La compañía de teatro lírico Ernesto Lecuona, no solo es la más antigua de su tipo en el país sino también la única en contar con una orquesta propia, desde hace ya 60 años.
Apenas comenzaba la década de 1960, cuando el trabajo de un grupo de aficionados al canto lírico distinguía el panorama cultural de la provincia. A partir de la perseverancia y el talento demostrados, el otrora Consejo Nacional de Cultura los reconoce oficialmente como agrupación, en julio de 1962.
En las primeras presentaciones bastó el acompañamiento del piano o de un grupo de instrumentos reunidos de forma ocasional, pero, tan solo dos años después, en noviembre de 1964, el teatro lírico pinareño tuvo su orquesta.
SESENTA AÑOS, CONTRA VIENTOS Y MAREAS
“Al principio no tenía un gran formato, había que invitar a instrumentistas de otras agrupaciones”, recuerda el maestro Francisco Alonso “Panchito”, actual director de la compañía.
“Fue el maestro Norman Milanés, entonces director de la Banda del Ejército, quien logró aunar a los primeros músicos que conformaron la orquesta”, precisa.
Luego, asumieron otros la batuta, entre ellos, William Valverde y Carlos Mitjáns. En la actualidad, lo hacen el maestro Emilio Rey Barrios y Jasiel Salgas como director adjunto.
“Pero también hemos tenido muchos directores invitados”, aclara Francisco Alonso. Acto seguido, menciona varios nombres, todos de prestigio; sin embargo, se percibe en sus palabras una admiración especial por Rodrigo Prats, excelso músico cubano que mantuviera una estrecha colaboración con el teatro lírico pinareño durante sus últimos años de vida.
“Quien no cantaba con el maestro Rodrigo Prats, no lograba cantar con nadie. Su presencia no solo fue importante para la orquesta, sino también para el resto de la compañía. El rigor de su trabajo dejó una huella indeleble en nosotros”.
El valor de la orquesta acompañante va más allá de su exclusividad en la escena cubana actual. Según asegura el consagrado artista, en el género lírico, la música en vivo enriquece sobremanera el espectáculo.
“Con la presencia de la orquesta, desde que el público entra al teatro, ya se crea una atmósfera diferente. Ese preámbulo de los músicos en el foso, afinando el instrumento, resulta atractivo. Y para los actores y cantantes, sentirse acompañados por una orquesta es, quizás, más complicado, pero también mucho más cómodo”, explica.
Tan trascendente como su propio surgimiento 60 años atrás, resulta el hecho de sostener el trabajo de la orquesta hasta hoy, un tiempo difícil para la cultura, de complejidades económicas, oleadas migratorias y bajos salarios en el sector.
Al respecto, Francisco Alonso destaca que “en los últimos años el Ministerio de Cultura ha mirado hacia el completamiento de la orquesta, y eso ha permitido que se nos sumen muchos egresados de la Escuela de Arte de la provincia. Hoy hay varios jóvenes con ganas de hacer.
“Hemos tenido momentos muy difíciles, pero, lo que sí es digno de destacar, es la perseverancia de un grupo de integrantes que han defendido el trabajo de la Compañía contra viento y marea”.
DIRIGIR LA ORQUESTA, UN BOMBARDEO DE ADRENALINA
Aunque su trabajo con la orquesta ronda las dos décadas, Jasiel Salgas Díaz representa una muestra veraz del necesario relevo generacional que ha experimentado la agrupación.
Según cuenta, aún era un estudiante cuando comenzó a colaborar con el arte lírico pinareño, lo mismo al piano que como trompista. Actualmente, es el director adjunto del maestro Emilio Rey Barrios.
“Nuestra orquesta tiene un poquito de cada edad. Prefiero decir que hay muchas experiencias y deseos de hacer. Aun cuando no tengamos una plantilla orquestalmente perfecta, sí hemos conseguido un equilibrio entre el efecto tímbrico y las necesidades que cada partitura requiere para lograr el arte lírico que presentamos al público”, asegura.
Con formato de orquesta sinfónica, el conjunto está integrado por cerca de una treintena de instrumentistas. Jasiel Salgas explica que “es una orquesta pensada para el tipo de obras que hacemos y las condiciones acústicas de nuestro teatro, el José Jacinto Milanés”.
Mientras, el repertorio defendido transita desde clásicos cubanos e internacionales hasta composiciones originales para las puestas en escena, como es el caso de las creaciones de Julio César Estupiñán para la obra Impuros.
“Con esa obra me estrené. Fue muy difícil para mí. El director de una orquesta sinfónica se concentra en la partitura, pero el de teatro musical también debe concentrarse en cómo lograr ese trabajo interpretativo desde la escena. Eso hace que sea un constante bombardeo de adrenalina cada presentación”, confiesa el joven director.
Con la misma satifacción, Salgas Díaz recuerda cómo desde el seno de la Compañía conformaron una orquesta sinfónica prototipo con niños y adolescentes de la Escuela de Arte pinareña, para acompañar los ejercicios de graduación de los estudiantes de Canto Lírico.
También resalta la colaboración cercana que mantiene la agrupación con centros de altos estudios de la provincia en perfiles como las licenciaturas en Educación Artística, Instructor de Arte y Educación Musical. Todo ello, según considera, constituyen muestras de cómo el “Lírico” ha conseguido atemperarse a los tiempos que corren.
“Como mismo Pinar del Río tiene en el tabaco una joya, también posee en teatro lírico un gran tesoro, aquí confluyen muchos valores artísticos, y el mismo, sin la orquesta, seguiría brillando, pero perdería su identidad, ese sello característico que hace de la “Ernesto Lecuona” una de las compañías más completas del país, a mi juicio”.
A sus 60 años, la orquesta acompañante del lírico pinareño constituye una hermosa metáfora de resistencia y arraigo. En medio de adversidades, es preciso continuar resguardándola de todo mal, con el mismo tesón con que cuida la madre de sus hijos.