Durante los días más calurosos, el asfalto y el concreto expuestos directamente al sol pueden llegar a temperaturas superficiales de hasta 82 grados Celsius, según el Dr. Kevin Foster, director del Centro de Quemaduras de Arizona en Phoenix.
En las olas de calor, las superficies expuestas a los rayos del sol absorben y reflejan una gran cantidad de energía solar, lo que hace que sus temperaturas aumenten significativamente. Estas superficies cálidas transfieren su calor al aire circundante, elevando la temperatura general. Mientras que algunas superficies permeables y húmedas, como la hierba o el suelo, absorben menos calor, materiales de construcción como el asfalto o el concreto son capaces de absorber hasta el 95% de la energía solar, que luego se irradia a la atmósfera circundante.
En los días en los que el termómetro marca 38°C, esta temperatura se refiere a la del aire, que por lo general se mide a más de un metro sobre la superficie. Sin embargo, en esas temperaturas, superficies como el asfalto o el cemento pueden alcanzar temperaturas superiores a los 65°C, lo que puede causar quemaduras en la piel.
El desarrollo urbano transforma profundamente el paisaje. Las superficies naturales y permeables son reemplazadas por estructuras impermeables como edificios y carreteras. Esto crea lo que los climatólogos llaman «islas de calor urbano», áreas dentro de las ciudades que experimentan temperaturas significativamente más altas en comparación con las regiones rurales cercanas.
Las imágenes térmicas satelitales revelan los perfiles térmicos de las ciudades, áreas que experimentan temperaturas más cálidas o más frescas según el paisaje local. La diferencia que los parques marcan en la temperatura de las ciudades muestra el equilibrio crítico entre el desarrollo urbano y los espacios verdes, que ayudan a mitigar las altas temperaturas.