La alimentación es una necesidad biológica de la cual depende la vida, es una fuente de salud y bienestar físico si se hace de la manera correcta. Disponer de qué y cómo consumir es una responsabilidad que día a día se afianza más en las economías locales.
El programa de autoabastecimiento territorial dista de ser una novedad, es una estrategia concebida hace años; sin embargo, su implementación está lejos de ser positiva.
Al cierre del mes de octubre la provincia solo logra, como promedio, la entrega de 23 de las 30 libras per cápita de viandas, granos, frutas y hortalizas; el municipio con mejores resultados es Guane con 28,4; el peor, San Juan y Martínez con 18.
La producción y comercialización de proteína animal es insuficiente, y eso lo constatamos diariamente sobre las mesas de nuestros hogares la mayoría de los pinareños, porque los precios, además, limitan la accesibilidad a las ofertas existentes.
No es un secreto que la calidad de vida transita por lo que comemos, y cada vez son más inestables las importaciones de alimentos, lo que se refleja en la ausencia o entregas tardías de lo que antaño se consideraba seguro: la canasta familiar normada.
Al margen de las causas y los factores que inciden en ello, pensemos en las soluciones, y ello implica quitar la mirada del puerto y ponerla en el surco, pues todavía quedan muchas hectáreas ociosas cubiertas de marabú o malezas, que ni el más avezado en cocina de aprovechamiento conseguiría llevar al plato.
Ya fue concluido el estudio sobre necesidades nutricionales en la provincia, según informó el doctor Andrés Villar Bahamonde, director del Centro Provincial de Higiene, Epidemiología y Microbiología, en reciente conferencia de prensa; llevarlas a los esquemas de cultivo no es asunto de articulación o estrategia, se trata de sobrevivencia, porque como dice la sabiduría popular: “La salud entra por la boca”.
El uso eficiente y racional de la tierra es una prioridad, debe de estar en las manos de quienes la hagan producir, las carencias de insumos y combustibles son una realidad inobjetable, pero quedan reservas en prácticas agroecológicas y otras alternativas que pueden revertirse en cosechas aprovechables.
Y si hablamos de aprovechamiento nutricional, este se mide en tasa de reproducción; hace años que Cuba no logra el remplazo poblacional y hay una tendencia creciente al aumento de la prevalencia de enfermedades crónicas relacionadas con la alimentación como la diabetes y la hipertensión, aunque es justo reconocer que en ello no solo incide la disponibilidad, tiene un gran peso la educación y herencias culinarias que nos alejan de hábitos saludables.
Aspecto sobre el que es imprescindible trabajar, porque a la hora de decidir qué comprar, de acuerdo con las ofertas y poder adquisitivo, la elección tiene un componente de preferencias sensoriales, y el paladar no discrimina entre que es más o menos beneficioso para el cuerpo.
No menos importante es generar una cultura de conservación, para que los picos de cosecha, tanto a nivel doméstico como productivo y social, sean utilizados en beneficio de crear despensas que aseguren accesibilidad en otras etapas del año; por increíble que parezca, todavía hay mangos que se pudren en el suelo, por poner un ejemplo.
A los comercializadores, pedirles empatía, cuando la mercancía empieza a perder calidad, bájele el precio, es preferible que mitigue parte de su inversión, permitiendo que otros la consuman, a dejar que se deteriore hasta no estar apta para ser utilizada.
Hay fincas, cooperativas, unidades empresariales de base que se erigen como referentes de cuánto se puede hacer, combinando trabajo con ciencia e innovación, sin dejar de lado los saberes empíricos, pero especialmente con responsabilidad del rol social que les corresponde desempeñar: producir alimentos.
Replicar esas prácticas no puede seguir en la carpeta de proyecciones, urge convertirlas en generalizaciones.
Comer no es una necesidad prescindible ni un lujo; de ello depende la sobrevivencia, “el barco” está en tierra, y es de ella de donde emergerá el sustento, por cierto, no lo hará por gracia divina.