La Cuba de hoy duele, por las marcadas diferencias sociales, el deterioro notable de la calidad de vida de la mayoría de sus ciudadanos y las tambaleantes conquistas que, alguna vez, fueron sustento de vanidad, y ahora apenas son rescoldos de chispeante hoguera.
No obstante, lo que más lacera es la desesperanza, la pérdida de esa certeza de un hallazgo de luz en el futuro para que nos dé la fuerza necesaria en el presente para la construcción de un mañana promisorio. Activar el modo subsistencia tiene costos añadidos, y uno de ellos es perder de vista el porvenir.
Cuando sobrevivir se convierte en victoria, insuflar ánimos es tan complejo como levantar un aerostático con bocanadas de aire, a pesar de ello, ha sido la capacidad de soñar, intrínseca a los humanos, la trazadora de horizontes no vislumbrados más allá de la imaginación.
Y ahora, que el calendario nos ofrece pretextos para el recuento y la proyección, quizás sea un buen momento para esbozar esos deseos contenidos en el alma y acallados por el miedo a que nos tilden de utópicos.
Cuba necesita prosperidad, no nos caerá del cielo ni crecerá entre vagancia, desidia e ineficiencia. La laboriosidad de la que presumieron nuestros ancestros urge resucitarla, no rendirá frutos con inmediatez, que no son tiempos de milagros, pero creará simiente propia, y con los brotes renacerán, a la par, el optimismo y la confianza.
Serán esas las mismas hojas con la que podremos ir cubriendo la desnudez de las mesas, los hogares, los bolsillos, las ciudades, y florecerán sonrisas para que los amaneceres no nos sorprendan con los ceños fruncidos y las pupilas dilatadas, para que los días sean buenos y no solo días.
Eso es lo primero, porque el carácter primario de la materia está harto demostrado. Después podremos ir rehaciendo o construyendo las otras cosas que hemos perdido, por favor, que la familia tenga prioridad, para borrar ausencias, distancias y llenar silencios.
Que rebosemos las alforjas de certezas, los niños sean fuentes de alegría y no de preocupaciones, los ancianos pilares y no carga, la vida gozo y no tránsito de penurias.
El 2025 nos recibirá con la página en blanco, las historias que se escriban dependerán de que cuidemos cada trazo desde el principio, que las palabras se parezcan a las acciones para que los planes no se desdibujen con cualquier brisa que seque la tinta con demasiada premura, y será penado emborronar cuartillas con excusas o frases exculpatorias.
A este año que se nos encima entremos desprovistos de rencores, pues el odio seca hasta los troncos más robustos. Démosle la oportunidad de ser un tiempo de crecimiento y mejora individual, no se parapete tras la crisis, confíe en su fuerza, en esa que lo ha llevado a conducir su nave por las tormentas pasadas y seguir al timón, siempre habrá olas desafiantes, lo único irremediable es la muerte.
La buena suerte no viene en frascos ni se esconde en hojas de trébol o en rituales de invocación, tiene un poco de azar sí, pero también se forja con la voluntad propia y la toma de decisiones personales; caerse no es pretexto para quedarse en el lodo, el mérito está en levantarse.
Es cierto que no es igual el número de peldaños a subir, que no todos poseemos la misma fuerza ni capacidades para la escalada, pero hay que intentarlo, porque el lamento y la autocompasión no forman parte del kit de sobrevivencia, menos del que conduce al éxito.
Me gustaría aseverarle que el 2025 va a ser mejor, pero usted y yo sabemos que no es algo seguro, que lo recibimos con dudas, preguntas y cuestionamientos, que no se va de mal a bien en una sola noche, y que tenemos problemas individuales y colectivos que no desaparecerán por el simple hecho de encararlos con optimismo.
Sin embargo, cada quien tiene una razón que le inspira, que le coloca sonrisa en los labios y alegría en el corazón, y aunque sea frugal o momentáneo aférrese a eso, porque la alegría y el amor nos sacan a flote. No se siente a esperar dádivas, vaya tras los que desea, siempre bajo el precepto de no dañar a otros, pues, a fin de cuentas, no debemos hacer lo que no quisiéramos para nosotros, y nadie tiene el derecho de despojarnos de las conquistas propias.
Que el 2025 nos traiga salud, el renacer de las ilusiones y nos sorprenda con cosas buenas.