Fue una tarde dominical de sensaciones encontradas, inusuales. Dos cubanos en el ring desde esquinas geográficas diferentes. Ganó el que vive fuera de la Isla, pero carga con ella dentro. Y terminamos felicitándolo.
Loren Breto Alfonso, campeón mundial y bronce olímpico, nació en Pinar del Río y vive en Azerbaiyán. Se entrena con Pedro Roque, de los mejores preparadores que ha tenido Cuba en boxeo, y este 28 de julio, día de su cumpleaños 29, se regaló un abrazo con “el mejor del mundo”.
El árbitro levantó su mano al término de los tres asaltos, y él levantó un sentimiento, premio mayor, abrazando a su hermano Julio César la Cruz. Hijos de la misma madre: Cuba.
Y en esos cuatro brazos, que antes cruzaron caricias enguantadas, cupo una Isla entera, una isla-mundo, que nació en el Caribe y anda expandiéndose corazón adentro, que es donde viven los auténticos pueblos y la Patria, sin fronteras mentales ni de piedras.
“Yo también soy cubano”, dijo el muchacho en su más genuino español, sin un centímetro de altanería en sus palabras, mientras repetía: “Él (Julio César) es el mejor. Este triunfo es también para el pueblo cubano”.
Quería ver ganar a La Cruz. Atravesé todo París, de metro en metro, para contar su inicio exitoso rumbo al olimpo por tercera vez. Aquella mano abajo durante el veredicto noqueó mi texto imaginado, pero el abrazo después me levantó del suelo, como chorro de agua pura en el rostro y las ideas.
No hay una Cuba. Son muchas. Diferentes e iguales. Llevan, si son genuinas, la misma marca: una Patria común, madre que sigue batiéndose con los demonios para seguir siendo ella y sus hijos.
Donde otros ponen muros, pongamos puentes. Quien hoy anda errante con su Isla a cuestas podría mañana volver a vestir el traje deportivo que nunca ha dejado de llevar en el corazón.
Julio César, antes de ajustarse los guantes este domingo, era campeón. Es campeón. Será campeón. Hay medallas que no se pierden jamás; cuelgan en el cuello de los hijos buenos, que no dejan nunca que blasfemen de su Patria.
Loren Berto podría ser el próximo titular olímpico. Después del abrazo y el agradecimiento a Cuba (su Cuba), seguramente tendrá otro pueblo (su pueblo también) tirando golpes con él en sus próximas peleas. Y cuando Cuba sube al ring, juntándose por encima de probables diferencias, tumba rivales y se confirma campeona.
Por: Norland Rosendo González