trayectoria al frente del proyecto Espacio abierto, su extensión comunitaria y su labor en la formación y conservación de la artesanía en Pinar del Río.
Entre tapices, manualidades y sorbos de café, conversamos con este artista, a quien todos en el pueblo de Viñales llaman Maestro.
«Desde que nací soy artista y promotor. Si hacemos un análisis estoy en esos proyectos desde que era un niño, porque en el mismo lugar donde hoy tengo mi taller, con siete u ocho años confeccionaba títeres, organizaba fiestas, carnavales… y con el paso del tiempo hago lo mismo. Es una vida.
«El periodo especial fue muy importante para la concreción de los proyectos. Todo el mundo sabe lo que pasamos cuando aquello. Vi que una amiga hacía muñecas de trapo y las vendía y dije: ‘Bueno yo también puedo’ y empecé a trabajar en eso, por necesidad.
«A partir de ahí mejoró mi vida, me curó el estrés y tuve la idea de sustituir la pintura por la tela, entonces llegó ese tema de los tapices con la técnica del pat-chwork o parche como le decimos.
«Comencé a participar en talleres y exposiciones para ser afiliado a la ACAA hasta que gané mi primer premio, que fue el que me abrió las puertas.
«El personal de la biblioteca me propuso hacer una actividad con los niños. Me gustó y decidí realizarla más a menudo. Me di cuenta de que era lo mismo que hacía en los años ´70 y ´80 y pensé que este también era un proyecto, hasta que surgió el nombre Espacio abierto, hace 10 años».
ESPACIO ABIERTO
«A través del arte se pueden lograr muchas cosas que no consigues con un discurso, con una noticia. En realidad, lo que hago es comprometer a la gente. Suelto la idea y ahí empieza a cocinarse. Toco puertas, si hace falta un artista lo busco, a veces se le puede pagar, otras no y también involucro a los padres, a la escuela y a las organizaciones de masas.
«Con este proyecto varios niños han cobrado su confianza, vienen a hacer manualidades, artes plásticas, a jugar.
«Te cuento una anécdota: había una niña que ya hoy estudia Medicina y se retrasaba un poco a la hora del estudio. No era mala alumna, sino que necesitaba más tiempo que los demás para apro-piarse del conocimiento. Entonces la habían etiquetado como lenta y que no aprendía. Un día su mamá me dijo: ‘Qué haces con mi niña’. Pensé que era un reclamo negativo y resulta que había dado un cambio tremendo, se volvió más comunicativa, mejoró en la escuela.
«Hay que ver las diferencias individuales, claro, vengo del sector educacional, soy licenciado en Español y Litera-tura, poseo la pedagogía y sé cómo canalizar esos aspectos.
«Esta técnica del parche es muy terapéutica, muy solidaria, de retacitos de tela que intercambiamos. Trabajamos en grupo; he tenido gente con dolencias que no se curan, pero se alivian, elevan su autoestima.
«También cuando vamos al campo, por ejemplo, he realizado ejercicios con los niños para conocer el entorno y se sorprenden al ver un tocororo por primera vez. A veces no vemos lo que nos rodea. No es solo jugar, cantar, coser, es también aprender a valorar lo que uno consigue a través del arte.
«Al principio siempre me preguntaba por qué me llamaban ‘Maestro’, y me pongo a pensar que sí, que desde los 17 años estoy enseñando. He sido maestro de muchas generaciones.
«El último viernes de cada mes efectúo una peña aquí en casa, se llama Peña en mi portal. Ahí mezclo a todo el mundo, para que la gente vea la cultura en el sentido más amplio.
«He tenido la suerte de contar con Nelson Simón y otros autores, a veces se suma un trovador, un mago y hasta los turistas. Se trata de eso, de no excluir a nadie. En la diversidad está la grandeza, nuestra cultura es un ajiaco».
UN BICHO RARO
«Siempre me he visto como un bicho raro. Te pongo un ejemplo, la galería de Viñales no me tenía en cuenta con este trabajo, nunca lo hicieron. Mis amigos pintores no me invitaban a las exposiciones porque mientras ellos pintaban con temperas o acrílicos yo lo hacía con tierra, con chapapote.
«Un día llegó el salón Ibrahim Delgado, era de carácter provincial y presenté un performance con esta técnica del parche, que después se convirtió en una serie llamada Canción de la sombra. Era con saco y una cruz, tierra, un árbol, toda una historia. Y resulta que ganó el salón. Entonces ahí los decisores empezaron a mirarme.
«Por eso trato de dignificar la artesanía. Hay gente que la maltrata y la imagen que tiene es de utilitaria y de mal gusto. Puede ser un arte y puede expresar como las demás manifestaciones».