El 16 de octubre de 1953, en la Sala de Enfermeras del hospital Saturnino Lora, Fidel Castro Ruz fue condenado a 15 años de prisión por dirigir los asaltos a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, acontecidos el 26 de julio en las ciudades de Santiago de Cuba y Bayamo.
El jefe revolucionario, abogado de formación, asumió su propia defensa y pronunció el histórico alegato conocido como La Historia me absolverá.
Dos horas duró su brillante alocución. Ese tiempo le bastó para denunciar las atrocidades cometidas por los batistianos contra los asaltantes, la mayoría de los cuales fueron asesinados tras ser hechos prisioneros.
El discurso contempló también una descripción de la situación real de Cuba por entonces y de sus problemas en materia de vivienda, salud, educación, propiedad de la tierra, industrialización y desempleo.
A los magistrados les habló Fidel de los 600 000 cubanos sin trabajo y de los 100 000 agricultores pequeños que gastaban sus vidas cultivando una tierra que no les pertenecía bajo la amenaza perenne del desalojo.
Enumeró además a las 400 000 familias del campo y la ciudad que vivían arrinconadas en barracones, cuarterías y solares, con pésimas condiciones higiénico-sanitarias.
Refirió la carencia de escuelas agrícolas y técnicas y mencionó a los pequeños que asistían descalzos, semidesnudos y desnutridos a las contadas escuelitas rurales:
“El 90 por ciento de los niños del campo está devorado por parásitos que se les filtran desde la tierra por las uñas de los pies descalzos… Y cuando un padre de familia trabaja cuatro meses al año, ¿con qué puede comprar ropas y medicinas a sus hijos? Crecerán raquíticos, a los 30 años no tendrán una pieza sana en la boca, habrán oído 10 millones de discursos, y morirán al fin de miseria y decepción”, advirtió.
Las notas originales redactadas por el joven jurista para dar cuerpo a su autodefensa se quedaron en la cárcel de Boniato donde permaneció recluido durante 76 días y fue imposible recuperarlas. Una vez instalado en el Presidio Modelo de Isla de Pinos, se dedicó a reconstruir el alegato.
“En pequeños papeles escritos de su puño y letra con jugo de limón, hizo llegar el manuscrito a Haydeé y Melba quienes, con la ayuda de otros compañeros, entre ellos Lidia Castro, hermana de Fidel, lo hicieron editar a mediados del año 1954, y se distribuyó clandestinamente”, relató la periodista y escritora Marta Rojas en su libro El juicio del Moncada.
El documento incluía leyes revolucionarias y medidas que serían puestas en vigor después de tomar el cuartel Moncada. Las mismas devolvían al pueblo su soberanía, concedían la propiedad inembargable e intransferible de la tierra al campesino trabajador y ordenaban la confiscación de todos los bienes a los malversadores. Dichas acciones solo se materializaron cuando el Ejército Rebelde alcanzó el poder en enero de 1959.
La obra devino programa político de la nueva etapa de lucha que se iniciaba con los sucesos del 26 de julio. José Martí, Apóstol de la independencia cubana, es aludido unas 15 veces a lo largo del texto.
Se trata de un documento de elevado valor histórico para los cubanos que recoge entre sus líneas la esencia de un pueblo valiente y de un líder auténtico que consagró su existencia al cumplimiento cabal de su palabra.
Cuentan que en el juicio Fidel se mostró tan seguro de sí mismo que hasta los guardias permanecieron callados mientras aquellas verdades salían de su boca como ráfagas y tronaban en el interior del estrecho salón:
“En cuanto a mí, sé que la cárcel será dura como no lo ha sido nunca para nadie, preñada de amenazas, de ruin y cobarde ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del tirano miserable que arrancó la vida a 70 hermanos míos. Condenadme, no importa, la historia me absolverá”.