Aún están frescas en la memoria colectiva las noches calurosas de los dos últimos años en Cuba. Días tras días se sucedían apagones que, en ocasiones, llegaron a ser -en el 2022- de 10 horas y 23 minutos, los cuales amargaban la existencia y obligaban a reordenar rutinas y dinámicas.
Escenas de madres en las noches que abanicaban a sus pequeños -muchos tenían que ir al otro día para la escuela-, azorar mosquitos, secar el sudor con paños, ojos cansados, ojeras por doquier, entre otras, fueron de las debilidades que nos asistieron en el orden espiritual en la larga contingencia energética que vivimos los cubanos.
Decir lo contrario sería mentir.
Las informaciones de entonces estaban permeadas por los hechos que gradualmente caracterizaban el panorama energético: salida de bloques de termoeléctricas por alto grado de deterioro de las calderas (más de 35 años de explotación), incendio en unidades de Felton y Mariel, restitución de motores de diésel y fueloil, limitaciones e inestabilidad con los combustibles, obsolescencia tecnológica, no ejecución de los ciclos de mantenimiento y otros que ralentizaban la estabilidad añorada.
Esta llegó, de manera paulatina, a partir de noviembre de 2022. Ya en diciembre, desde el 17 y hasta final de año se pudieron servir las cargas que demanda el país durante todo el día. Cero apagones. Momento de felicidad para los cubanos.
No se puede negar en ese resultado la entrega de los trabajadores de la Unión Eléctrica y el esfuerzo del país a nivel financiero.
También las medidas implementadas en el sector estatal, que incluyó reducción en los planes de consumo que fueron decisivos para lograr estabilidad en el sector residencial.
Hoy, vuelve a ser necesario y urgente apelar al ahorro como condición indispensable para que no vuelva el apagón.
No se trata de una frase manida ni de una campaña casual, es una urgencia que nos asiste a todos: sector estatal y sector residencial. Inmiscuirnos en el ahorro energético como lo hacemos en otras facetas de la vida nos conducirá, inexorablemente, a prescindir del molesto apagón.
Las indicaciones al sector estatal son retomadas: no se pueden encender aires acondicionados en ningún horario durante este mes, utilizar solo las luces necesarias, apelar al trabajo a distancia o teletrabajo en toda la dimensión que cada centro laboral pueda hacer uso de esta variante, reagrupar en oficinas a los trabajadores que obligatoriamente tengan que estar, llevar control diario del plan de consumo, entre otras medidas pueden hacer la diferencia este año, porque lo cierto es que la provincia tiene que enmarcarse.
Al interior de cada hogar también hay que implementar, de una vez y por todas, una política verdadera de ahorro. Demostrado está que si en cada vivienda se apaga en el horario pico una lámpara de 20 watts, se puede disminuir la demanda del país en 80 megawatts, una contribución importante que no podemos perder de vista.
Todos nos molestamos cuando se va la electricidad, cuando nos escasea por un tiempo determinado, pero pocos pensamos en las urgencias que asisten al planeta en este tema. Pocos nos replanteamos una estrategia para ayudar, desde el microespacio, a la conservación del medio ambiente y el desarrollo sostenible, que aunque parecen términos lejanos, nos están pasando factura poco a poco.
La misma factura que le pasamos a nuestro bolsillo cuando no ahorramos, cuando derrochamos y mantenemos la casa como una carroza, sin detenernos a pensar que esa electricidad que hoy malgastamos es la que vamos a necesitar horas después.