Ante la casi total ausencia de lluvias en lo que va de año y nuevos valores notables de elevadas temperaturas en la más occidental provincia cubana, la mayoría de los pinareños resguardados en casa por la amenaza de la COVID-19, echaron mano al abanico, útil prenda surgida en Cuba a mediados del siglo XIX, que al parecer nunca pasará de moda.
Con uno inmenso tejido de fibras de guanito en continuo movimiento,
Miriela Vera Semino, residente en las afueras de la ciudad, explica que pese al sofocante calor prescinde del uso de ventiladores y solo emplea equipos de climatización en las noches cuando llega el sueño, en un empeño por ahorrar electricidad y contribuir a evitar los molestos apagones ahora que todos están en las moradas en estos tiempos de pandemia.
Y es que la temperatura, en abril por ejemplo, reportó dos nuevos
valores notables, en San Juan y Martínez el día ocho de 34,3 grados,
superior a los 33,4 del cinco del propio mes de 2002, y en La Palma 36,5 en la jornada del 10, superior a los 36 del 26 de igual período en2015, de
acuerdo con expertos del Centro Meteorológico Provincial.
Hoy en Pinar del Río, con pronóstico de temperatura máxima de 32 grados, sin dejar de abanicarse, y la frente humedecida por el sudor, una citadina entradita en años, comentaba “y eso que aún no estamos en presencia de nuestro crudo agosto, para entonces espero mi menopausia me dé un respiro en pos de salvarme de la asfixia, y no precisamente por la coronavirus, porque de ese bicho si me protejo y cumplo con todas las medidas preventivas”, comentó sonriente en forma jocosa.
Así por estos días, la prenda, de mano en mano, sigue mostrando su
valía, esparciendo su frescor, con menos o más intensidad, según el ritmo
que le imprima quien lo usa.
Haciendo historia, cuentan que en la etapa del surgimiento del abanico en
la Isla, su preferencia generó una competencia entre los importados de
Europa y los fabricados en la mayor de las Antillas por artesanos y
decoradores.
Comprados sin ornamentos, posteriormente eran pintados o bordados o
utilizados como autógrafos, según EcuRed, y el accesorio ganó celebridad,
pues comparados con los europeos, su autenticidad estaba basada en el toque de cubanía imprimido por sus fabricantes.
Se dice que la primera fábrica de abanicos en Cuba fue fundada por el
veneciano Bonifacio Calvet y Rodríguez, por la década del lejano 1830 y
estuvo ubicada en la calle Cuba número 98.
Los hubo entonces de carey con detalles en oro y plata, de madera, hueso
y marfil, plumas, pero el más popular resultó el llamado pai pai o flabelo, el más sencillo y antiguo, pues sus orígenes se remontan a la propia evolución del hombre.
Ese modelo se usó en principio para ahuyentar a los insectos y refrescar
un intenso calor y su conformación es sencilla: un mango y una pieza
generalmente redonda.
De acuerdo con páginas digitales, su nombre procede del latín vannus y
del verbo portugués abanar, que significa aventar y posee un lenguaje
universal, referido al modo en que lo empleaban las damas para poder
comunicarse con un caballero de una manera discreta; pero todo ello quedó atrás y lo que trasciende en Cuba resulta su valor utilitario.