El 19 de mayo de 1895 resultó funesto para la independencia de Cuba. La caída en combate de José Martí fue una de las heridas más grandes sufridas por la patria, que ese día perdió al más universal de sus hijos.
Martí transitaba junto a Máximo Gómez por el oriente de la Isla. Ambos habían desembarcado en Playita de Cajobabo el 11 de abril para sumarse a la guerra reiniciada el 24 de febrero de ese año. Cuando se reunieron el 5 de mayo con Antonio Maceo en La Mejorana, este fue enfático en que Martí regresara a la emigración para asumir funciones políticas y diplomáticas. En aquel encuentro, si bien se reconoció al creador del Partido Revolucionario Cubano como el mayor líder político del movimiento independentista, hubo insistencia en que no debía permanecer en el teatro de operaciones.
Por su parte, el Apóstol se mostró reacio a esa propuesta. Tras el intercambio, logró un punto intermedio: recibiría su bautismo de fuego y participaría en la organización institucional de la revolución, luego de lo cual saldría del país para asumir funciones en el exterior. Su sentido del honor le impedía restarse por completo de la contienda bélica como si huyera de sus riesgos, además de que, durante los preparativos, oponentes lo increparon por ser el ideólogo de la guerra sin haber participado en una.
Acampados en Dos Ríos, el 19 de mayo Gómez fue avisado de la proximidad de una fuerza española. Al frente iba el coronel Ximénez de Sandoval. El Generalísimo enseguida organizó el combate y dispuso que Martí no participara en él. Pero el hombre de La Edad de Oro, quien poco antes había dado una encendida arenga a la tropa, desentendió las orientaciones del veterano mambí. Instó a Ángel de la Guardia, un joven insurrecto recién llegado al campamento, a sumarse juntos a la operación.
Poco cabalgaron hacia el sitio del enfrentamiento antes de que una avanzada enemiga hiciera blanco en el caballo de Ángel y en el Apóstol, impactado por tres disparos. Su acompañante se esforzó por recuperar el cadáver. Al conocer la fatalidad, Gómez también se empeñó en ello. Mas no lo lograron. Ese día los soldados hispanos se hicieron con el cuerpo de Martí; se llevaron consigo al alma de la revolución.