Educación es un sector que no conoce del único regalo que le ha dejado la COVID 19 al proletariado mundial: estancia en casa, disponibilidad de tiempo, cumplir con los compromisos laborales a los ritmos autoplanificados.
Cancelar el curso, dejar que pasen días y meses sin que se avance en el aprendizaje y acopiar la tensión de los padres por la prolongada descolarización, han sido negativas rotundas, para lo cual se han adoptado variantes a todos los niveles, desde el ministerio, hasta la más intrincada escuela rural.
Javier Plascencia Artidiello, cuenta su experiencia como director del preuniversitario Rafael Ferro Macías de la capital provincial: “Los profesores hemos creado grupos virtuales de todas las asignaturas, para orientar tareas de autopreparación a a partir de las clases televisadas, con prioridad de Matemática, Historia, Español, Física, Química y Biología. Además de ello, las hojas de trabajo que se comparten también se dejan en una carpeta que se encuentra, distribuida por grados, en la recepción de la escuela, del mismo modo que se archivan las teleclases para quien no haya podido verlas”.
A su juicio, la preocupación fundamental de docentes, padres y alumnos se concentra en la preparación del duodécimo grado para las pruebas de ingreso a la Educación Superior, para lo que la escuela ha trazado una estrategia particular de atención diferenciada, sobre todo con 42 estudiantes que no han vencido en la atualidad los objetivos del nivel.
El profe Javier vive el distanciamiento con extrema responsabilidad y así lo exige a su equipo, aunque su presente está matizado por el anhelo de retorno a la normalidad. “Todo lo que hacemos es para cuando regresemos a las aulas todos los alumnos estén a la par, sin atrasos, con el dominio de los contenidos del grado y listos para continuar sus estudios preuniversitarios con la calidad que lo han hecho los demás. Este afan lleva gran organización, al ser una experiencia nueva. Estamos siempre ajustando líneas metodológicas, actualizando las acciones en función de las características de nuestro centro”.
Reconoce la preocupación de algunos padres por el largo período de confinamiento. Sobre ello apuntó: “Deben confiar en que la escuela trabaja para que la calidad de la educación no decaiga. Los muchachos van a tener el contenido que exige su grado. Por suerte muchos familiares se han incorporado a la dinámica docente y esa ha sido la manera de que ganen en seguridad, en tranquilidad”.
En sus esbozos resalta nítida una certeza: en esta contingencia de la pandemia, la relación escuela-familia se solidifica. Ellos han acompañado a sus hijos, están al tanto, presionan con sus normas de convivencia para que el rigor del estudio se mantenga en la casa, aunque toda regla tiene excepciones, acotó el maestro.
Con orgullo reconoció que muchos, a pesar de los miedos al contagio del SARS Cov 2, han estimulado iniciativas de cooperación barrial que hoy se exhiben como logros del Rafael Ferro. Un grupo de muchachos de la FEEM formaron brigada voluntaria en el Consejo Popular Hermanos Barcón y entre sus acciones cuentan tareas de higienización y apoyos a la pesquisa, siempre con supervisión de un docente.
“A la continuidad del curso hemos hecho importante contribución, al llevar hojas de trabajo, mensajes de audios y grabaciones con las clases a los compañeros con situación de salud o falta de medios imprescindibles como televisión, computadora, teléfono celular o internet”, así nos dijo Edwin Jonhatan Relova Fernández, presidente de la organización estudiantil, que opta por la carrera de medicina, a la cual ya se va acercando con su voluntad de servicio.
Con una visión global al trabajo del municipio cabecera, Glidys Caro García, subdirectora de Educación, nos tranquiliza sobre la estrategia para reforzar los valores que se tiene diseñada para cuando reabran las puertas los colegios: “Temas relativos a la disciplina, solidaridad, educación cívica, importancia de la familia para la sociedad, serán impartidos en todos los niveles de enseñanza, a partir de las lecciones que ha dejado el paso de la COVID_19”.
Esta educadora es una de las tantas que se comparte entre la tarea de afinar a su hijo para el pase de grado, y la de orientar y controlar a los maestros para que trabajen en función de la satisfacción de estudiantes, sus padres y la sociedad pinareña en general.
“De ocho de la mañana a cinco de la tarde la pasamos planificando el reinicio de la docencia, seleccionando las síntesis de los contenidos esenciales, convocando para el apoyo a actividades de alto impacto, preparando a los maestros para dar atención a sus educandos. Sabemos que estamos en situaciones excepcionales. Hay que, además, orientar diferenciadamente a las familias, diversas y algunas complejas, para que entiendan su verdadera función en la educación”.
A pesar de que, para nuestro imaginario social, es la escuela la responsable del aprendizaje, en este tiempo se ha demostrado el apoyo y el seguimiento de los padres con las teleclases y el vínculo estrecho que establecen con los maestros y la escuela. “Ellos hasta han estudiado para explicarle a los niños cuestiones difíciles como la matemática o el análisis textual. En Pinar del Río se han creado diversas estrategias y las orientaciones, ejercicios y clases están disponibles en cada centro y en la Dirección Municipal en el horario de las mañanas”, explicó la funcionaria del sector.
Los que miramos la educación desde la periferia, cargamos el temor de que la COVID_19 transfiera la responsabilidad con la educación y el aprendizaje a la familia, mito que se evapora con la fuerza de los argumentos y razones de quienes no dejan, ni por un segundo, de pensar en sus muchachos, su pizarra, libros, aula, escuela, profesión, pasión.