Publicado por el sello editorial Loynaz, el libro El juego de la memoria, del poeta y narrador Edel Morales (Cabaiguán, 1961) rompe con el canon de la décima tradicional; subterfugio hacia el estilo y la visión contemporánea de la escritura.
Si bien la décima no es la manera poética en la que habitualmente Edel escribe, puesto que recurre más al verso libre, este texto representa una consolidación de su bregar por las coplas, y a la vez, un resumen de casi 20 años de poesía rimada.
Aunque El juego de la memoria tuvo una primera edición en Tenerife, Canarias, no se había publicado antes en Cuba. En esta ocasión, llega a nuestras librerías con una eficaz imagen de cubierta, perteneciente a la artista pinareña (radicada en La Habana) Mari Cary Díaz y la cuidadosa edición de otro vueltabajero, José Raúl Fraguela.
Quizás el largo periodo dentro de la carrera de Morales, que antologa su Juego, incitó tres momentos formales y temáticos dentro del libro, nombrados: Bajo el árbol de mango, Imagina, a solas y Centuria.
El primero evoca la construcción de identidad del sujeto poético con el estilo tradicional de la décima, la influencia de lo natural y campesino en el autor. El segundo, complejiza las formas y las temáticas respecto a su anterior y referencia la vida social, íntima, las confrontaciones al interior de lo literario. Por su parte, Centuria rompe con la estructura académica en función del contexto del siglo XIX, inmerso en desafíos sociales, tecnológicos y culturales.
Sobre la obra, subrayó el poeta, ensayista y crítico literario, Virgilio López Lemus: “Sumado al experimento formal desde la décima, Edel la avienta y logra que ella parezca poema en prosa o texto visual, o textura más larga que la de 10 versos (…) No se escapa de entornos agrestes, deja que la décima sea, a veces, una pequeña oda, una remembranza, una evocación, y hasta una sutil elegía… De modo que el “juego” que el poeta manifiesta no se halla solo compendiado por las formas, sino también por la razón de comunicar, de decir lo poético del raro instante de la emoción o de la reflexión”.
Por tanto, El juego de la memoria demuestra que la décima se revitaliza y fluye en la pluma de escritores contemporáneos, que como Morales transgreden la academia, esas llamadas “estructuras carcelarias” de las letras. El resultado es un texto brioso, de cómoda lectura y suficiente beldad literaria.