Hay gente que son periodistas por la vocación o la casualidad, yo soy de los segundos. Los primeros estaban predestinados, descendieron de casta y caminaron directo a la Universidad; pero hay uno muy especial, que no siempre se consigue, el que nació con herencia, porque cuando llegó a este mundo estaba influido por los genes.
Le llamaría por ósmosis, palabra rara de la medicina que equivale interpenetración o penetración recíproca –no se asusten, no es obscena- pero que se recibe por los tejidos, se le inocula en la sangre, se le riega en el cuerpo y aunque haya tratado de zafarse es imposible, porque si faltara algo lo adquiere en el nacimiento, por el influjo intelectual y beneficio congénito.
Entonces sentenciamos: en el periodismo de Edmundo Alemany Gutiérrez, a mucha honra, está la huella de su padre: Edmundo Alemany Poch, hombre erudito, jurista, periodista, altruista y buen samaritano.
Lo conocí en franca desventaja, él muy mayor, yo muy joven, pero admirado por sus conocimientos, su fino humor –porque aunque muy serio contaba anécdotas para reírnos- y esa diplomacia que desplegaba desde su cargo en el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, ya cuando tenía menos tiempo para el periodismo radial y escrito.
Sus méritos están ganados, a tal punto que el Premio de la Obra de la Vida en periodismo de Pinar del Río lleva su nombre, para que nadie lo olvide.
Ahora, cuando se nos acerca el Día de la prensa cubana necesariamente tenemos que hablar de Alemany, su hijo, experimentado en el oficio, colega con largo bregar y con una huella en los profesionales de última generación.
Cuando surgió la carrera de Periodismo en la Universidad Hermanos Saiz, no hubo reparos para encabezar el colectivo. ¿Por homenaje a su padre? No, por méritos bien ganados desde la redacción de Guerrillero, como reportero de calle y hasta como internacionalista que vistió el uniforme con las tropas en Angola.
Él no ha desconcertado a su estirpe, sus hijos sienten su orgullo, pero más aún la mamá, porque verá en su imagen y semejanza la grandeza de su padre.
Estas crónicas son difíciles, pero necesarias, es una hazaña tratar de reproducir el carácter ajeno, pero aunque me equivoque, al menos puedo intentarlo.
Mundy, apelativo entre colegas, llegó hace mucho tiempo de la Universidad de La Habana con el título bajo el brazo, no para colgarlo, sino para darle ejecutoria; realmente callado en sus deberes, pero conversador cuando le estiras las cuerdas a la lira; dedicado a tu tiempo y silencioso al trabajar… quizás no deba escribir mucho, porque como jefe de la redacción guerrillera en cualquier momento me atrapa algún gazapo.
Ha tenido la paciencia suficiente de permanecer en lo oscuro, no por méritos, sino por la odiosa tarea de que mientras otros andan en la calle, los de la Redacción le dan la forman al muñeco: con las cuartillas de todos, revisan, le forman brazos y piernas; le ponen torso y cabeza… y cuando está bien armada la edición, el director extiende su firma, un simple OK, pero que costó empeño.
Se auxilia de los correctores, diseñadores o realizadores, pero sobre la espalda de editor se juega la vergüenza de un periódico: si sale bien, felicidades para todos; si algo sale mal, pregúntale al editor. Y que lo diga él, una vez hizo cadáver a quizás la persona más importante del mundo en aquel momento.
De nada vale explicar, para qué, quizás tenía un hijo con fiebre; o un ser querido y viejo padecía los achaques; le dolió la cabeza o pasó la mala noche: a fin de cuentas él es el responsable.
Estas cosas Mundy las contaría mejor, pero en definitiva el de la idea fui yo; entonces si me equivoco, está vez las críticas no serán para él.
Los periodistas viejos, digo con experiencia, y él lo es, no nos detuvimos por el qué dirán; sabemos que esto que leyeron hoy, si gustara o no, mañana será mejor.
Desde su cargo en la Upec provincial durante años, en la vanguardia política del Guerrillero, como uno del Consejo de Dirección, como pinareño de fila, a la gente del terruño vendrán sus memorias de sus textos de otros años, porque aparte de lo dicho, mucho tiempo dedicó a desandar los éxitos de la Salud y cada periodista lleva su librito.
Edmundo Alemany Gutiérrez es otro que este 14 de marzo tenemos que felicitar.